Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La decisión de Arabia Saudita de ser la sede de la Copa Mundial de Fútbol Masculina 2034 marca un giro significativo en la percepción global del reino, especialmente considerando su reciente historia política y su historial en derechos humanos. El contexto de este anuncio es complejo, moldeado en gran medida por el Príncipe Heredero Mohammed Bin Salman (MBS) y su ambiciosa iniciativa Visión 2030, destinada a transformar la economía y el paisaje cultural de la nación. Hace poco tiempo, el mundo parecía dispuesto a aislar a Arabia Saudita. La postura inicial del presidente Biden de tratar al reino como un "paria" tras el asesinato del periodista Jamal Khashoggi destacó las tensiones entre los líderes occidentales y la monarquía saudita. Sin embargo, el panorama ha cambiado drásticamente. En lugar de ser marginada, Arabia Saudita ahora está en el centro de atención como el único candidato para albergar uno de los eventos deportivos más prestigiosos del mundo. El cambio en las relaciones diplomáticas es palpable, con líderes como Macron y Starmer participando en discusiones con MBS que priorizan las asociaciones económicas y los intereses mutuos. La rapidez con la que pueden cambiar las opiniones en las relaciones internacionales se refleja en la recepción del anuncio de la Copa Mundial. La decisión de la FIFA de otorgar a Arabia Saudita los derechos de anfitrión sin un proceso de licitación competitiva ha levantado cejas, significando una nueva era donde el reino ya no es visto únicamente a través del prisma de su controvertido pasado. Esto se subraya con las enormes inversiones que el país está realizando en deportes y entretenimiento, desde eventos deportivos de alto perfil hasta asociaciones con diversas empresas internacionales. Sin embargo, la elección de Arabia Saudita como anfitrión plantea preguntas sobre el "sportswashing", una estrategia empleada por naciones con cuestionables récords en derechos humanos para mejorar su imagen a nivel mundial a través del deporte. Los críticos están preocupados de que el enfoque significativo en grandes eventos deportivos pueda opacar problemas en curso como el tratamiento de los trabajadores migrantes y la falta de libertades civiles. La dura realidad es que, aunque MBS promueve una sociedad más abierta, persisten desafíos fundamentales en derechos humanos, y el reino tiene un largo camino por recorrer para abordarlos. No obstante, es esencial reconocer el potencial de cambio que alberga la celebración de una Copa Mundial. Si se gestiona de manera reflexiva, el torneo podría catalizar reformas adicionales y fomentar un cambio social más amplio. La Visión 2030 de MBS no solo busca la diversificación económica, sino también fomentar una cultura donde el deporte desempeñe un papel crucial en la construcción de comunidades y el orgullo nacional. Esta ambición es evidente en el creciente interés local por los deportes, con ciudadanos sauditas mostrando entusiasmo por el fútbol, como se vio durante los recientes partidos que atrajeron multitudes significativas. La dicotomía del estado actual de Arabia Saudita—donde la riqueza extravagante coexiste con evidentes desafíos socioeconómicos—plantea una pregunta importante: ¿Puede un evento deportivo como la Copa Mundial servir como un puente para un cambio social más profundo? La respuesta es matizada. Si bien el torneo puede no resolver problemas sistémicos de la noche a la mañana, la visibilidad y la atención internacional que trae podrían amplificar las voces que piden reforma e inspirar a las poblaciones locales a demandar mejores condiciones. A medida que se acerca la fecha, el mundo estará observando de cerca cómo Arabia Saudita navega esta oportunidad. Persiste el escepticismo, especialmente en lo que respecta a los derechos laborales y las libertades que muchos dan por sentado en otros lugares. Sin embargo, es crucial abordar esta situación con una perspectiva equilibrada, reconociendo el problemático pasado del reino mientras se permanece abierto a la posibilidad de progreso a través del compromiso en lugar del aislamiento. En conclusión, aunque la decisión de albergar la Copa Mundial en Arabia Saudita está llena de contradicciones, también representa un momento de potencial transformación. La intersección entre el deporte y la política podría, de hecho, crear avenidas para el diálogo y la evolución, y a medida que el mundo se prepara para este evento histórico, es vital mantener al reino responsable mientras también se reconocen los avances que busca hacer en el escenario global.