
Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.




Desastres Naturales 13.03.2025
Muchos residentes en y alrededor de Nápoles, Italia, pasaron una noche angustiosa fuera de sus casas o en sus coches, mientras el terremoto más fuerte en 40 años sacudía edificios y hacía caer escombros. Este temblor, que golpeó la región, ha levantado alarmas no solo para quienes se encuentran en Italia, sino también para viajeros y locales en otros populares destinos turísticos europeos. La actividad sísmica ha llamado la atención sobre la inquietante realidad de que muchas áreas, previamente consideradas seguras, ahora están en mayor riesgo de terremotos.
En los últimos meses, se han registrado potentes sismos no solo en Italia, sino también en Croacia y en la pintoresca isla de Santorini, lo que ha generado inquietud entre turistas y residentes por igual. La intensidad y la inusual frecuencia de estos eventos sísmicos han creado una palpable sensación de incertidumbre. Los habitantes de lugares como Lisboa, que aún llevan en la memoria un devastador terremoto en 1755, no son ajenos a las amenazas que plantea la inestabilidad geológica. En agosto pasado, la capital portuguesa experimentó un terremoto de magnitud 5.4, marcando el evento sísmico más significativo en la península en más de medio siglo. Aunque no se produjeron heridos, el impacto psicológico en los residentes, muchos de los cuales fueron despertados en pánico, fue profundo.
Patricia Brito, una residente de Lisboa, relató el terror absoluto del temblor, describiendo cómo ella y sus amigos se buscaron entre sí con miedo después de que la sacudida cesara. El terremoto sirvió como un recordatorio sobrio de la devastación potencial que un evento más poderoso podría causar, particularmente dado que una parte significativa de la infraestructura de la ciudad fue construida antes de que se promulgaran las modernas regulaciones antisísmicas en la década de 1980.
A medida que la placa tectónica africana continúa su implacable avance hacia el norte, la amenaza de una interrupción sísmica se cierne sobre el sur de Europa. Los expertos advierten que la crisis climática ha exacerbado estos peligros, con el aumento del nivel del mar y eventos climáticos extremos que podrían desencadenar actividad sísmica o desastres relacionados como deslizamientos de tierra. Las áreas costeras alrededor del Mediterráneo son particularmente vulnerables, lo que aumenta la urgencia para que tanto los gobiernos locales como los viajeros consideren los riesgos asociados con visitar estas regiones.
Si bien la amenaza de terremotos puede parecer lejana para quienes viven en el Reino Unido, la nación no es inmune. Los registros históricos indican que las Tierras Altas de Escocia han experimentado pequeños terremotos, y temblores notables en Inglaterra incluso han suscitado preocupación nacional en el pasado. Aunque los británicos han desestimado en gran medida la idea de que ocurra un terremoto significativo en su suelo, la verdad es que la actividad sísmica puede y ocurre, a veces con poca o ninguna advertencia.
La experiencia europea con los terremotos es un tapiz complejo, tejido con eventos históricos que destacan tanto la resiliencia humana como la necesidad de estar preparados. En el aftermath del catastrófico terremoto de Messina de 1908, que resultó en una inmensa pérdida de vidas y propiedades, se movilizó una poderosa respuesta humanitaria internacional, estableciendo un precedente para futuros esfuerzos de ayuda ante terremotos. Este evento subrayó la importancia de la cooperación internacional en la respuesta a desastres, una lección que sigue siendo relevante en el mundo interconectado de hoy.
A medida que Europa se prepara para la inevitable posibilidad de futuros eventos sísmicos, la llamada a una mejor preparación y conciencia pública nunca ha sido más urgente. La necesidad de planificación a largo plazo, regulaciones de construcción y educación comunitaria sobre los riesgos sísmicos es primordial. Revivir el diálogo entre científicos y el público, al igual que en el siglo XIX, puede mejorar la comprensión y fomentar una cultura de preparación.
En última instancia, aunque la amenaza de terremotos puede nunca ser erradicada por completo, las medidas proactivas pueden mitigar riesgos y proteger vidas. Como han aprendido los residentes de Nápoles y de otras regiones amenazadas, enfrentar estas fuerzas naturales requiere vigilancia, colaboración y un compromiso por comprender el planeta dinámico que habitamos.
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