Cincuenta y Nueve Años Después: Recordando el Devastador Terremoto que Sacudió Uganda

Cincuenta y Nueve Años Después: Recordando el Devastador Terremoto que Sacudió Uganda

El 20 de marzo de 1966, un devastador terremoto de magnitud 6.6 golpeó la región de Tooro en Uganda, causando 157 muertes y daños extensos en toda África Oriental.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Hace cincuenta y nueve años, el 20 de marzo de 1966, un catastrófico terremoto sacudió la región de Tooro en Uganda, enviando ondas de choque a través de África Oriental y dejando una huella indeleble en la historia de la región. Con una magnitud oficialmente registrada de 6.6 en la escala de Richter, aunque otras estaciones la reportaron tan alta como 7.7, este evento sísmico se mantiene como el más poderoso jamás registrado en la zona. El terremoto ocurrió en las primeras horas de un domingo por la mañana, con su epicentro ubicado cerca de Bundibugyo, cerca de la frontera entre Uganda y la República Democrática del Congo. La región enfrentó un sombrío resultado: 157 vidas perdidas, más de 1,300 personas heridas y más de 6,700 hogares dañados o destruidos. El pánico se apoderó de los residentes, quienes despertaron alrededor de las 4:45 a.m. ante vibraciones aterradoras y una cacofonía descrita como el ruido de un camión pesado retumbando a través de la tierra o un trueno profundo y turbulento. El caos que se desató se sintió intensamente en los países vecinos de Ruanda, Burundi, Tanzania, Kenia y la RDC, marcándolo como un desastre regional. En Bundibugyo, las casas colapsaron en minutos, y los informes de la época detallaron escenas de caos: la gente gritaba de miedo, los niños lloraban y los animales entraban en pánico. Las secuelas revelaron un rastro de destrucción desde Bwamba hasta Fort Portal, con daños estructurales significativos reportados en varias ciudades de Uganda. El impacto del terremoto no se limitó al shock inicial, ya que una serie de réplicas continuaron sacudiendo la región durante días, semanas e incluso meses. Una réplica notable el 18 de mayo de 1966 fue casi tan mortal como el evento principal, particularmente en Beni, RDC, donde 90 personas perdieron la vida y muchas estructuras fueron aún más comprometidas. La actividad sísmica capturó la atención de estaciones de monitoreo en todo el mundo, con temblores detectados en varios continentes, destacando el amplio alcance de los efectos del terremoto. Los relatos de testigos ofrecen una escalofriante visión de esa fatídica mañana. El obispo Vincent McCauley, quien visitaba Bundibugyo por asuntos de la iglesia, fue despertado de un sobresalto mientras la tierra temblaba violentamente. Su preocupación inmediata era la seguridad de los estudiantes de la escuela secundaria cercana, y a pesar del caos, él y otros lograron rescatar a seis niñas atrapadas bajo los escombros. La devastación fue profunda, con ciudades enteras reducidas a escombros y la querida Catedral de Virika en Fort Portal entre las víctimas arquitectónicas. A raíz del desastre, la historia sísmica de la región se convirtió en un punto focal de discusión. Uganda, particularmente las Montañas Rwenzori, es conocida por su actividad geológica, con ocurrencias documentadas de terremotos desde 1897. El terremoto de 1966 no sería el último, con predicciones que indican que eventos sísmicos importantes podrían ocurrir aproximadamente cada 30 años. El terremoto de Kabarole de 1994 y los temblores de 2016 sirven como recordatorios de la vulnerabilidad continua de la región. A pesar de las cicatrices físicas y emocionales dejadas por el terremoto de 1966, la resiliencia de la comunidad brilla con fuerza. Desde entonces, se ha construido una nueva catedral resistente a terremotos, que sirve como símbolo de esperanza y fe resurgida de las cenizas de la tragedia. La importancia histórica del terremoto sigue siendo un punto crucial en la historia de África Oriental, un recordatorio claro de la susceptibilidad de la región a los desastres naturales y la necesidad crítica de estar preparados. A medida que los recuerdos de esa fatídica mañana perduran en la mente de los sobrevivientes, las lecciones aprendidas continúan resonando. El terremoto de 1966 sirve no solo como un relato de pérdida, sino como un llamado a la acción para una mejor monitorización, preparación y respuesta ante las amenazas sísmicas que puedan surgir en el futuro.

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