
Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.




El nuevo primer ministro de Canadá, Mark Carney, ha comenzado su mandato con un mensaje claro y contundente: “Canadá nunca será parte de Estados Unidos”. Esta afirmación, pronunciada poco después de asumir el cargo, subraya su compromiso de salvaguardar la soberanía canadiense frente a las crecientes amenazas del presidente estadounidense, Donald Trump. Carney llega al poder en un momento crucial, ya que las relaciones entre ambos países han atravesado un periodo de tensión sin precedentes. La guerra comercial iniciada por Trump ha colocado a Canadá en una posición incómoda, donde sus políticas y decisiones deben navegar entre la defensa de sus intereses y la presión constante de su vecino del sur. Carney, quien reemplaza a Justin Trudeau tras una victoria convincente en el liderazgo del Partido Liberal, ha marcado la lucha contra los aranceles impuestos por Trump como una de sus principales prioridades. En su discurso inaugural, dejó claro que Canadá no cederá ante las exigencias de Washington. Desde que Trump asumió nuevamente la presidencia en enero, Ottawa ha sentido el impacto de un cambio radical en la dinámica entre ambas naciones. Las amenazas de Trump de que Canadá debería convertirse en el 51º estado de Estados Unidos han generado una ola de indignación entre los canadienses, quienes valoran profundamente su independencia y autonomía. Carney ha calificado a la administración Trump como el mayor desafío que Canadá ha enfrentado en una generación, enfatizando la necesidad de una respuesta firme y decidida. El nuevo líder canadiense, quien cumple 60 años en los próximos días, es un político novato, aunque no carece de experiencia en el ámbito financiero. Antes de su nombramiento como primer ministro, Carney fue gobernador del Banco de Canadá y luego del Banco de Inglaterra, lo que le otorga una perspectiva global necesaria para manejar la complicada relación con Estados Unidos. Sin embargo, su falta de experiencia en el ámbito político podría ser un obstáculo en un entorno electoral que se avecina. Las próximas elecciones generales, que se anticipan en cuestión de semanas, plantean un reto inmediato para Carney. Las encuestas sugieren que la carrera está reñida, y los conservadores de la oposición han comenzado a retratarlo como un elitista desconectado de las realidades cotidianas de los canadienses. Este desafío se convierte en un factor crítico a medida que Carney busca fortalecer su imagen y conectar con los votantes. En sus primeros días, Carney ha anunciado planes para viajar a París y Londres con el objetivo de reforzar las alianzas de Canadá en el extranjero, especialmente en un contexto donde los vínculos con Estados Unidos se están debilitando. Esta estrategia de diplomacia internacional es fundamental para su administración, que busca crear un espacio para Canadá en un mundo cada vez más polarizado. La respuesta de Carney a los aranceles de Trump ha sido activa. En su visita a una planta siderúrgica en Hamilton, se mostró dispuesto a negociar, pero subrayó que cualquier acuerdo debe respetar la soberanía canadiense. Esta postura refleja un intento de equilibrar la necesidad de diálogo con la firmeza en la defensa de los intereses canadienses. Además de abordar la crisis comercial, Carney también ha tomado medidas para distanciarse de su predecesor, Trudeau. Ha establecido la lucha contra el cambio climático como una de sus prioridades, pero se ha distanciado del impuesto sobre el carbono impulsado por Trudeau, buscando soluciones más centradas en el mercado que sean menos divisivas. Este enfoque busca atraer a una base electoral más amplia, especialmente a aquellos que pueden haber estado descontentos con las políticas anteriores. En su primer gabinete, Carney ha mantenido a muchos miembros del equipo de Trudeau, lo que sugiere una continuidad en ciertos aspectos de la política canadiense, incluso mientras implementa su propio estilo de liderazgo. La combinación de experiencia en el gobierno con un enfoque fresco podría ser clave para navegar los desafíos que se avecinan. Con la presión interna y externa en aumento, el éxito de Carney como primer ministro dependerá de su capacidad para gestionar las expectativas de los canadienses y de su habilidad para enfrentar a un Trump que no parece dispuesto a retroceder. La política canadiense se encuentra en una encrucijada, y el liderazgo de Carney podría marcar un nuevo capítulo en la historia del país.