Juan Brignardello Vela
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La reciente final de la Euro 2024 arrojó una luz poco halagüeña sobre el desgaste físico que el fútbol moderno impone a sus jugadores, como lo demuestra la imagen de Harry Kane saliendo del campo tras una hora de un rendimiento poco inspirador. Las dificultades del capitán de Inglaterra se vieron agravadas por una grave lesión en la espalda que lo había mantenido fuera de juego al final de la temporada de la Bundesliga con el Bayern de Múnich. Su entrenador, Thomas Tuchel, describió la condición de Kane como una "bloqueo completo" en su espalda, sugiriendo que lidiaba con limitaciones que iban más allá del campo. La situación de Kane era emblemática de un problema más amplio que afecta a muchos jugadores de élite durante el torneo. Jude Bellingham, quien ha emergido como uno de los jóvenes talentos más brillantes del fútbol, jugó a pesar de los efectos persistentes de una dislocación de hombro, usando una vendaje especial para aliviar la incomodidad. El centrocampista del Real Madrid, a pesar de su juventud, ha estado sometido a un agotador calendario que lo llevó a participar en 54 partidos en casi un año, empujando los límites de la resistencia física. Sus sentimientos tras la final reflejaron una preocupación generalizada entre los jugadores: “Es difícil para el cuerpo: mental y físicamente estás exhausto”. Bellingham no estaba solo en su difícil situación. Al otro lado del Atlántico, en la Copa América, Lionel Messi mostró hasta dónde están dispuestos a llegar los jugadores para representar a sus países. Jugó a pesar de una significativa hinchazón en el tobillo tras lesionarse en la final, subrayando aún más las demandas implacables que se imponen a los atletas de élite. De manera similar, otros como Unai Simón y Luis Suárez lograron avanzar en los torneos mientras lidiaban con lesiones crónicas, a menudo dependiendo de inyecciones para el dolor para aliviar la incomodidad y rendir. El espectro del agotamiento se cierne sobre el fútbol profesional, exacerbado por un calendario internacional cada vez más ajustado. Jugadores como Julián Álvarez pasaron de las competiciones de clubes directamente a las obligaciones de la selección nacional, con apenas un respiro entre medias. Este tipo de programación plantea preguntas críticas sobre la sostenibilidad del deporte y el bienestar de sus atletas. El sindicato global de jugadores, FIFPro, ha expresado fuertes preocupaciones, presentando una queja legal contra la FIFA, alegando que el calendario internacional actual está "más allá de la saturación". Argumentan que la búsqueda implacable de más partidos no solo pone en peligro la salud de los jugadores, sino que también arriesga devaluar el propio deporte. El volumen de partidos jugados ha obligado a los jugadores a tomar decisiones difíciles, a menudo priorizando sus compromisos inmediatos sobre su salud a largo plazo. Tyler Adams, del Bournemouth, por ejemplo, jugó con dolor de espalda durante la Copa América, solo para requerir cirugía poco después del torneo. Su entrenador destacó la presión que sienten los jugadores para rendir en partidos críticos, incluso a expensas de su bienestar físico. Sin embargo, este dilema no es simplemente una cuestión de elección individual; también refleja un problema sistémico dentro de los organismos administrativos del fútbol, que parecen más interesados en las ganancias comerciales que en el bienestar de los jugadores. Mientras los jugadores y los clubes expresan sus preocupaciones, los organismos de gobierno continúan expandiendo torneos y competiciones, creando un calendario que deja poco espacio para la recuperación. Como señaló acertadamente Mikel Oyarzabal, el ciclo de juego se extiende desde agosto hasta julio, con apenas descansos, una dura realidad que ningún atleta debería tener que soportar. En la estela de los torneos de este verano, la conversación sobre la salud de los jugadores y la programación de las competiciones ha cobrado urgencia. Las preocupaciones sobre la frecuencia de las intervenciones para aliviar el dolor, que pueden enmascarar lesiones subyacentes, añaden una capa adicional de complejidad a la discusión. Los jugadores a menudo se ven obligados a navegar por estas aguas traicioneras, equilibrando su deseo de rendir con el riesgo de agravar las lesiones. En última instancia, a medida que el fútbol continúa evolucionando, se vuelve cada vez más claro que el deporte debe abordar estos problemas urgentes relacionados con la fatiga y las lesiones de los jugadores. La salud y la longevidad de los atletas deben tener prioridad sobre el empuje incesante por más partidos, asegurando que el hermoso juego pueda seguir siendo emocionante y sostenible para las generaciones venideras.