Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La reciente presentación del informe Draghi ha encendido un debate crucial sobre el futuro de la tecnología en Europa. El diagnóstico es claro: el continente se encuentra en una posición de desventaja frente a potencias como Estados Unidos y China, dejando a la Unión Europea (UE) en una situación crítica. Según el informe, Europa depende de terceros países para el 80% de sus productos, servicios e infraestructuras digitales, lo que subraya la urgencia de una respuesta integral. La propuesta de Mario Draghi, expresidente del Banco Central Europeo, se articula en dos ejes fundamentales: la inyección masiva de capital y un enfoque regulatorio renovado. Para abordar la falta de competitividad, el informe aboga por una inversión anual de 800.000 millones de euros, lo que representa cuatro veces el Plan Marshall. Esta inyección de capital no solo busca financiar sectores productivos clave, sino también sustituir las ayudas estatales por subvenciones europeas, lo que se considera menos distorsionante y más beneficioso para el mercado único. La magnitud de la inversión necesaria es abrumadora; Draghi estima que se requerirán entre dos y cuatro billones de euros hasta 2040. Sin embargo, el informe no ofrece claridad sobre cómo se generará este capital o cómo se fomentará la inversión privada, que actualmente representa el 67% del total dedicado a investigación y desarrollo en la UE. Además de la inversión, el informe plantea la necesidad de revisar la normativa, especialmente el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD). Si bien se considera un estándar mundial en materia de privacidad, su complejidad ha sido un obstáculo para las grandes empresas tecnológicas que buscan innovar. El informe sugiere que una interpretación más flexible de estas normativas podría facilitar el crecimiento empresarial, aunque no se detallan las implicaciones de esta propuesta. A medida que se plantea un escenario de colaboración entre los Estados miembros, la preocupación es evidente. Europa cuenta con 34 operadores de telecomunicaciones en un mercado de 450 millones de consumidores, mientras que EE.UU. y China tienen solo unos pocos. Esta fragmentación dificulta el acceso a tecnologías avanzadas como la fibra óptica y el 5G, lo que, a su vez, limita la capacidad de las empresas europeas para competir en un entorno global. La situación es aún más alarmante en el ámbito de la inteligencia artificial y la computación. Europa solo representa el 12% del gasto en I+D entre las empresas líderes en hardware, en comparación con el 40% de EE.UU. y el 19% de China. Este desbalance no solo afecta la creación de plataformas tecnológicas de alcance global, sino que también pone en riesgo la infraestructura de computación en la nube y la computación cuántica, dos áreas que son vitales para el futuro tecnológico del continente. El informe no solo critica la falta de empresas de IA en Europa, también señala que la complejidad de las regulaciones actuales podría estar sofocando la innovación. La reciente carta de empresas como Meta y Spotify, en la que demandan una “certidumbre regulatoria” en torno a la IA, resuena con las recomendaciones del informe Draghi. Estas compañías argumentan que la UE debe encontrar un equilibrio entre proteger a sus ciudadanos y fomentar la innovación para no quedarse atrás. La cuestión de los semiconductores emerge como otra área crítica. La UE carece de empresas relevantes en esta industria estratégica, lo que plantea serios desafíos a largo plazo. Draghi sugiere la creación de un presupuesto específico para el desarrollo de semiconductores, aunque reconoce que este sector requiere no solo inversión, sino también equipamiento de vanguardia y mano de obra altamente especializada. A pesar de la ambición del plan, algunos analistas lo consideran poco realista. La heterogeneidad en el desarrollo tecnológico entre los 27 Estados miembros de la UE puede dificultar la implementación de una hoja de ruta unificada. La falta de consenso sobre cómo abordar las inversiones y la regulación puede llevar a que las propuestas de Draghi se queden en meras intenciones. Sin embargo, hay quienes ven en el informe una oportunidad para establecer un marco regulador que beneficie a todas las empresas europeas. La posibilidad de condicionar las subvenciones a la interoperabilidad podría estimular la competencia y, a su vez, fortalecer el sector tecnológico. La disposición de la UE para regular en favor de la apertura y la interoperabilidad se presenta como una ventaja competitiva que podría, en el largo plazo, beneficiar al conjunto del continente. En conclusión, el informe Draghi es un llamado a la acción. La situación actual de la tecnología en Europa exige una respuesta audaz y coordinada. Si bien las propuestas son ambiciosas, su éxito dependerá de la voluntad de los Estados miembros para colaborar en la creación de un ecosistema tecnológico robusto y competitivo. La pregunta permanece: ¿será Europa capaz de unirse y actuar con la determinación necesaria para no quedar relegada en la carrera digital global?