Edmundo González, El Asad y el 10 de enero en Venezuela

Edmundo González, El Asad y el 10 de enero en Venezuela

Si alguien duda de que también en Venezuela los acontecimientos pueden precipitarse con un cambio de dirección repentino, solo tiene que pensar en Siria, un país lejano geográficamente, pero muy cercano en términos del ejercicio de un poder brutal

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Mundo 13.12.2024

Los acontecimientos políticos recientes en Siria han generado preocupación y esperanza en la oposición venezolana, que observa con atención el desenlace de la situación del dictador Bachar El Asad. El asedio al que se enfrenta El Asad, quien ha mantenido su régimen a través de una brutal represión, resuena con la realidad de Venezuela, donde Nicolás Maduro ha afianzado su control mediante tácticas similares. La fecha del 10 de enero se convierte así en un símbolo de esperanza, ya que Edmundo González Urrutia, quien ganó las elecciones del 28 de julio, debería tomar posesión como presidente constitucional, si no fuera por el aparente robo electoral perpetrado por Maduro.


La historia política de Venezuela está marcada por ciclos de represión y resistencia, y el caso de El Asad evoca la memoria del derrocado dictador Marcos Pérez Jiménez, quien, tras un fraude y una conspiración cívico-militar, huyó en 1958 dejando un país en busca de libertad. No obstante, el camino hacia la transición democrática en Venezuela es complejo y está plagado de obstáculos. La represión que ha desatado Maduro desde las elecciones ha hecho que las posibilidades de que González Urrutia se juramente sean mínimas, con órdenes de captura en su contra y una oposición que vive bajo la constante amenaza de la persecución.


El 10 de enero no solo es una fecha simbólica, sino que representa un posible punto de inflexión en el régimen madurista, que se convertiría en un gobierno de facto si desatiende el resultado electoral. Este cambio podría enviar un mensaje potente dentro de las Fuerzas Armadas, cuya lealtad a Maduro es, según algunas fuentes, más frágil de lo que parece. La oposición está trabajando para crear fisuras en este apoyo militar, esencial para el mantenimiento del poder chavista.


En el ámbito internacional, la situación también está en constante evolución. La elección de Donald Trump y los cambios en la política de Estados Unidos pueden ofrecer un nuevo contexto favorable para la oposición. Con el regreso de figuras como Marco Rubio y Christopher Landau, hay esperanzas de que se reanude un enfoque más decidido hacia Venezuela. La presión sobre el régimen podría intensificarse, y muchos ven en esta coyuntura una oportunidad histórica para forzar una transición democrática.


El primer desafío para González Urrutia y su equipo es mantener la presión interna y externa sin comprometer la seguridad de sus líderes. La clandestinidad de María Corina Machado y las amenazas contra su equipo son ejemplos de cómo la represión ha tenido un efecto paralizante, pero también se ha convertido en una fuente de resistencia. La comunidad internacional ha comenzado a notar la importancia de la situación en Venezuela, lo que podría traducirse en un mayor apoyo a los esfuerzos por restablecer la democracia.


A medida que se acerca el 10 de enero, las tensiones crecen. La posibilidad de que un acuerdo con Maduro permita una transición pacífica es incierta. Sin embargo, la determinación de González Urrutia de regresar y asumir su cargo refleja un compromiso con el mandato popular del 28 de julio. Esta promesa no solo es un acto simbólico, sino una afirmación de que el cambio es posible, y que el pueblo venezolano no está dispuesto a rendirse.


Es vital que la oposición y sus líderes mantengan la claridad sobre sus objetivos y la estrategia para presionar al régimen. La experiencia de otros países en situaciones similares, como el caso de Guatemala, puede servir de guía. La presión internacional combinada con la movilización interna podría ser el catalizador necesario para provocar el cambio que millones de venezolanos anhelan.


A pesar de la incertidumbre que rodea el futuro, es evidente que la fecha del 10 de enero no es solo un hito en el calendario, sino un momento crucial en la lucha por la democracia en Venezuela. La historia ha demostrado que los vientos pueden cambiar rápidamente, y lo que parece un callejón sin salida puede transformarse en una oportunidad. La voluntad del pueblo venezolano es fuerte, y la historia de lucha y resistencia está en juego.


El eco de las celebraciones en Siria, ante la posible caída de El Asad, puede servir como un poderoso recordatorio para los venezolanos. La esperanza de volver a un país libre y democrático está viva, y aunque el camino sea incierto, la lucha por la justicia y la libertad sigue siendo el faro que guía a la oposición en su enfrentamiento con la tiranía. La presión, tanto interna como externa, es esencial, y cada paso hacia adelante se construye sobre el anhelo colectivo de un futuro mejor.

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