
Juan Brignardello Vela
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Deportes 03.03.2025
A medida que el sol se ponía sobre Las Vegas, una ciudad conocida por sus excesos y entretenimiento, los Wigan Warriors hicieron historia al convertirse en el primer equipo de rugby league en jugar un partido de Super League en suelo estadounidense. Dentro del Allegiant Stadium, la emoción era palpable mientras los campeones del mundo se enfrentaban a los Warrington Wolves, marcando un paso significativo en la expansión del alcance del rugby league.
El entrenador principal, Matt Peet, recordó a su equipo la singularidad de su viaje, enfatizando la rareza de tal oportunidad. “Podríamos jugar en Las Vegas una vez en la vida”, afirmó, instando a sus jugadores a aprovechar el momento y crear recuerdos duraderos. La atmósfera era eléctrica, no solo para los jugadores, sino también para los decenas de miles de aficionados que viajaron desde lugares tan lejanos como el Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda para presenciar este evento innovador.
El partido en sí mostró el dominio de los Warriors, culminando en una rotunda victoria de 48-24. La celebración de Peet después del partido fue contagiosa, mientras sus jugadores pasaban sin esfuerzo del campo a los vestuarios, con latas de Modelo en mano y música a todo volumen. “Saquen los pechos y celebren”, los animó, y lo hicieron, bailando y disfrutando de su victoria ganada con esfuerzo.
Previo al partido, los Wigan Warriors se involucraron con la cultura local en Nevada, entrenando en Centennial Hills y atrayendo a curiosos espectadores, incluidos escolares locales y paseadores de perros, quienes estaban intrigados por el deporte. Con el rugby league relativamente desconocido en Las Vegas, la vista de dos equipos de élite practicando suscitó preguntas e interés entre los lugareños, destacando el desafío de introducir un deporte que a menudo queda en un segundo plano frente a su contraparte del rugby union.
La incursión del rugby league en Las Vegas es parte de una estrategia más amplia para expandir su audiencia, con el presidente del rugby league australiano, Peter V'landys, abogando por el deporte ante figuras notables como el ex presidente Donald Trump. A pesar de la ausencia de algunos invitados de alto perfil, el evento fue un movimiento calculado para aprovechar un nuevo mercado y generar ingresos.
La conexión de los Warriors con su ciudad natal de Wigan fue evidente a lo largo de la semana. Su regreso a Vegas, 25 años después de un partido amistoso con EE. UU., fue visto como una oportunidad para consolidar la presencia del rugby league en el país. El orgullo de la comunidad local por su equipo era palpable, con los recientes logros y trofeos del club haciendo titulares en su hogar.
El capitán de Wigan, Liam Farrell, expresó los sentimientos de su entrenador, enfatizando la necesidad de esfuerzos continuos para hacer crecer el deporte. “Esto no puede ser un hecho aislado”, afirmó, reflejando las aspiraciones que se extienden mucho más allá de las luces de neón de Las Vegas. Los jugadores no solo abrazaron el espectáculo, sino también la responsabilidad de representar su deporte en un escenario internacional.
A medida que se acercaba el día del partido, Peet animó a sus jugadores a encontrar paz y enfoque en medio del caos de la ciudad. Las rutinas personales variaron, con algunos encontrando consuelo en la meditación, otros en interacciones informales con el equipo. El espíritu de equipo era palpable, encarnando una atmósfera de familia unida que Peet ha fomentado desde que asumió el cargo de entrenador principal.
En el día del partido, los Warriors ofrecieron una actuación clínica y convincente, mostrando su habilidad y tenacidad. Construyeron una ventaja contundente desde el principio, con el primer try de Tyler Dupree, un guiño al legado y al espíritu del equipo. La llamada del entrenador a la crueldad resonó en el campo, impulsándolos a dominar a sus oponentes mientras también reconocían el inevitable esfuerzo tardío de Warrington que marcaría el puntaje final.
Cuando sonó el silbato final, permitiendo a los Warriors disfrutar de su victoria, el sentido de logro se compartió no solo entre los jugadores, sino también entre sus dedicados aficionados que viajaron miles de millas para apoyarlos. La celebración en el campo fue un testimonio de su arduo trabajo y dedicación, consolidando la posición de Wigan como una potencia en el rugby league.
En el gran esquema de los deportes, este momento en Las Vegas representa más que solo un juego; simboliza un puente entre culturas y un esfuerzo por elevar el rugby league a nuevas alturas. El éxito de este evento puede allanar el camino para más partidos en EE. UU., asegurando que los Wigan Warriors, y el rugby league en su conjunto, continúen dejando su huella en un escenario internacional. Mientras el equipo y sus aficionados celebraban en el corazón de Las Vegas, una cosa estaba clara: el rugby league ha encontrado una nueva frontera, y los Wigan Warriors están liderando la carga.
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