
Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.




Mundo 13.04.2025
Las tensiones renovadas en Nepal han reavivado los debates en torno a la monarquía, ya que las manifestaciones pro-monárquicas toman las calles, impulsadas por un discurso provocador de Gyanendra Shah, el último rey del país, depuesto en 2008. Su llamado a la unidad el 19 de febrero, marcado como Día de la Democracia en Nepal, ha fortalecido a aquellos que anhelan un regreso al gobierno real en medio de las luchas de la actual república.
El aumento del sentimiento monárquico está estrechamente relacionado con la insatisfacción generalizada con el gobierno. Los defensores de la monarquía argumentan que el país ha sufrido bajo el liderazgo republicano, afirmando que un regreso al gobierno real podría restaurar la estabilidad y la prosperidad. Esta narrativa ha ganado fuerza, ya que muchos ciudadanos expresan frustración por los frecuentes cambios en el liderazgo político, la corrupción desenfrenada, los servicios públicos ineficaces y la falta de oportunidades laborales, problemas que han llevado a muchos jóvenes nepaleses a buscar educación y empleo en el extranjero.
La situación se intensificó recientemente, con una protesta el 28 de marzo que se tornó violenta, resultando en fatalidades y heridos. Este descontento refleja una insatisfacción más amplia que ha llevado a los defensores de la república a unirse para defender los principios democráticos en un contexto de crecientes llamados a un regreso a la gobernanza monárquica.
A pesar del desmantelamiento de más de 240 años de dominio de la dinastía Shah por una Asamblea Constituyente elegida hace más de una década, el debate sobre la monarquía persiste. Las recientes manifestaciones, aunque modestas en tamaño, atrajeron no solo a monárquicos, sino también a aquellos desilusionados con una clase política que se percibe como incapaz de satisfacer las necesidades de la población. Los observadores señalan que los desafíos que enfrenta el liderazgo de Nepal no equivalen a un fracaso del sistema republicano en sí. Muchos argumentan que, en lugar de regresar a una monarquía obsoleta, los esfuerzos deberían centrarse en reformar el marco republicano existente para servir mejor al pueblo.
Figuras clave en la política nepalí, incluido Pushpa Kamal Dahal, presidente del CPN (Centro Maoísta), han propuesto un cambio hacia un sistema presidencial electo directamente como un posible remedio para la actual parálisis política. Esta propuesta se basa en la oposición histórica de los maoístas a la monarquía, viéndola como una fuente de los problemas de Nepal. Los defensores creen que un sistema presidencial, similar al de los Estados Unidos, proporcionaría una clara rendición de cuentas y un gobierno estable.
Expertos constitucionales, como Om Parkash Aryal, apoyan este cambio, argumentando que garantizaría un gobierno estable con un mandato claro. Sin embargo, implementar un cambio tan significativo requeriría enmiendas a la Constitución existente, un proceso complicado por la necesidad de una mayoría de dos tercios en el Parlamento. Dada la actual situación política, reformar el sistema existente puede ser un enfoque más práctico que buscar una reestructuración completa.
Históricamente, Nepal ha experimentado diversas formas de gobernanza, desde la democracia multipartidista establecida en 1951 hasta el control directo de la monarquía bajo el sistema Panchayat. La reciente historia de inestabilidad, marcada por la corrupción y la infame masacre real de 2001, culminó en la abolición de la monarquía en 2008 y el establecimiento de una república. Desde entonces, ha habido avances en derechos sociales y políticos, aunque persisten desafíos en la gobernanza y la confianza pública.
A medida que Nepal lucha con su identidad post-monárquica, debe confrontar la noción de que, si bien la actual clase política puede estar fracasando, esto no implica que sea necesario un retroceso hacia el gobierno monárquico. En cambio, el enfoque debería centrarse en mejorar la funcionalidad del sistema republicano, abordar las quejas del público y empoderar las estructuras de gobernanza local.
El camino a seguir no radica en la nostalgia por una era pasada, sino en construir un marco democrático robusto que pueda adaptarse y responder a las necesidades de sus ciudadanos. A medida que la paciencia de la población se agota, la urgencia por una gobernanza efectiva nunca ha sido más pronunciada.
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