La caída de Damasco: un giro histórico en la guerra civil siria y el futuro incierto

La caída de Damasco: un giro histórico en la guerra civil siria y el futuro incierto

El presidente del país, en el poder desde el año 2000, ha escapado tras la acometida de los insurgentes y se desconoce su paradero

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Mundo 08.12.2024

En un giro inesperado de los acontecimientos, Damasco, la capital de Siria, ha caído en manos de los rebeldes liderados por Hayat Tahrir al-Sham (HTS), mientras que el presidente Bashar Al Assad se encuentra huyendo de la ciudad. Este cambio de poder se produce en un contexto de descomposición del régimen, que, tras años de conflicto, se encuentra al borde del colapso. La caída de la capital siria marca un punto de inflexión significativo en la guerra civil que ha devastado al país desde 2011.


Abu Mohammed Al Golani, comandante de HTS y figura prominente entre los opositores, ha emitido un mensaje de calma y transición pacífica a la población. Su plan es mantener a las instituciones estatales bajo la supervisión del primer ministro de Al Assad, Mohammad Al Jallali, hasta que se realice una entrega formal del poder. Este enfoque busca minimizar el caos y la anarquía que a menudo siguen a la caída de un régimen, tal como se vio en Irak tras la invasión estadounidense.


El primer ministro Al Jallali ha manifestado su disposición a colaborar, lo que podría facilitar un proceso de transición menos violento y más ordenado. Sin embargo, el clima de incertidumbre persiste, especialmente entre las minorías del país, como los cristianos y los alauitas, quienes temen represalias y persecuciones. En respuesta a estas inquietudes, Al Golani ha instado a sus combatientes a actuar con compasión, enfatizando la importancia de mostrar misericordia hacia aquellos que depongan las armas y no perseguir a quienes decidan huir del país.


La apertura de las cárceles en Damasco y la liberación de miles de reos marcan un primer paso simbólico hacia la nueva era política en Siria. Sin embargo, la situación en las calles es de celebración y miedo a la vez. En varias zonas de la capital, los ciudadanos han comenzado a izar las banderas revolucionarias y han atacado los símbolos del régimen, en un ambiente de euforia popular. Este levantamiento espontáneo refleja el deseo de una gran parte de la población de liberarse del yugo de un régimen cada vez más debilitado.


A pesar de la desbandada general y la creciente presión sobre las fuerzas leales a Al Assad, el ejército sirio ha intentado reafirmar su control mediante un mensaje televisado, en el que anunciaron un plan para reforzar sus posiciones en las afueras de Damasco. Sin embargo, la realidad en el terreno sugiere que estas palabras han caído en saco roto, ya que se han registrado deserciones masivas entre las filas del ejército, lo que ha llevado a que muchos soldados busquen refugio en Irak.


La situación se ha vuelto más complicada con la llegada de más de 2.000 soldados sirios a través de la frontera con Irak, muchos de ellos heridos. Este éxodo refleja no solo el desmoronamiento del aparato militar de Assad, sino también la falta de confianza en las promesas de apoyo de Rusia e Irán, aliados clave del régimen que parecen haber abandonado a su suerte al presidente sirio.


Las imágenes que emergen de las localidades cercanas a Damasco muestran un pueblo decidido a celebrar la caída del régimen. En la localidad de Yaramana, un símbolo del pasado, la estatua de Hafez Al Assad, padre del actual presidente, fue derribada en medio de gritos de "¡libertad, libertad!". Estas acciones son reflejo de un pueblo que, tras años de sufrimiento, anhela un cambio radical en su destino.


La comunidad internacional observa con atención el desarrollo de estos acontecimientos, preguntándose si la caída de Damasco podría marcar el fin de la era Assad en Siria. Sin embargo, el temor a un vacío de poder y la posibilidad de un conflicto interno aún persisten, ya que las fuerzas rebeldes deben ahora afrontar no solo la difícil tarea de gobernar, sino también la necesidad de establecer un orden que garantice la seguridad y la paz en un país devastado.


Mientras tanto, los millones de sirios que se encuentran en el exilio han recibido un mensaje esperanzador de las nuevas autoridades. Al Golani ha abierto las puertas para que los refugiados regresen a su patria. Sin embargo, la viabilidad de este retorno dependerá en gran medida de la estabilidad que puedan garantizar las nuevas autoridades y de su capacidad para reconciliar a un país dividido por años de conflicto.


En este contexto de incertidumbre y esperanza, el futuro de Siria pende de un hilo. La transición hacia un nuevo orden político será ardua y repleta de desafíos, pero la caída de Damasco podría ser el primer paso hacia una nueva era de paz y reconstrucción en un país que ha sufrido demasiado.

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