Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
Los recientes hallazgos en el hospital Mujtahid de Damasco han expuesto una de las etapas más atroces de la guerra civil siria y la brutalidad del régimen de Bashar al-Assad. Con la caída del dictador, la esperanza de muchas familias que han perdido a sus seres queridos comienza a tomar forma en medio de la tragedia. Alrededor de 35 cadáveres, desgastados y maltratados, han sido recuperados, y con ellos surge la desesperada búsqueda de respuestas por parte de los que aún anhelan saber lo que ocurrió con sus seres queridos. La morgue, un espacio sombrío iluminado con luces fluorescentes, es el escenario donde se cruzan el dolor y la búsqueda de la verdad. Las familias, muchas de las cuales han esperado años, incluso décadas, se agrupan en torno a los cuerpos, iluminando con sus teléfonos móviles a los muertos en un intento de reconocer rasgos familiares. Sin embargo, lo que encuentran son cuerpos marcados por evidentes signos de tortura, un recordatorio escalofriante del sufrimiento infligido por el régimen. El lamento de una mujer que busca a su madre desaparecida hace 14 años resuena en la morgue: “¿Dónde están?”, repite, como un eco de la angustia colectiva que ha marcado a la sociedad siria. Estas preguntas son un recordatorio de que, más allá de los números y las estadísticas, hay historias humanas devastadas por la violencia. Cada cuerpo representa no solo una vida perdida, sino también a una familia desgarrada por el dolor y la incertidumbre. El Dr. Ahmed Abdullah, quien trabaja en la morgue, no puede contener su indignación al ver los cuerpos. Su declaración, “Este es el crimen del régimen: la forma en que torturaron a la gente”, refleja un sentimiento que se repite entre los presentes. La magnitud de la brutalidad de Assad ha sido documentada a lo largo de los años, pero el impacto de estos hallazgos reafirma la necesidad de rendición de cuentas. La tortura que se infligió a muchos detenidos no tiene comparación, ni siquiera en los tiempos más oscuros de la historia. A medida que las emociones se intensifican en la morgue, la ira hacia Assad y su régimen se vuelve palpable. Una madre, que lleva años sin noticias de su hijo, clama por justicia de una manera desgarradora. “Espero que arda, como quemó mi corazón”, dice con desesperación, ilustrando el profundo sufrimiento que ha causado el régimen en la vida de los sirios. Esta rabia se ha acumulado durante años, y ahora, con la caída de Assad, podría encontrar un canal para desbordarse. Los hallazgos en la morgue no son un hecho aislado; son una parte de un sistema más amplio de opresión y violencia. Un desertor que trabajó como fotógrafo en la Policía Militar siria reveló en 2014 la existencia de casi 27,000 imágenes que documentaban la brutalidad del régimen. Las imágenes, que muestran cuerpos con signos de inanición y tortura, son un testimonio escalofriante de lo que muchos ya sabían pero que ahora se confirma de manera irrefutable. La búsqueda de justicia se extiende más allá de los cuerpos encontrados. Archivos de prisioneros y documentos que detallan las atrocidades cometidas durante el régimen se han convertido en una prioridad para los investigadores. Las pruebas de abusos sistemáticos han sido recopiladas, y muchos esperan que estas evidencias sirvan como base para la rendición de cuentas. Las paredes de las celdas, cubiertas de graffitis y nombres, son un rastro dejado por los desaparecidos, una última señal que clama por ser escuchada. El sufrimiento de los detenidos no se limita a la muerte; también abarca la violencia física y psicológica a la que fueron sometidos. Testimonios de exdetenidos revelan una realidad de golpizas, torturas y abusos sistemáticos que, según informes de la ONU, han dejado una huella indeleble en la historia del país. Estas experiencias son parte de un legado de terror que muchos aún llevan consigo. Mientras la comunidad internacional observa, los sirios esperan que estos hallazgos no solo traigan respuestas a las familias, sino que también marquen el comienzo de un proceso de sanación. La lucha por la justicia se ha intensificado, y la necesidad de rendir cuentas por los crímenes de guerra se ha convertido en un grito colectivo. La esperanza de que la verdad se imponga es lo que alimenta la resistencia a seguir buscando justicia, incluso en medio del dolor más profundo. La revelación de estos cadáveres no solo representa una tragedia personal para las familias, sino que también simboliza la necesidad urgente de una reflexión más amplia sobre el pasado de Siria. Cada vida perdida es un recordatorio de que la historia no debe ser olvidada, y que la búsqueda de justicia es un camino que, aunque lleno de obstáculos, es fundamental para el futuro del país. Las familias que han perdido tanto merecen respuestas, y el mundo debe prestar atención a su clamor por justicia y verdad.