Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
Un poderoso terremoto de magnitud 7.4 golpeó cerca de Port Vila, la capital de Vanuatu, el martes, enviando ondas de choque a través de la región y generando preocupaciones inmediatas por la seguridad pública. Según el Servicio Geológico de los Estados Unidos, el terremoto ocurrió aproximadamente a 37 kilómetros (22.9 millas) de la capital, inicialmente reportado a una profundidad de 10 kilómetros (6.2 millas), antes de que actualizaciones posteriores ajustaran la profundidad a 43 kilómetros (26.7 millas). A raíz del temblor, que fue el evento sísmico más significativo experimentado en dos décadas, según el periodista local Dan McGarry, la nación enfrentó una situación desafiante. Imágenes que circulaban en las redes sociales mostraban daños en la infraestructura, incluyendo ventanas dobladas y pilares de concreto colapsados en un edificio que alberga diversas embajadas extranjeras, incluidas las de Estados Unidos, Francia, Nueva Zelanda y el Reino Unido. A medida que los servicios de emergencia comenzaban a evaluar la situación, los informes confirmaron al menos una fatalidad relacionada con el terremoto, con el Hospital Central de Vila estableciendo un centro de triage fuera de su sala de emergencias para manejar la afluencia de víctimas. Afortunadamente, a pesar de la destrucción, no hubo informes iniciales generalizados de lesiones o muertes, aunque la magnitud total de los daños aún se estaba evaluando. Las comunicaciones resultaron desafiantes en el inmediato después del terremoto, con sitios web del gobierno que supuestamente se desconectaron y números de contacto esenciales para la policía y agencias públicas que no lograban conectarse. Los canales de redes sociales de la agencia de geohazards de Vanuatu y la oficina del primer ministro permanecieron en silencio, lo que generó preocupaciones sobre el flujo de información vital en medio de una crisis. Si bien el Centro de Advertencia de Tsunamis del Pacífico detectó inicialmente actividad de olas tras el terremoto, posteriormente levantó la amenaza de tsunami para las islas vecinas, incluidas Fiji, Nueva Caledonia, Papúa Nueva Guinea y varias otras. De manera similar, las autoridades en Australia y Nueva Zelanda confirmaron que no había riesgo de tsunami, lo que permitió un suspiro temporal de alivio entre residentes y funcionarios. En respuesta a la emergencia, la Cruz Roja Australiana ha expresado su disposición a ayudar si es necesario. Un portavoz destacó la presencia de equipos capacitados en la región afectada, equipados con artículos de ayuda preposicionados para apoyar a las comunidades locales. "La Cruz Roja Australiana continuará monitoreando la situación de cerca", afirmaron, enfatizando su compromiso de ayudar a quienes se vieron afectados por el desastre. Mientras Vanuatu lidia con los efectos de este significativo terremoto, la comunidad global observa de cerca, preparada para ofrecer asistencia a la nación insular en su momento de necesidad. La resiliencia del pueblo de Vanuatu sin duda será puesta a prueba en los próximos días mientras navegan por las secuelas de este desastre natural.