
Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.




La reciente decisión de Kate Middleton y el príncipe Guillermo de romper con la tradición del ritual conocido como "blooding" ha generado un debate significativo sobre el futuro de la monarquía británica y su relación con la modernidad. Este antiguo rito, que implicaba untar la cara de los jóvenes miembros de la familia real con la sangre de su primer animal cazado, ha sido despojado de su significado ceremonial en un contexto donde los valores de respeto por los animales y la vida silvestre han cobrado una relevancia sin precedentes. Desde su llegada a la familia real, Kate Middleton ha demostrado ser una figura clave en la transformación de la monarquía británica. Su estilo, que combina elegancia y modernidad, ha influido en la percepción pública de lo que significa ser parte de la realeza en el siglo XXI. En este sentido, su firme decisión de proteger a sus hijos de un ritual que muchos consideran anticuado y cruel es un claro reflejo de su compromiso por adaptar la tradición a los tiempos actuales. La oposición a la caza, que ha ganado fuerza en las últimas décadas, ha encontrado en Kate y Guillermo defensores inesperados. Según el autor Tom Quinn, ambos han expresado su incomodidad con las costumbres tradicionales de la familia real, abogando por un enfoque más compasivo y sensible hacia la naturaleza y los animales. En un mundo donde la conciencia ecológica es primordial, su decisión suena como un eco de las inquietudes de muchos ciudadanos. Este cambio de rumbo ha sido bien recibido por una parte significativa de la opinión pública, que ve en ello una señal de progreso y una invitación a la reflexión sobre las tradiciones que ya no resuenan con los valores contemporáneos. A través de su rechazo a la práctica del "blooding," Kate y Guillermo están desafiando la noción de que la monarquía debe aferrarse a rituales del pasado que podrían resultar perturbadores para las nuevas generaciones. La experiencia traumática del príncipe Harry, quien relató en su autobiografía cómo fue obligado a participar en el ritual, subraya la necesidad de cuestionar estas prácticas. Harry describió la situación como "horrenda", un recordatorio doloroso de que ciertas tradiciones pueden tener un impacto emocional y psicológico negativo en los jóvenes. La decisión de Kate de proteger a sus hijos de un evento similar sugiere un cambio significativo en la forma en que la familia real aborda su legado y su papel en la sociedad. La voz de la periodista Helena Chard se suma a la defensa de esta postura, argumentando que el aire libre debería ser sinónimo de bienestar y sanación, en lugar de un campo de batalla para rituales violentos. Su apoyo a la decisión de Kate resuena con aquellos que piensan que la conexión con la naturaleza no debe implicar el sufrimiento de seres vivos, sino más bien la celebración de la vida en su forma más pura. El impacto de esta decisión va más allá de la familia real; también puede influir en la percepción pública de la caza y sus tradiciones asociadas. En un momento donde el activismo por los derechos de los animales y la conservación del medio ambiente son temas candentes, la postura de Kate y Guillermo podría inspirar a otros miembros de la aristocracia y la elite a reevaluar sus propias prácticas. La ruptura con el "blooding" también puede interpretarse como un paso hacia la humanización de la monarquía, haciéndola más accesible y relevante para el ciudadano común. En un mundo que exige mayor empatía y comprensión, la decisión de los duques de Cambridge podría ser vista como un intento de acercar la realeza al pueblo. En conclusión, la decisión de Kate Middleton y el príncipe Guillermo de desestimar la tradición del "blooding" es un acto que puede tener repercusiones significativas en la percepción de la monarquía. A medida que la sociedad avanza, también lo hacen las expectativas sobre sus instituciones más tradicionales. Con este gesto, la familia real británica se posiciona como un símbolo de cambio, mostrando que la modernidad y la tradición pueden coexistir, siempre que se priorice el bienestar y la sensibilidad hacia los seres vivos.