
Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.




En un conmovedor regreso que une el pasado con el presente, el Príncipe Muhammad Ali, nieto del último rey de Egipto, ha regresado silenciosamente a El Cairo, cumpliendo un sueño de toda la vida de reconectar con la patria que su familia se vio obligada a abandonar hace más de siete décadas. El príncipe, ahora de 46 años, ha dejado atrás una vida cómoda en París, inspirado por el deseo de restaurar el legado de su familia que fue extinguido tras el golpe militar de 1952, que puso fin a más de un siglo de monarquía en Egipto. En una entrevista con AFP, Muhammad Ali expresó su alegría al estar en lo que él llama su "patria recuperada". Este sentimiento refleja una narrativa más amplia, ya que enfatiza que su regreso podría simbolizar una forma de reconciliación entre los monárquicos que una vez gobernaron y los republicanos que han dado forma al Egipto moderno desde que Gamal Abdel Nasser llegó al poder. "Para algunos egipcios, mi regreso representa una forma de reconciliación histórica", comentó, afirmando con firmeza que no tiene ambiciones políticas. Su viaje de regreso a Egipto ha sido sutilmente orquestado, alentado por su esposa, la Princesa Noal Zaher, que proviene de la depuesta familia real de Afganistán. A pesar de su noble linaje, Muhammad Ali enfrentó importantes obstáculos burocráticos antes de poder reclamar su herencia egipcia. No fue hasta 2020 que pudo obtener un pasaporte egipcio, un proceso que destacó las complejidades de su identidad. Nacido en El Cairo mientras su familia vivía en el exilio, descubrió que no tenía prueba formal de nacionalidad tras intentar registrar a sus hijos gemelos. Esta revelación fue un shock cuando un funcionario egipcio le informó que no era reconocido como egipcio a pesar de su linaje real. El padre de Muhammad Ali, Fuad II, el último rey de Egipto, había insistido en que su hijo naciera en suelo egipcio, un deseo cumplido únicamente gracias a la intervención del rey de Marruecos en ese momento, lo que permitió el discreto nacimiento de Muhammad Ali en El Cairo. La ironía de nacer como hijo de un rey y permanecer apátrida hasta la adultez proyecta una sombra sobre la historia real de la familia. El reinado de Fuad II fue trágicamente breve; fue colocado en el trono cuando era un bebé, solo para ver cómo se desmantelaba la monarquía cuando él tenía apenas siete meses. En los últimos años, el gobierno egipcio ha suavizado su postura sobre su pasado monárquico. En 2014, el presidente Abdel Fattah al-Sisi le otorgó a Fuad II un pasaporte diplomático, reconociéndolo oficialmente como el "ex rey de Egipto". Este reconocimiento, aunque tardío, refleja una actitud cambiante hacia las figuras históricas de la monarquía. Para Muhammad Ali, el regreso a Egipto no es meramente un viaje personal; simboliza la reclamación de una identidad histórica que había sido cortada por la fuerza. Hoy, mientras camina por las calles de El Cairo, Muhammad Ali se encuentra navegando un paisaje que ha cambiado drásticamente desde los días del reinado de su abuelo. El legado de la monarquía es complicado, mezclando nostalgia con las realidades de la sociedad egipcia contemporánea. Sin embargo, para el príncipe, la esencia de su regreso está impregnada de un profundo sentido de propósito. "Para él, Egipto era una patria perdida; para mí, es una patria recuperada", reflexiona, ilustrando los profundos lazos emocionales que lo unen a una nación que es tanto familiar como extranjera. Al buscar cumplir los sueños no cumplidos de su padre, el regreso de Muhammad Ali sin duda evocará una mezcla de sentimientos entre la población egipcia. Ya sea visto como un regreso real o una reconciliación histórica, su presencia en Egipto marca un capítulo significativo en la narrativa en curso de un país inmerso en una rica y tumultuosa historia.