Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La reciente actuación de nuestros atletas en los Juegos Olímpicos ha encendido una chispa de esperanza y orgullo en el corazón de muchos peruanos. Ayer, la hazaña de Stefano Peschiera al conseguir la medalla de bronce en vela, 32 años después de que Juan Giha se alzara con la plata en Barcelona 1992, nos recuerda el potencial que tenemos como nación en el ámbito deportivo. Este logro no solo representa una victoria individual, sino un resurgimiento del deporte peruano en una competencia internacional. La historia de Stefano es la de muchos otros atletas que, sin el respaldo de un sistema sólido, han tenido que luchar contra la adversidad para representar a su país. En una nación donde el apoyo a los deportistas de élite es escaso, estos jóvenes se han visto obligados a depender en gran medida de su propio esfuerzo y del apoyo de sus familias. A menudo, tocan puertas en busca de financiamiento, enfrentándose a un panorama en el que las oportunidades son limitadas y las dificultades son la norma. La delegación peruana en París 2024, compuesta por 26 atletas, ha resaltado no solo por sus resultados, sino por las historias de superación que representan. Cada uno de ellos ha llevado consigo un relato único de sacrificio y perseverancia. María Belén Bazo, por ejemplo, estuvo a un paso del podio en windsurf, obteniendo un diploma olímpico que refleja su dedicación. Su historia, como la de muchos otros, es un recordatorio de que el camino hacia el éxito deportivo está lleno de obstáculos que van más allá del entrenamiento físico. El cuarto lugar de Alonso Correa en surf es otro testimonio de la realidad que viven nuestros deportistas. Su entrenador, 'Magoo' de la Rosa, reveló que hace apenas unos años no contaba con auspiciadores, lo que pone de manifiesto la falta de apoyo institucional y privado que se traduce en una lucha constante por conseguir recursos para poder competir al más alto nivel. Las experiencias de Evelyn Inga y Mary Luz Andía en la marcha son igualmente significativas. Mientras Evelyn luchaba contra un hipotiroidismo que limita su rendimiento, Mary Luz fue retirada del Programa de Apoyo al Deportista, un hecho que evidencia la fragilidad del respaldo que reciben nuestros atletas. A pesar de estas adversidades, ambas lograron posicionarse entre las mejores del mundo, una muestra más de que el talento peruano brilla incluso en las circunstancias más difíciles. No menos destacables son los cuartos puestos de Kimberly García y César Rodríguez en la marcha de relevos, quienes demostraron que, independientemente de su posición final, han alcanzado un logro notable al clasificar a los Juegos Olímpicos. Este reconocimiento a su esfuerzo es esencial, pues cada uno de estos atletas no solo representa a sí mismo sino también a un país que busca su lugar en la escena deportiva mundial. La pregunta que surge es: ¿cómo podemos retribuir el esfuerzo de estos atletas y garantizar que surjan más como ellos? La respuesta recae en la necesidad de crear condiciones favorables para el desarrollo del deporte en el Perú. Esta tarea no es responsabilidad exclusiva del Estado; también es fundamental que la empresa privada participe activamente en el patrocinio y apoyo a nuestros deportistas. Aunque algunas marcas ya han comenzado a auspiciar a nuestros representantes, la realidad es que aún hay un largo camino por recorrer. Es imperativo que tanto la sociedad civil como las instituciones comprendan que el deporte no solo mejora la imagen del país, sino que es una herramienta poderosa para la formación integral de nuestros jóvenes, ayudándoles a adquirir valores fundamentales que pueden transformar vidas. Promover el deporte a nivel nacional no debe ser solo un objetivo olímpico, sino un compromiso permanente. La creciente participación en eventos como los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos de Lima 2019 demostró el inmenso potencial que tenemos cuando nos unimos en torno a una causa común. Los próximos Juegos Olímpicos de 2027 deben aprovecharse para impulsar una cultura deportiva que beneficie a todos, desde los más jóvenes hasta los atletas de élite. Al final del día, las historias de nuestros olímpicos deberían dejar de ser relatos de individuos que se forjan en soledad y convertirse en un símbolo de lo que se puede lograr cuando un país se une en pro de un mismo objetivo. Agradecemos a estos atletas por su inquebrantable espíritu y su dedicación, pues son ellos quienes nos inspiran a seguir adelante y a construir un futuro más prometedor para todos.