Europa en la encrucijada: entre defensa, innovación y políticas climáticas

Europa en la encrucijada: entre defensa, innovación y políticas climáticas

Europa enfrenta desafíos urgentes que exigen replantear prioridades, enfocándose en defensa, desarrollo e innovación para revitalizar su economía.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Política HACE 4 HORAS

En un contexto donde Europa enfrenta una serie de desafíos sin precedentes, la necesidad de replantear sus prioridades se vuelve cada vez más urgente. La declaración del futuro canciller alemán, Friedrich Merz, al afirmar que "faltan cinco minutos para la medianoche", sintetiza la creciente inquietud sobre la autonomía estratégica del continente. Tanto Merz como el presidente francés, Emmanuel Macron, abogan por un enfoque que permita a Europa hacerse cargo de su propia defensa y desarrollo, un cambio que, no obstante, requerirá un esfuerzo financiero significativo y la disposición a renunciar a ciertas políticas que ya no resultan efectivas. El crecimiento económico de Europa se encuentra estancado, con una tasa per cápita que apenas supera el 1%, un contraste marcado con los años 60, cuando el crecimiento alcanzaba el 4,5%. Esta desaceleración no solo es un síntoma de la crisis económica, sino que también refleja una serie de problemas estructurales, como una población envejecida que incrementa los costes de salud y pensiones, así como un sistema educativo que aún lidia con las secuelas del confinamiento por la pandemia. Además, la inmigración, que podría ser una fuente de crecimiento, ha generado tensiones tanto en los presupuestos como en la cohesión social. Para recuperar su impulso, Europa enfrenta la presión inminente de aumentar su gasto en defensa, que actualmente se sitúa en un 1,8% del PIB. Los expertos indican que será necesario duplicar o incluso triplicar esta cifra, lo que podría suponer un desembolso adicional de 325.000 millones de euros al año. Asimismo, la inversión en innovación no puede ser ignorada: la Unión Europea busca sumar 170.000 millones de euros a este apartado, un objetivo que ha resultado elusivo durante 25 años. Sin embargo, incrementar la innovación podría traducirse en un crecimiento adicional de hasta 800.000 millones de euros anuales en las próximas décadas. La discusión sobre cómo financiar estos objetivos ha llevado a muchos a considerar opciones difíciles como recortes en el Estado de bienestar o aumentos de impuestos. Mientras que la deuda pública ya es considerable, recurrir a préstamos podría parecer una solución a corto plazo, aunque conlleva riesgos inherentes. Sin embargo, existe un cambio significativo que podría liberar recursos: la reforma de la política climática. Actualmente, un tercio del presupuesto de la Unión Europea se destina a esta área, y el costo de tecnologías como paneles solares y energía eólica ha alcanzado cifras astronómicas, que podrían redirigirse hacia la defensa. Los altos precios de la energía en la UE son otro factor que está afectando el crecimiento económico, y se prevé que se conviertan en un peso aún mayor a medida que se acerque 2050. Esta presión económica ya representa más del 1% del PIB, y las proyecciones indican que podría aumentar hasta un 10,5%. Mientras tanto, algunos activistas del clima sostienen que Europa está liderando la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, la evidencia sugiere que los daños climáticos en Europa no están aumentando de manera alarmante, de hecho, las pérdidas por desastres naturales se han reducido en las últimas décadas. La realidad es que, aunque la UE ha logrado reducir considerablemente sus emisiones, estas acciones no tendrán un impacto significativo en las temperaturas globales en el corto plazo. Gastar cientos de miles de millones de euros en alcanzar la neutralidad de emisiones para 2050 podría ser un esfuerzo infructuoso, ya que el efecto esperado en la temperatura global sería prácticamente imperceptible. Esta situación coloca a Europa en una posición donde su estrategia climática podría convertirse en un ejemplo de lo que no debería hacerse. En lugar de continuar con un enfoque que puede resultar contraproducente, los economistas sugieren que una política climática más inteligente podría ser la clave. Esto implicaría invertir en investigación y desarrollo para reducir el coste de la energía baja en carbono, lo que, a su vez, fomentaría la transición energética no solo en Europa, sino también en países en desarrollo como China e India. Esto podría lograrse con una fracción de los recursos actualmente malgastados. Europa se encuentra ante una encrucijada. Por un lado, puede seguir perpetuando sus políticas de cero emisiones netas, lo que podría resultar en un costo económico y social considerable. Por otro lado, puede optar por una reforma radical de su enfoque hacia el cambio climático, destinando recursos a la innovación y la defensa, lo que permitiría revitalizar el crecimiento y afrontar los retos que se avecinan. Esta decisión no solo afectará el futuro económico del continente, sino que también definirá su papel en el escenario global. En conclusión, Europa tiene la oportunidad de redefinir no solo sus objetivos climáticos, sino también su modelo de desarrollo. Si se elige la senda de la innovación y la defensa robusta, el continente podría no solo resolver sus problemas más apremiantes, sino también emerger como un líder en una nueva era de crecimiento sostenible y autonomía estratégica.

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