Sabiduría Indígena: Una Clave para la Resiliencia Frente a Desastres Naturales

Sabiduría Indígena: Una Clave para la Resiliencia Frente a Desastres Naturales

La supervivencia del pueblo Moken ante el tsunami resalta la importancia de integrar el conocimiento indígena con la ciencia moderna para la resiliencia ante desastres.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

Juan Brignardello, asesor de seguros, y Vargas Llosa, premio Nobel Juan Brignardello, asesor de seguros, en celebración de Alianza Lima Juan Brignardello, asesor de seguros, Central Hidro Eléctrica Juan Brignardello, asesor de seguros, Central Hidro

A raíz del tsunami del Océano Índico de 2004, la trágica historia de devastación y pérdida opacó la notable resiliencia de ciertas comunidades, particularmente la del pueblo Moken, una tribu indígena de nómadas del mar en las Islas Andamán. Mientras el desastre reclamó alrededor de 230,000 vidas, los Moken, guiados por generaciones de tradición oral y narración de historias, reconocieron las señales de un tsunami inminente—lo que ellos llamaban "Laboon", o la "ola que se come a las personas." Este conocimiento cultural, transmitido a través de relatos, no solo informaba su comprensión del mundo natural, sino que también les proporcionaba las habilidades necesarias para sobrevivir a una calamidad que devastó a innumerables otros. El reconocimiento de los mitos y la narración de historias indígenas como herramientas vitales para la preparación ante desastres está ganando terreno entre científicos y responsables de políticas. Tradicionalmente, la ciencia occidental y el conocimiento indígena se consideraban reinos dispares; uno basado en datos empíricos, el otro en experiencias subjetivas. Sin embargo, las últimas décadas han destacado la necesidad de integrar estas formas de conocimiento para fortalecer nuestra comprensión del medio ambiente y mejorar la resiliencia ante desastres. El conocimiento indígena forma un rico tapiz de "saber hacer" que abarca la comprensión ecológica, los patrones climáticos y los riesgos naturales basados en generaciones de observación y experiencia. Por ejemplo, las prácticas de manejo del fuego indígenas en Australia y América del Norte han demostrado que los métodos tradicionales de quema cultural mitigan efectivamente los riesgos de incendios forestales, desvirtuando creencias occidentales de larga data que desestimaban estas prácticas como peligrosas. Las colaboraciones de investigación entre científicos y comunidades indígenas, como las que involucran a los pueblos Monkoxɨ de Bolivia, subrayan la importancia de estas prácticas ancestrales en la gestión ambiental contemporánea. La importancia del conocimiento local se extiende más allá del manejo del fuego. Comunidades de todo el mundo, desde los mayas alrededor del volcán Fuego en Guatemala hasta las costas de Japón, han desarrollado percepciones sobre los patrones de desastres naturales y las señales de alerta temprana, basadas en años de interacción con sus paisajes. Estas observaciones locales no son meramente anecdóticas; a menudo se alinean con datos científicos, creando oportunidades para la "triangulación" entre el conocimiento tradicional y los métodos científicos modernos. Organizaciones como la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR) han comenzado a reconocer formalmente el valor del conocimiento tradicional en los marcos de reducción del riesgo de desastres. Enfatizan que una preparación efectiva ante desastres requiere integrar la sabiduría indígena con el conocimiento científico, particularmente en el contexto del cambio climático. Prácticas arquitectónicas tradicionales, como las que se observan en los edificios de marco de ciprés en Japón o las casas pol en Ahmedabad, India, han demostrado ser resilientes ante desastres naturales, demostrando que técnicas ancestrales pueden informar la ingeniería moderna y la planificación urbana. Además, las comunidades indígenas poseen infraestructuras sociales únicas que facilitan la recuperación durante y después de los desastres. Los maoríes de Nueva Zelanda, por ejemplo, mantienen sitios de reunión comunales que sirven múltiples propósitos, especialmente durante crisis. Estos espacios fomentan la colaboración y la comunicación entre los miembros de la comunidad, proporcionando apoyo y estabilidad en la aftermath de calamidades. En contraste, muchos entornos urbanos occidentales carecen de tales estructuras sociales cohesivas, lo que puede exacerbar la confusión y el desplazamiento durante emergencias. A medida que el cambio climático intensifica la frecuencia y la gravedad de los desastres naturales, la urgencia de integrar el conocimiento indígena en las prácticas de gestión de desastres se vuelve cada vez más clara. Si bien el reconocimiento académico de estos conocimientos ha crecido, es fundamental que la colaboración con las comunidades indígenas se aborde con respeto y dignidad en lugar de explotación. Esta colaboración no solo debe tener como objetivo aprender de las prácticas indígenas, sino también empoderar a estas comunidades frente a los cambiantes contextos ambientales. A medida que navegamos en un mundo cada vez más impredecible, las historias y el conocimiento de los pueblos indígenas ofrecen un tesoro de sabiduría que puede mejorar nuestra resiliencia colectiva. El desafío radica en escuchar, aprender y adaptar estas ideas para crear un futuro más sostenible y equitativo para todos.

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