
Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.




Un potente terremoto de magnitud 7,7 ha sacudido este viernes el sudeste asiático, afectando severamente a Myanmar y Tailandia. Con una profundidad de tan solo 10 kilómetros, el seísmo ha causado al menos 150 muertes, de las cuales más de 140 corresponden a Myanmar, según informes de la televisión estatal birmana. Los heridos superan los 700, y las labores de rescate están en marcha en medio de una situación caótica, especialmente en Mandalay, la segunda ciudad más grande del país.
El epicentro del terremoto se localizó en el noroeste de Myanmar, lo que provocó un pánico generalizado en lugares lejanos como Yangón y Bangkok, la capital tailandesa. En Bangkok, el colapso de un edificio en construcción ha dejado al menos ocho muertos y decenas de desaparecidos, mientras que en Mandalay las autoridades informan que los daños son significativos y el número de víctimas podría aumentar drásticamente. Un miembro del equipo de rescate en Mandalay señaló que “los daños son enormes” y que la situación es grave.
La junta militar que gobierna Myanmar ha declarado el estado de emergencia en seis regiones, incluyendo Mandalay y la capital, Naipyidó. Sin embargo, la efectividad de esta declaración es incierta, dado que el país ha estado bajo un régimen de excepción desde el golpe de Estado en 2021. El conflicto civil que azota el país complicará aún más la llegada de ayuda humanitaria. A pesar de esto, el portavoz de la junta militar, el general Zaw Min Tun, ha hecho un llamado inusual a la comunidad internacional para que brinde asistencia, indicando que hay una creciente necesidad de reservas de sangre y otros suministros médicos.
La falta de comunicación es uno de los principales obstáculos que enfrentan los equipos de rescate, ya que las redes de telecomunicaciones han sufrido daños significativos. Kyi Minn, director de la ONG World Vision en Myanmar, ha resaltado que las infraestructuras de transporte también se han visto gravemente afectadas, dificultando la movilización de ayuda. La carretera principal que conecta Yangón con Naypidó y Mandalay ha sufrido importantes destrozos, y hay informes no confirmados sobre el colapso de la torre de control del aeropuerto de Mandalay.
En Tailandia, la situación también es crítica. La primera ministra Paetongtarn Shinawatra ha informado que varios edificios en construcción han colapsado, y aunque han comenzado las labores de normalización, la cantidad de desaparecidos sigue generando preocupación. La mandataria aseguró que no hay riesgo de tsunami y que las réplicas del sismo son manejables, instando a los residentes a regresar a sus hogares, aunque muchos aún permanecen inquietos.
Testigos en Mandalay han descrito una escena de devastación, con edificios colapsados y calles dañadas. Un residente anónimo relató que “parece una ciudad destruida”, con incendios y falta de electricidad en diversas áreas. En Yangón, las autoridades están buscando víctimas entre los escombros, mientras los habitantes, aterrorizados, abandonaban los edificios al sentir las sacudidas.
La magnitud del desastre ha llevado a la comunidad internacional a prestar atención. El análisis del Gobierno de Estados Unidos, basado en la fuerza del seísmo, sugiere que las cifras de víctimas y daños económicos podrían ser alarmantes en las regiones más afectadas. La advertencia del geofísico William Yeck, que compara este evento con el devastador terremoto que afectó a Turquía y Siria en 2023, subraya la gravedad de la situación. Este terremoto en particular es considerado un evento de alto impacto debido a la alta densidad de población y la vulnerabilidad de las infraestructuras en Myanmar.
La historia sísmica de Myanmar, ubicada sobre la falla de Sagaing, se encuentra marcada por eventos devastadores. La precariedad de las construcciones urbanas, unida a la falta de planificación efectiva, convierte al país en un escenario propenso a desastres naturales. A medida que los equipos de rescate continúan su trabajo en condiciones difíciles, la necesidad de una respuesta humanitaria efectiva se vuelve cada vez más urgente.
La comunidad internacional se enfrenta a un gran reto, no solo por la magnitud del desastre, sino por el contexto político en el que se desarrolla. La combinación de un gobierno militar inestable y una guerra civil en curso añade una capa de complejidad a la ya crítica situación humanitaria. Mientras tanto, la población afectada espera ansiosamente la llegada de ayuda y asistencia en un momento de profunda necesidad.
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