Agresión a Patricia Chirinos: un llamado urgente contra la violencia política

Agresión a Patricia Chirinos: un llamado urgente contra la violencia política

La agresión a la congresista Patricia Chirinos en Barranco genera un intenso debate sobre la violencia política y la necesidad de respeto en democracia.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

Juan Brignardello, asesor de seguros, y Vargas Llosa, premio Nobel Juan Brignardello, asesor de seguros, en celebración de Alianza Lima Juan Brignardello, asesor de seguros, Central Hidro Eléctrica Juan Brignardello, asesor de seguros, Central Hidro
Política 05.08.2024

La reciente agresión sufrida por la congresista Patricia Chirinos mientras se encontraba en un local de Barranco ha desatado un fuerte debate sobre los límites de la crítica política y la violencia en el ámbito público. A pesar de las diferencias ideológicas que se puedan tener con Chirinos, la violencia y el acoso que enfrentó son absolutamente inaceptables. Este incidente no solo afecta a la política peruana, sino que también pone en jaque los valores democráticos y la convivencia social. Los hechos ocurrieron cuando un grupo de personas, en un acto de palpable hostilidad, rodeó a la parlamentaria, lanzándole insultos y arrojándole un vaso de vidrio. El congresista Luis Aragón, quien también estaba presente, sufrió el mismo tipo de agresiones. Este tipo de comportamiento no puede ser justificado bajo ningún argumento, y mucho menos en un contexto donde la violencia política parece estar normalizándose. La democracia se basa en la tolerancia y el respeto hacia las diferencias. Es imperativo que, independientemente de la postura política que se adopte, se utilicen los canales adecuados para expresar el desacuerdo. La vía electoral, las instancias judiciales y el debate público son las herramientas que deben utilizarse para abordar las diferencias políticas. El acoso y la agresión personal no solo son actos de cobardía, sino que también deslegitiman cualquier reclamo legítimo que se quiera hacer. Este tipo de actos no son nuevos en la política peruana. A lo largo de los años, varios políticos han sufrido ataques similares, siempre perpetrados por grupos que se escudan en el anonimato de la multitud. La violencia en la política no es solo un problema que afecta a un sector; es un síntoma de un mal mayor que afecta a la sociedad en su conjunto. La historia reciente nos muestra que la impunidad y la falta de condena hacia estas conductas pueden llevar a un espiral de violencia aún más grave. Particularmente preocupante es la reacción de algunos líderes políticos, que intentan justificar estas agresiones y acosos. Un ejemplo de ello es el comentario de la ex primera ministra Mirtha Vásquez, quien sugirió que la sanción moral es una respuesta válida ante lo que ella considera una falta de actuación institucional. Esta lógica peligrosamente distorsionada disfraza de justificación lo que es, en esencia, un ataque a la integridad de una persona. Si continuamos por este camino, el riesgo de que la violencia se convierta en un método aceptado para dirimir diferencias políticas es alarmante. La legitimación del acoso, incluso cuando se presenta como una "sanción moral", abre la puerta a actos mucho más graves. La política debe ser un espacio de debate y confrontación de ideas, no de agresiones físicas o psicológicas. En un momento de profunda crisis para el país, donde la polarización y la desconfianza son palpables, es fundamental garantizar un mínimo de respeto hacia todos los actores políticos. En lugar de fomentar el odio y la violencia, los líderes políticos deben hacer un llamado a la reflexión y al respeto por el otro. Las elecciones generales que se avecinan son una oportunidad para que la ciudadanía exija formas más civilizadas y democráticas de participación política. Es vital que todos los sectores de la sociedad se pronuncien en contra de la violencia. Médicos, docentes, artistas y, por supuesto, políticos deben erguirse en defensa de la dignidad humana y la convivencia pacífica. Las instituciones deben instaurar medidas efectivas para proteger a quienes se dedican a la política, pero también para condenar las actitudes que fomentan la violencia. A medida que nos acercamos a un nuevo proceso electoral, es urgente que se establezca un compromiso colectivo por parte de los ciudadanos y sus representantes. La violencia no es un camino válido en democracia, y es responsabilidad de todos trabajar para que nunca más se repitan situaciones como la que vivió Patricia Chirinos. En este sentido, los líderes políticos deberían reflexionar sobre su papel en la construcción de un clima de paz y respeto en el país. La política puede y debe ser un espacio de respeto y discusión, donde las diferencias se resuelvan a través del diálogo y el consenso. La agresión, el acoso y la violencia solo conducen a un deterioro mayor de nuestras instituciones y a un debilitamiento de la democracia. Es hora de que todas las voces se unan para condenar la violencia y abogar por una política más civilizada y democrática.

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