Bukele cumple seis años en el poder: autoritarismo y represión en El Salvador

Bukele cumple seis años en el poder: autoritarismo y represión en El Salvador

Uno de los políticos más influyentes del mundo celebra su sexto aniversario en un momento de auge del autoritarismo. Su estrategia ha sido desmantelar uno a uno los estamentos del poder

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

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Mundo 27.06.2025

Este domingo, el presidente salvadoreño Nayib Bukele se encuentra en un momento histórico al cumplir seis años en el poder, marcados por una evolución hacia un estilo de liderazgo cada vez más autoritario. Desde su llegada a la presidencia, Bukele ha consolidado su figura como el líder indiscutible del país, reformulando las instituciones y desmantelando la oposición. Sin embargo, su mandato ha sido objeto de críticas tanto a nivel nacional como internacional por la represión de voces disidentes y la creciente falta de libertades.


En el contexto actual, más de 2.6% de la población adulta de El Salvador se encuentra encarcelada, un impacto alarmante que refleja las políticas de seguridad implementadas por Bukele, especialmente el régimen de excepción. Este régimen, declarado en respuesta a una ola de violencia, ha sido utilizado para encarcelar a miles de personas, generando un clima de miedo y represión. Recientes encuestas indican que el 74% de la población teme expresar sus opiniones, aunque paradójicamente, el presidente goza de un 80% de apoyo popular. Esta dualidad señala la complejidad de la situación política en el país, donde la aprobación se entrelaza con la coacción.


La trayectoria política de Bukele ha sido meteórica. De publicista y gerente de una discoteca a presidente, su ascenso fue habilitado por una mezcla de carisma y estrategia política. Su alianza con las pandillas en sus primeros años ha sido objeto de escrutinio, con investigaciones que sugieren un pacto que le permitió establecer control en San Salvador. La ruptura de este pacto en 2022, tras un brote de violencia, llevó a Bukele a implementar medidas drásticas que resultaron en un enfoque represivo hacia estas organizaciones.


Con el control de la Asamblea Legislativa y el poder judicial, Bukele ha destituido a magistrados y fiscales que representaban una amenaza a su gobierno, reconfigurando el panorama político de El Salvador. En un movimiento audaz, su partido, Nuevas Ideas, se ha consolidado como el principal actor en la política salvadoreña, mientras que los partidos tradicionales, como el FMLN y ARENA, han visto su poder erosionarse. La administración de Bukele ha utilizado tácticas de asfixia financiera y represión para desmantelar a los opositores, llevando al exilio a varios de sus líderes.


La transformación económica de El Salvador, bajo el liderazgo de Bukele, ha estado marcada por la atracción de nuevas inversiones, especialmente en el sector de criptomonedas. Sin embargo, esta nueva élite empresarial ha reemplazado a la histórica, llevando a un desplazamiento de grupos económicos tradicionales que han sido hostigados y acusados de corrupción. La recaudación fiscal ha aumentado, pero a costa de crear un entorno hostil para quienes antes eran actores fundamentales en la economía del país.


A su vez, la administración de Bukele ha buscado desmantelar otros contrapesos de poder, como los sindicatos y la universidad pública. Estas acciones han contribuido a un debilitamiento de las organizaciones que históricamente han defendido los derechos laborales y académicos. Las políticas educativas y laborales han sido rediseñadas, dejando a la Universidad de El Salvador en una situación crítica, con problemas financieros severos que afectan su operatividad.


El control sobre los medios de comunicación se ha intensificado, con periodistas y defensores de derechos humanos enfrentando un clima de hostigamiento y amenazas. La persecución de voces críticas ha llevado a una situación alarmante para la libertad de prensa, especialmente para medios como El Faro, que han sido objeto de acusaciones infundadas. La huida de periodistas del país es un síntoma del Estado de represión que se vive en El Salvador, donde la crítica al régimen se paga con consecuencias severas.


A pesar de mantenerse como una figura popular, el giro hacia un estilo de gobierno más autoritario podría tener repercusiones negativas si su apoyo empieza a disminuir. La administración de Bukele ha construido un sistema que depende en gran medida de su figura, y la lealtad de la población podría verse afectada ante un deterioro de la situación económica o social. Las recientes detenciones de líderes comunitarios y activistas sugieren que el camino de la represión podría intensificarse si Bukele siente que su poder se ve amenazado.


Al mirar hacia el futuro, El Salvador se encuentra en un cruce de caminos. Si bien Bukele ha logrado una popularidad notable y ha implementado cambios significativos en la estructura política y social del país, los costos de su autoritarismo podrían ser altos. La historia reciente nos recuerda que el poder absoluto no se sostiene sin oposición y que el descontento puede surgir cuando menos se espera.


En este contexto, es fundamental que la comunidad internacional mantenga un ojo crítico sobre los acontecimientos en El Salvador. La defensa de los derechos humanos y la libertad de expresión debe ser una prioridad, no solo para proteger a quienes se oponen al régimen, sino también para garantizar un futuro democrático y justo para la población salvadoreña. La celebración del sexto aniversario de Bukele como presidente no debería ser solo un momento de festejo, sino también una oportunidad para reflexionar sobre el estado de la democracia en El Salvador y el futuro que sus ciudadanos merecen.

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