
Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.




Mundo 10.03.2025
A medida que el sol se ocultaba detrás de las colinas de Katmandú, el espectáculo de un ex rey saludando a miles de seguidores en las calles resonaba profundamente en el corazón de Nepal. El rey Gyanendra Shah, quien fue destituido en 2008 en medio de una ola de protestas pro-democracia, ha resurgido en la esfera pública, provocando fervientes llamados a un regreso a la monarquía hindú que dominó la nación durante más de dos siglos. Este resurgimiento del interés en la monarquía se produce tras un descontento generalizado con el clima político actual, caracterizado por cambios frecuentes de gobierno y corrupción desenfrenada.
La atmósfera era eléctrica mientras Shah saludaba a las multitudes reunidas para darle la bienvenida tras un viaje al extranjero. Esta recepción, que tomó más de dos horas para que su convoy recorriera apenas cinco kilómetros, ilustró el descontento que muchos sienten hacia la administración del Primer Ministro K.P. Oli. Los seguidores coreaban a favor de la restitución de la monarquía, mientras que el Primer Ministro retó a Shah a entrar en la contienda política y competir en elecciones si busca el poder. Oli enfatizó que la constitución no reconoce la monarquía, afirmando que el pueblo se había alejado de manera decisiva del gobierno real.
Los analistas políticos están lidiando con las implicaciones de este renovado interés en la monarquía, viéndolo como un reflejo de la frustración pública con una serie de gobiernos corruptos que no han logrado proporcionar estabilidad y progreso. La nación ha experimentado 13 gobiernos diferentes en los últimos 16 años, lo que ha llevado a muchos a cuestionar la efectividad de los partidos políticos actuales. El comentarista Yubaraj Ghimire señaló que las recientes expresiones de apoyo a Shah señalan un rechazo al statu quo y un deseo de una narrativa política diferente, aunque advirtió contra la simplificación excesiva de la situación.
El pasado de Shah como monarca está plagado de complejidades. Ascendió al trono en 2001 tras una trágica masacre que cobró la vida de su hermano, el rey Birendra, y gran parte de la familia real. Inicialmente gobernó como un monarca constitucional, pero luego asumió el poder absoluto en 2005 en un intento por sofocar la insurgencia maoísta, lo que finalmente llevó a su caída tras las protestas masivas en 2006. El panorama político cambió drásticamente cuando la monarquía fue formalmente abolida en 2008, una medida que muchos argumentan se implementó sin el respaldo democrático necesario, sembrando semillas de resentimiento que persisten hasta hoy.
Este sentimiento fue reflejado en el análisis de Ghimire sobre el contexto histórico del regreso de Shah. Destacó que la decisión de abolir la monarquía fue controvertida y carecía de un consenso generalizado entre la población. "Había esperanza de que nuevos líderes políticos promovieran la democracia; sin embargo, la corrupción desenfrenada ha plagado desde entonces a los gobiernos sucesivos", lamentó Ghimire.
A pesar de su destitución, Shah ha permanecido en Nepal, interactuando con los ciudadanos y exhortando a la unidad nacional, particularmente en sus recientes discursos que enfatizan la necesidad de progreso. Sus apariciones han sido recibidas con entusiasmo, culminando en una calurosa recepción a su llegada a Katmandú que sorprendió incluso a sus propios seguidores.
Sin embargo, la postura editorial de The Kathmandu Post advierte contra la mala interpretación del fervor en torno a Shah como un apoyo generalizado a la restitución de la monarquía. La editorial enfatiza que la verdadera medida de la popularidad política se encuentra en el apoyo electoral, un ámbito en el que los partidos monárquicos, como el Partido Rastriya Prajatantra, siguen siendo actores menores.
Mientras tanto, el panorama político se complica aún más por las protestas en curso lideradas por los maoístas contra acusaciones de corrupción dentro del gobierno de Oli. Este conflicto interno añade otra capa de incertidumbre a la posibilidad de un regreso al gobierno monárquico, mientras las facciones de oposición lidian con sus propios desafíos mientras el descontento público continúa hirviendo.
A medida que Nepal se encuentra en esta encrucijada, el debate sobre su identidad política se intensifica. El resurgimiento del interés en la monarquía refleja un anhelo de estabilidad y gobernanza que muchos sienten que ha faltado en la era democrática. Si esto se traducirá en un movimiento tangible por la restitución o permanecerá como una corriente subyacente de insatisfacción en el discurso político aún está por verse.
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