Pitada a Trump en el himno para no volver a aparecer

Pitada a Trump en el himno para no volver a aparecer

El presidente fue silbado cuando le enfocaron las cámaras

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Política 13.07.2025

La reciente final entre Chelsea y PSG en el MetLife Stadium se convirtió en un escenario inesperado para una serie de eventos que, lejos de centrarse en el fútbol, pusieron a Donald Trump nuevamente en el centro de atención. Aunque el expresidente de los Estados Unidos no era el protagonista de la jornada, su presencia generó una respuesta contundente por parte de los aficionados, dejando claro que su figura sigue polarizando a la sociedad estadounidense.


En los minutos previos al inicio del partido, la seguridad en el estadio fue abrumadora, un indicativo de la relevancia que Trump aún tiene en el imaginario colectivo. Con una multitud de seguidores y detractores, su figura se hizo notar, incluso en un evento que, por su naturaleza, debería haberse centrado en el fútbol. La decisión del realizador televisivo de enfocar el palco presidencial durante el himno nacional fue un momento crucial que evidenció esta dinámica.


Cuando el himno sonó, el MetLife Stadium vivió una escena que seguramente muchos no habían anticipado. Los silbidos resonaron en el aire, una reacción mayoritaria de los presentes que dejaron claro su descontento hacia el exmandatario. Esa pitada, un símbolo de rechazo, se convirtió en un eco de las divisiones que persisten en el país. Tras este incidente, Trump no volvió a aparecer en las pantallas, una decisión que seguramente fue tomada tanto por el equipo de producción como por la necesidad de evitar más confrontaciones.


Una vez finalizado el himno, la atención se desvió rápidamente al verdadero espectáculo: el fútbol. El partido prometía ser un enfrentamiento emocionante entre dos gigantes del deporte, pero el eco de la pitada aún resonaba en el ambiente. El evento deportivo se vio envuelto en un aura de espectáculo, con actuaciones de artistas como Robbie Williams y Laura Pausini que añadieron un toque de glamour a la velada.


El estadio, que albergaba a miles de aficionados, vio cómo la mayoría de las gradas estaban ocupadas por seguidores del Chelsea, creando un ambiente vibrante y lleno de energía. Era un recordatorio de que, a pesar de las controversias políticas, el fútbol tiene la capacidad de unir a las personas, al menos temporalmente, en torno a una pasión común. La atmósfera era la de un campeonato del mundo o incluso de un Super Bowl, donde el fervor de los hinchas se apoderó del estadio.


Sin embargo, la breve interrupción provocada por la presencia de Trump puso de manifiesto cómo la política puede infiltrarse en los ámbitos más insospechados. No es la primera vez que la figura del exmandatario se convierte en un tema de conversación en eventos deportivos, pero esta ocasión fue particularmente notable por la contundente respuesta del público.


La polarización que rodea a Trump es un fenómeno que no parece tener fin. A medida que el país se adentra en un ciclo electoral, es probable que su figura siga siendo un punto de discordia, generando tanto fervor como rechazo. Esta situación invita a una reflexión más profunda sobre la relación entre el deporte y la política, y cómo ambos pueden influenciarse mutuamente.


El meticuloso despliegue de seguridad y la atención mediática que acompañaron su presencia reflejan su continua relevancia en la agenda pública. Aunque su aparición no tuvo un impacto directo en el partido, sí sirvió como un recordatorio del poder que puede tener un individuo en eventos que deberían ser apolíticos.


La final entre Chelsea y PSG, aunque celebrada como un gran evento deportivo, se convirtió en un escenario donde las tensiones políticas emergieron de forma inesperada. A medida que el mundo sigue observando, la pregunta que queda en el aire es: ¿cuánto tiempo más seguirá la figura de Trump influyendo en la cultura estadounidense, incluso en los lugares donde menos se le espera?

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