Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La reciente Cumbre del Clima en Bakú ha culminado con la aprobación de un mercado global de carbono, bajo la regulación de la ONU, y un acuerdo significativo sobre la financiación climática. Este acuerdo, que ha sido resultado de intensas negociaciones durante más de dos semanas, refleja la creciente presión sobre los países desarrollados para que asuman un rol más activo en la lucha contra el cambio climático y brinden apoyo a las naciones en desarrollo que enfrentan las peores consecuencias de este fenómeno global. A lo largo de la cumbre, casi 200 países acordaron no solo frenar el calentamiento global, sino también ayudar financieramente a aquellos países que son más vulnerables a los embates del clima. Desde 2020, se había establecido un compromiso de 100.000 millones de dólares anuales por parte de las naciones desarrolladas; sin embargo, esta cifra ha quedado desactualizada frente a las nuevas demandas. En este contexto, el acuerdo final estipula que los países desarrollados deben aportar al menos 300.000 millones de dólares anuales a partir de 2035. No obstante, esta cifra ha sido calificada de insultante por muchos de los países menos desarrollados, que inicialmente exigían un total de 1,3 billones de dólares. La situación se tornó tensa durante la cumbre, especialmente cuando algunos países en desarrollo, como los del grupo africano y la Alianza de Pequeños Estados Insulares, abandonaron las negociaciones en protesta por la falta de avances. Su frustración era palpable, ya que consideraban que sus necesidades y exigencias estaban siendo ignoradas. Cedric Schuster, presidente de la alianza, subrayó que el proceso debería ser inclusivo y advirtió que la falta de atención a sus demandas dificultaba su participación en la COP29. A pesar de la tensión, se llevaron a cabo reuniones bilaterales que finalmente lograron llevar a los representantes de vuelta a la mesa de negociaciones. Sin embargo, el acuerdo alcanzado fue visto con escepticismo. El representante de Vanuatu, un estado insular vulnerable, expresó que los compromisos adquiridos no eran suficientes para abordar la crisis climática. Asimismo, Bolivia y la India manifestaron su descontento, reclamando una mayor ambición y compromiso por parte de los países desarrollados. El comisario de la UE para el Clima, Wopke Hoekstra, ofreció una visión más optimista, sugiriendo que la COP29 podría ser recordada como el inicio de una nueva era para las finanzas climáticas. Sin embargo, la disparidad entre las aspiraciones de los países en desarrollo y las ofertas de los países desarrollados sigue siendo un tema de preocupación y debate. En paralelo a las discusiones sobre financiación, la cumbre también estableció un mercado global de carbono, lo que representa un paso importante en la lucha contra el cambio climático. Esta medida ha sido considerada menos problemática en comparación con las cuestiones de financiación, aunque aún quedan detalles técnicos por definir hasta 2025. A través de este mercado, se espera que se generen créditos de carbono que se pueden comercializar, lo que permitiría a los países y empresas compensar sus emisiones mediante la inversión en proyectos de sostenibilidad, como la reforestación. El jefe climático de la ONU, Simon Stiell, destacó que este mercado no es simplemente un mecanismo burocrático, sino una herramienta que puede acelerar la implementación de los planes climáticos de los países. Con un valor potencial de 250.000 millones de dólares al año para 2030, y la capacidad de compensar 5.000 millones de toneladas métricas de emisiones de carbono, la creación de este mercado representa una oportunidad significativa para las naciones que buscan cumplir con sus objetivos climáticos. A medida que los países comienzan a explorar las oportunidades que presenta este mercado regulado por la ONU, se espera que la colaboración entre naciones desarrolle modelos de financiación innovadores, lo que podría ayudar a cerrar la brecha financiera que actualmente existe. La comunidad internacional ha mostrado un creciente interés por el comercio bilateral de emisiones, lo que podría facilitar la financiación de proyectos en países en desarrollo. No obstante, a pesar de estos avances, la emergencia climática requiere acciones más contundentes y coordinadas. La COP29 ha dejado claro que, aunque se han dado pasos hacia adelante, la lucha contra el cambio climático necesita un nuevo nivel de ambición y compromiso por parte de todos los países. La continuidad de los esfuerzos y el fortalecimiento de la cooperación internacional son esenciales para garantizar que las promesas se traduzcan en acciones efectivas que realmente beneficien a los países más vulnerables y impactados por el cambio climático.