Trump reaviva el interés por Groenlandia y provoca tensiones internacionales

Trump reaviva el interés por Groenlandia y provoca tensiones internacionales

El presidente electo da un manotazo en el tablero geoestratégico al reclamar el control sobre el canal del país centroamericano, resucitar su idea de comprar la isla asociada a Dinamarca y fantasear con la anexión del vecino del norte

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Política 25.12.2024

El expresidente Donald Trump ha vuelto a abrir el debate sobre la adquisición de Groenlandia, un territorio de Dinamarca que ha despertado su interés desde su primer mandato. La idea, que había sido recibida con risas y escepticismo en 2019, ahora se presenta con un renovado fervor, en el contexto de una serie de declaraciones que han encendido las alarmas en el ámbito internacional. Groenlandia, la isla más grande del mundo, no solo es rica en recursos naturales, sino que también posee un valor geoestratégico crucial, especialmente en un escenario marcado por el cambio climático y la creciente competencia por rutas marítimas en el Ártico.


En su más reciente pronunciamiento, Trump nombró a Ken Howery como su embajador ante Dinamarca y aprovechó para reiterar su creencia de que el control de Groenlandia es "una necesidad absoluta" para la seguridad nacional de Estados Unidos. Esta afirmación no es nueva, pero el tono agresivo y la insistencia del expresidente han dado lugar a un clima de preocupación entre los líderes internacionales, que ven en sus palabras la posibilidad de una política exterior más confrontacional.


El primer ministro de Groenlandia, Múte Egede, no tardó en responder a las provocaciones de Trump, reafirmando la soberanía de su nación. Su mensaje en redes sociales fue claro: "Groenlandia es nuestra. No estamos en venta y nunca lo estaremos". A pesar de contar con una opción de independencia desde 2009, la realidad es que la isla sigue fuertemente ligada a Dinamarca, y cualquier ambición de Trump por hacerse con su control parece más un capricho imperial que una política viable.


En el marco de este renovado expansionismo, Trump también ha lanzado amenazas sobre el control del canal de Panamá, sugiriendo que podría retomar la gestión de esta vital vía de navegación si no se respetan los intereses estadounidenses. Esta postura ha generado un rechazo inmediato por parte del presidente panameño, quien ve en las declaraciones de Trump una clara falta de respeto a la soberanía de su país. Estas reivindicaciones se inscriben en una retórica más amplia que sugiere una vuelta a políticas más agresivas y unilaterales en los asuntos internacionales.


A su vez, el expresidente ha manifestado su deseo de anexionar Canadá y de considerar a los carteles de la droga mexicanos como organizaciones terroristas, lo que podría abrir la puerta a una intervención militar en el país vecino. Esta escalada de lenguaje y la posibilidad de acciones concretas han llevado a muchos a preguntarse hasta dónde está dispuesto a llegar Trump en su búsqueda de expandir el territorio y la influencia de Estados Unidos.


Históricamente, Estados Unidos ha experimentado períodos de expansión territorial, desde la compra de Luisiana hasta la anexión de Alaska. Sin embargo, las ambiciones de Trump parecen emular un enfoque más antiguo de intervención directa, en lugar de la diplomacia y los acuerdos internacionales que han caracterizado la política exterior estadounidense en las últimas décadas. El historiador Daniel Immerwahr ha comentado que esta visión refleja un deseo de poder más que una estrategia global sólida, lo que podría resultar en un regreso a una era de imperialismo más convencional.


El contexto actual del cambio climático y la desestabilización geopolítica añade una capa de complejidad a estos deseos expansionistas. Con el deshielo del Ártico, Groenlandia se convierte en un actor clave en las nuevas rutas comerciales y en la carrera por recursos minerales esenciales para la tecnología moderna. Las reivindicaciones de Trump deben entenderse en este marco, donde los intereses económicos y estratégicos se entrelazan con una retórica de poder que podría tener repercusiones significativas en la política mundial.


Con la reelección de Trump a la vista y su retorno al escenario político, el mundo observa con atención sus siguientes movimientos. Su estrategia parece clara: lanzar ideas que, por absurdas que sean, se repiten hasta normalizarse. Lo que alguna vez fue una broma sobre la compra de Groenlandia ahora se presenta como una posibilidad real, y esto trae consigo serias implicaciones para la política internacional y la seguridad de muchos países.


En última instancia, la retórica de Trump puede ser vista como una mezcla de fantasía imperial y estrategia provocadora. A medida que se acercan las elecciones, estas afirmaciones podrían resonar más allá de su base de apoyo, desafiando a la comunidad internacional a responder a un líder que busca redefinir las reglas del juego en un mundo ya de por sí complejo. La pregunta que permanece es hasta dónde está dispuesto a llegar para convertir en realidad sus ambiciones, y cómo responderán naciones como Dinamarca y Canadá ante esta nueva escalada de tensiones.

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