Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
A medida que septiembre se asoma en el horizonte, los ecos de la historia sísmica de México resuenan con fuerza en la mente de muchos. Este mes, que coincide con las festividades patrias, se ha convertido en sinónimo de temor y rituales preventivos, como la búsqueda de los "panes para el susto". Este fenómeno cultural, que tiene sus raíces en el miedo a los sismos, invita a la reflexión sobre la naturaleza impredecible de estos eventos naturales y la forma en que moldean la memoria colectiva del país. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha estado a la vanguardia en la investigación de la actividad sísmica, centrándose especialmente en el 19 de septiembre. Este día ha sido marcado por dos tragedias devastadoras: el terremoto de 1985 y el de 2017. La pregunta que muchos se hacen es si existe una probabilidad real de que se repita la historia en este mes. El doctor Miguel Ángel Jaimes, del Instituto de Ingeniería de la UNAM, ha abordado esta cuestión desde una perspectiva científica. En un estudio realizado en 2019, utilizó métodos probabilísticos para analizar la posibilidad de que dos grandes terremotos ocurran en la misma fecha. Sorprendentemente, sus hallazgos revelaron que esta posibilidad es bastante baja, lo que sugiere que la percepción de un "día maldito" podría ser más un constructo social que una realidad científica. Sin embargo, el impacto de los terremotos en la memoria colectiva no puede ser subestimado. La coincidencia de los desastres en una misma fecha ha llevado a la creencia de que el 19 de septiembre es un día especialmente propenso a temblores. El doctor Jaimes enfatiza que, aunque parece improbable que dos terremotos significativos se repitan en la misma fecha, la realidad es que la historia ha jugado un papel crucial en la forma en que la sociedad percibe estos riesgos. Un análisis más detallado de las probabilidades revela que la ocurrencia de tres sismos de magnitud 7 o mayor en las fechas de 1985, 2017 y 2022 es extremadamente baja. De hecho, estos cálculos numéricos indican que las posibilidades son incluso menores que otros eventos poco probables, como ser atacado por un tiburón o ganar la lotería. Sin embargo, este enfoque analítico puede no ser suficiente para calmar los nervios de quienes han vivido de cerca estas tragedias. México, situado entre cinco placas tectónicas, es propenso a experimentar sismos. La interacción de las placas del Caribe, del Pacífico, de Norteamérica, de Rivera y de Cocos genera una zona de subducción que se extiende por varios estados, aumentando la vulnerabilidad del país. Esta realidad geológica significa que, aunque la probabilidad de un terremoto en septiembre sea baja, nunca se puede descartar por completo. El doctor Raúl Valenzuela Wong, del Instituto de Geofísica de la UNAM, subraya que aunque se han registrado sismos destructivos en otros meses, la memoria de los eventos más devastadores tiende a perdurar en la comunidad. Las historias de sobrevivencia, la pérdida y la resiliencia se entrelazan, creando una narrativa que se transmite de generación en generación. Mientras los mexicanos se preparan para el mes de septiembre, es crucial equilibrar el respeto por la historia con la comprensión de la ciencia. La posibilidad de que ocurra un sismo siempre estará presente, pero esto no debe llevar al pánico. En cambio, la educación y la preparación son las mejores herramientas que la sociedad puede tener para enfrentar estos desafíos. La tradición de los "panes para el susto" puede parecer una respuesta supersticiosa a un temor inherente. Sin embargo, también puede verse como una oportunidad para reflexionar sobre la vulnerabilidad y la fortaleza de la comunidad. Cada septiembre, a medida que se repiten las historias del pasado, los mexicanos tienen la oportunidad de recordar no solo las tragedias, sino también la capacidad de reconstrucción y unión que caracteriza al país. En conclusión, septiembre en México es un mes de memoria y reflexión. La ciencia nos ofrece un entendimiento más profundo de los fenómenos sísmicos, mientras que la cultura nos invita a recordar y honrar a quienes han enfrentado esos desafíos. En última instancia, la combinación de conocimiento y comunidad puede ser la clave para afrontar lo que el futuro nos depare.