La amenaza silenciosa para la democracia estadounidense: Revelando a los "Asesinos" entre nosotros, según un nuevo libro.
Hay un nuevo libro llamado "Tiranía de la Minoría: Por qué la Democracia Americana Llegó al Punto de Quiebre" escrito por Steve Levitsky y Daniel Ziblatt, y está haciendo algunas afirmaciones bastante audaces. Según los autores, hay un grupo de "asesinos" políticos que están socavando silenciosamente nuestra democracia. No, no estamos hablando de villanos de cómic aquí, sino de políticos que están erosionando astutamente los cimientos mismos de nuestro sistema democrático. Levitsky y Ziblatt argumentan que nuestra Constitución e instituciones políticas están peligrosamente desactualizadas y necesitan reforma. Incluso señalan la insurrección francesa de 1934 como un ejemplo escalofriante de lo que puede suceder cuando una democracia se debilita. Los autores sugieren que debemos responsabilizar a estos actores malintencionados y permanecer vigilantes para proteger nuestra democracia. Así que mantengamos los ojos abiertos y asegurémonos de no elegir a un autócrata en las próximas elecciones presidenciales. Después de todo, no hay nada más importante que salvaguardar nuestra democracia.
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Resulta que hay algunas personas por ahí amenazando silenciosamente la democracia estadounidense. No, no estoy hablando de villanos de cómic o sociedades secretas. Estoy hablando de un grupo de "asesinos" políticos que están socavando los cimientos mismos de nuestra democracia, según un nuevo libro de Steve Levitsky y Daniel Ziblatt.
En su libro, "Tiranía de la Minoría: Por qué la democracia estadounidense llegó al punto de quiebre", Levitsky y Ziblatt argumentan que Estados Unidos debe reformar su Constitución e instituciones políticas porque están peligrosamente anticuadas. Y tienen un ejemplo bastante escalofriante para respaldar su afirmación: la insurrección francesa del 6 de febrero de 1934. Miles de fascistas y miembros de milicias intentaron derrocar a un gobierno elegido democráticamente, y aunque el gobierno sobrevivió, quedó gravemente debilitado. En seis años, la democracia francesa estaba muerta.
Los autores argumentan que los Padres Fundadores no pretendían crear una democracia como la conocemos hoy. Eran progresistas para su época, pero no imaginaron un sistema político que permitiera a una minoría partidista gobernar sobre mayorías populares. Y aunque a menudo nos enfocamos en las amenazas obvias a la democracia, como los insurrectos que asaltaron el Capitolio el 6 de enero, Levitsky y Ziblatt nos recuerdan que también hay políticos que socavan silenciosamente las normas democráticas mientras aparentan respetarlas.
Entonces, ¿qué podemos hacer para proteger nuestra democracia? Levitsky y Ziblatt sugieren que debemos responsabilizar a los malos actores, tanto legal como políticamente. No podemos hacer la vista gorda ante aquellos que se involucran en acciones antidemocráticas, incluso si afirman actuar en nombre de la democracia. Y mientras nos acercamos a la próxima elección presidencial, debemos estar vigilantes y asegurarnos de no elegir a un autócrata. Porque al final del día, lo más importante es proteger nuestra democracia.