Desvelando las secuelas: La victoriosa batalla de Azerbaiyán en Nagorno-Karabaj deja profundas heridas étnicas y un futuro incierto.

Desvelando las secuelas: La victoriosa batalla de Azerbaiyán en Nagorno-Karabaj deja profundas heridas étnicas y un futuro incierto.

El presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, se regocija en la victoria mientras sus tropas capturan la ciudad de Nagorno-Karabaj, Stepanakert, dejándola desierta y embrujada. Con más de 100,000 residentes huyendo, Azerbaiyán ahora tiene el control completo sobre el territorio, pero las tensiones étnicas continúan latentes. Las heridas del conflicto están lejos de sanar, creando un caldo de cultivo para futuras violencias. Las familias azerbaiyanas celebran su regreso a los pueblos ancestrales, mientras que los armenios étnicos desplazados luchan por comenzar de nuevo. El gobierno de Azerbaiyán tiene como objetivo transformar la región, invirtiendo miles de millones en desarrollo. Sin embargo, las cicatrices del exilio permanecen y la desminado de la frontera sirve como un sombrío recordatorio de que los efectos del conflicto persisten. La paz duradera será un largo camino por recorrer.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

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Política 19.11.2023
¿Qué queda cuando una larga guerra termina repentinamente? El comandante de Azerbaiyán, el presidente Ilham Aliyev, dio una vuelta de victoria por la ciudad de Stepanakert en Nagorno-Karabaj, que sus tropas habían capturado después de un ataque audaz. Con los residentes armenios étnicos huyendo por miedo, la ciudad se ha convertido en un pueblo fantasma. Azerbaiyán ahora tiene el control total de Nagorno-Karabaj, transformando el territorio y causando que más de 100.000 residentes huyan. Aunque las armas se han callado, el triunfalismo de los azerbaiyanos y las declaraciones provocativas del presidente Aliyev harán poco para calmar las tensiones étnicas de larga data. Las visitas a ambos lados de la frontera sugieren que las heridas del conflicto probablemente se infectarán, creando un terreno fértil para una nueva violencia. Las familias azerbaiyanas celebran su regreso a los pueblos ancestrales, mientras que más de 100.000 armenios étnicos luchan por comenzar de nuevo en Armenia. Existe una amargura profunda y un resentimiento en ambos lados, con algunos esperando un eventual regreso a sus hogares, mientras que otros albergan sentimientos de odio hacia la etnia opuesta. El gobierno autoritario de Azerbaiyán está tratando de convertir Lachin en un símbolo próspero del gobierno del presidente Aliyev, con la construcción de nuevas viviendas y edificios de apartamentos. El gobierno planea gastar miles de millones de dólares en el desarrollo de la región de Karabaj para 2026. Sin embargo, los recuerdos del exilio doloroso permanecen para aquellos que fueron obligados a abandonar sus hogares. Además del desarrollo de infraestructuras, Azerbaiyán también está desminando la frontera que separaba a los dos ejércitos, un recordatorio de que los conflictos duran mucho más que sus fases activas. En Nagorno-Karabaj, los armenios y azerbaiyanos solían coexistir pacíficamente durante la era soviética, pero décadas de conflictos interétnicos han dejado cicatrices profundas y resentimientos en ambos lados. En conclusión, mientras Azerbaiyán celebra su victoria militar, las heridas del conflicto continúan infectándose, con las tensiones étnicas aún altas. Los residentes desplazados de Nagorno-Karabaj luchan por reconstruir sus vidas, mientras que el gobierno de Azerbaiyán intenta desarrollar la región y borrar los recuerdos del exilio doloroso. El conflicto de Nagorno-Karabaj es un recordatorio de que las guerras tienen consecuencias duraderas y puede llevar décadas sanar las heridas y lograr una paz duradera en la región.
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