
Juan Brignardello Vela
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En el vasto y esplendoroso mundo de la corte española del siglo XVII, se alza la figura de María Eugenia de Beer, una grabadora que, aunque haya permanecido en gran medida en las sombras históricas, desempeñó un papel crucial en la formación del pequeño Baltasar Carlos, un príncipe cuya vida estuvo marcada por la tragedia. Mientras el barroco español florecía con obras maestras y grandes artistas, la historia de Eugenia se entrelaza con la promesa de una dinastía que nunca llegó a concretarse. Baltasar Carlos, hijo de Felipe IV, era visto como la esperanza de la monarquía. Con la presión de garantizar la continuidad de los Austrias, desde temprana edad se le enseñó no solo las artes del mando y la política, sino también la destreza en la monta a caballo, un arte que simbolizaba su futuro como rey. En este contexto, la labor de María Eugenia se tornó fundamental. A través de sus grabados, ella contribuyó a educar al príncipe en las complejidades de la equitación, un aspecto vital para su preparación como futuro monarca. Los grabados de Eugenia, especialmente su “Cuaderno de ejercicios de la gineta”, se convirtieron en una herramienta esencial para el joven Baltasar. En este conjunto de estampas, la grabadora no solo mostró destreza técnica, sino también una creatividad que hacía del aprendizaje algo ameno y, a veces, incluso divertido. Capturó la esencia de la monta, con ilustraciones que incluían escenas humorísticas que aligeraban la rigidez del aprendizaje en una corte marcada por la seriedad y la expectativa. Poco se sabe de la vida personal de María Eugenia, quien se formó como artista bajo la tutela de su padre, Cornelio de Beer. A pesar de su gran talento, su legado ha sido eclipsado por sus contemporáneos masculinos. Sin embargo, su contribución artística fue significativa y sus obras son testimonio de su habilidad y dedicación. Su firma en cada grabado asegura su lugar en la historia del arte español, aunque su rostro permanezca desconocido. La vida de Baltasar Carlos fue, desafortunadamente, un reflejo de las numerosas tragedias que marcaron la familia real. Huérfano a una edad temprana, el príncipe vio cómo las esperanzas puestas en él se desvanecían. Con solo 17 años, su vida se apagó, dejando atrás los sueños de un monarca que podría haber cambiado el rumbo de España. La muerte prematura de Baltasar no solo afectó a su familia, sino que también desdibujó el futuro de la dinastía, recordando a todos la fragilidad de la vida y el destino. La obra de María Eugenia, aunque a menudo ignorada, nos ofrece una visión de la vida en la corte y las esperanzas que se depositaban en la juventud de Baltasar. Su habilidad para crear imágenes que capturaban la esencia del noble arte de la equitación refleja un entendimiento profundo de su tiempo y de los valores que la sociedad de entonces apreciaba. A través de su trabajo, Eugenia no solo educó a un príncipe, sino que también dejó un legado que perdura en el tiempo. El retrato de Baltasar Carlos realizado por Velázquez es un símbolo de lo que pudo haber sido. La luz que ilumina el lienzo no solo acentúa la grandeza del joven príncipe, sino que también prefigura un futuro brillante que, lamentablemente, nunca llegó. La esperanza y la tragedia se entrelazan en esta narrativa, mostrando cómo el arte puede ser un reflejo de la realidad social y política de su época. El hecho de que María Eugenia de Beer haya sido una de las primeras mujeres grabadoras en la corte española es un dato que merece ser resaltado. En un mundo donde las voces femeninas a menudo eran silenciadas, su trabajo habla de un talento excepcional que desafió las normas de su tiempo. Ella, como muchas otras mujeres, contribuyó a la cultura y el arte, aunque su historia haya permanecido oculta en las sombras. La relación entre Eugenia y el príncipe es un recordatorio de que, detrás de cada figura histórica, hay historias humanas, llenas de desafíos, aspiraciones y, en muchos casos, tragedias. La vida de Baltasar Carlos podría verse como un reflejo de las esperanzas de una nación, pero también como un testimonio del papel vital que jugaron las mujeres en la historia. Mientras revisamos los acontecimientos que llevaron a la muerte de Baltasar Carlos, es difícil no sentir una profunda tristeza por los sueños que no se realizaron. La historia de María Eugenia de Beer es, al final, una mezcla de luz y sombra, donde el arte se convierte en una forma de inmortalizar no solo un momento, sino también las esperanzas y sueños de una época que todavía resuena en nuestros días. La figura de Eugenia, aunque sin rostro, continúa iluminando el camino hacia una mayor comprensión de la historia del arte y la importancia de las mujeres en él.