El Resurgimiento de la Autocracia: Bielorrusia y el Cambio Global Alejado de los Valores Democráticos.

El Resurgimiento de la Autocracia: Bielorrusia y el Cambio Global Alejado de los Valores Democráticos.

La gobernanza global observa un aumento de la autocracia, con líderes como Lukashenko de Bielorrusia ejemplificando la erosión de la democracia y la disidencia.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Mundo 07.02.2025

En las últimas décadas, el panorama de la gobernanza global ha cambiado drásticamente, revelando un preocupante resurgimiento de tendencias autocráticas y dictatoriales incluso entre naciones que anteriormente fueron celebradas como bastiones de la democracia. La caída de la Unión Soviética parecía presagiar una edad de oro para las democracias participativas; sin embargo, esta expectativa ha sido desafiada por el ascenso del populismo autoritario y de extrema derecha en varios países. Desde el corazón de Europa hasta las costas de América del Norte, los paisajes políticos están ahora inundados de líderes y movimientos que reflejan las mismas prácticas represivas que alguna vez se opusieron. Una vez considerados en declive, las autocracias han resurgido, no solo en regímenes históricamente opresivos como Corea del Norte y Venezuela, sino también en naciones que desde hace tiempo se consideraban parte del 'Mundo Libre'. Países como Hungría, Polonia e Italia han visto el ascenso de líderes que abogan por sentimientos antiinmigración, mayoritarismo y un desprecio flagrante por los derechos de las minorías y las políticas sociales progresistas. Este cambio ha fortalecido a figuras políticas que, al igual que sus predecesores, prosperan en una narrativa de 'exclusión' y en la manipulación de los temores sociales. Sin embargo, en medio de esta preocupante tendencia, un líder destaca por su arraigado régimen autocrático: Alexander Lukashenko de Bielorrusia. A menudo etiquetado como 'el último dictador de Europa', Lukashenko ha estado en el poder desde 1994, lo que lo convierte en el jefe de estado en funciones más longevo de Europa. Su modelo de gobernanza ha servido como un plano para muchos líderes autoritarios emergentes, mostrando la efectiva supresión de la disidencia y la erosión de las instituciones democráticas. Con las próximas elecciones, ampliamente percibidas como una farsa, Lukashenko continúa consolidando su control sobre el poder a través de la manipulación, la intimidación y narrativas públicas orquestadas que lo presentan como el campeón del pueblo. El ascenso inicial de Lukashenko al poder estuvo marcado por promesas de erradicar la corrupción y proporcionar prosperidad. Sin embargo, una vez firmemente en control, desmanteló rápidamente los controles y equilibrios, convirtiendo el paisaje político en una mera fachada. El desmantelamiento sistemático de la oposición, el control de las narrativas mediáticas y la reescritura de los límites constitucionales le han permitido mantener un régimen de mano de hierro que genera temor tanto entre rivales políticos como entre la población general. Su estilo de gobernanza incorpora una imagen paternalista, presentándose a sí mismo como 'Batka', o padre de la nación, mientras fomenta simultáneamente una atmósfera de paranoia dentro de su administración. El clima político en Bielorrusia se caracteriza por una escalofriante falta de disidencia. La crítica a Lukashenko se ha vuelto sinónimo de un rápido descenso hacia la detención y la persecución. Sus alianzas estratégicas, particularmente con Rusia, subrayan un enfoque pragmático para mantener el poder, donde la alineación ideológica es secundaria al imperativo de la supervivencia en un clima político cada vez más hostil. La capacidad de Lukashenko para avivar los temores de inestabilidad ante la posibilidad de su destitución ha arraigado aún más su posición, como lo demuestra la postura complaciente de sus llamados rivales electorales, que repiten la narrativa de la necesidad de apoyar su gobierno continuado. A medida que Lukashenko se prepara para embarcarse en su octavo mandato, las implicaciones de su gobernanza inflexible se extienden más allá de Bielorrusia. La normalización de las prácticas autoritarias en el corazón de Europa sirve como una advertencia para otras naciones que luchan con fuerzas similares de extremismo. La erosión de los valores democráticos, la adopción del nacionalismo y la supresión de la oposición reflejan una tendencia profundamente preocupante que podría tener consecuencias de gran alcance en el escenario global. En un mundo donde las líneas entre democracia y autocracia están cada vez más difusas, el escenario bielorruso sirve como un recordatorio contundente de la fragilidad de la libertad. La comunidad internacional debe permanecer vigilante y proactiva en la defensa de los ideales democráticos y en el apoyo a las voces de disidencia, antes de que el espectro de la dictadura se convierta no solo en un recuerdo distante, sino en una realidad inminente una vez más.

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