
Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.




Mundo 03.03.2025
La educación ha sido reconocida durante mucho tiempo como un pilar fundamental para el desarrollo nacional, trascendiendo fronteras geográficas y políticas. En un mundo cada vez más impulsado por la tecnología, la importancia de la educación—especialmente en alfabetización y habilidades digitales—no puede ser subestimada. Esto es particularmente evidente en Pakistán, donde alrededor del 60 por ciento de la población es funcionalmente analfabeta. La alarmante realidad es que si la alfabetización digital fuera el estándar por el cual se evalúa el logro educativo, esta cifra podría dispararse a un asombroso 80 por ciento.
En el contexto de la economía digital moderna, la alfabetización informática se ha vuelto esencial. La automatización, la inteligencia artificial y el análisis de datos dominan muchas industrias, dejando a aquellos sin las habilidades necesarias en riesgo de ser marginados económicamente. Los países que priorizan la educación—particularmente en alfabetización digital—están mejor posicionados para competir en el mercado global. La evidencia histórica subraya esta conexión: entre 1909 y 1949, un asombroso 88 por ciento del crecimiento económico de los Estados Unidos se atribuyó a avances tecnológicos, según el Premio Nobel Robert Solow.
La trayectoria de la reforma educativa en todo el mundo ilustra un patrón claro: las naciones que han abrazado la educación como un bien público han cosechado recompensas económicas significativas. La Revolución Industrial catalizó una demanda de mano de obra alfabetizada, lo que llevó a países como Gran Bretaña, Alemania y Estados Unidos a instituir la educación obligatoria en el siglo XIX. Las tasas de alfabetización se dispararon por encima del 90 por ciento, resultando en transformaciones económicas sin precedentes. Por ejemplo, el PIB de Gran Bretaña experimentó un aumento doble en 50 años tras tales reformas.
Japón sirve como un estudio de caso convincente; su sistema educativo Gakusei de 1872, implementado bajo el emperador Meiji, logró una impresionante tasa de alfabetización del 80 por ciento para 1900, sentando las bases para un rápido crecimiento industrial. En cambio, muchas naciones de América Latina y África se rezagaron debido a la volatilidad política y las restricciones educativas de la era colonial. Para 1900, las tasas de alfabetización en numerosas naciones africanas aún estaban por debajo del 20 por ciento.
La era posterior a la Segunda Guerra Mundial vio esfuerzos concertados para promover la alfabetización a nivel global, liderados por instituciones como la UNESCO. Sin embargo, persisten desafíos, particularmente en regiones en desarrollo donde los recursos limitados obstaculizan el progreso educativo. Países en Asia, como China e India, han logrado avances notables en alfabetización a través de iniciativas impulsadas por el gobierno. La tasa de alfabetización de China se disparó al 66 por ciento en 1982, mientras que la Misión Nacional de Alfabetización de India aumentó las tasas de alfabetización de adultos del 52 por ciento en 1991 a más del 74 por ciento en 2011.
Las reformas educativas de América Latina, particularmente en Argentina y Brasil, también han producido mejoras notables en la alfabetización, aunque persisten disparidades. Para 1980, Argentina había alcanzado una tasa de alfabetización del 93 por ciento, y Brasil había llegado al 75 por ciento. En contraste, el progreso de África ha sido inconsistente, con Sudáfrica alcanzando más del 80 por ciento de alfabetización para 1980, mientras que países como Nigeria y Kenia continúan enfrentando obstáculos educativos significativos.
A medida que se acercaba el final del siglo XX, el papel de la educación como motor del éxito económico se volvió cada vez más evidente. Las naciones desarrolladas expandieron la educación superior, con las universidades desempeñando un papel crítico en la promoción de la investigación y la innovación, subrayando así la necesidad de una fuerza laboral educada ante la globalización.
La revolución digital ha cambiado aún más el panorama educativo, haciendo que el aprendizaje sea más accesible que nunca. Los países con altas tasas de alfabetización, como Finlandia, Corea del Sur y Alemania, continúan liderando el camino en innovación. Sin embargo, el nexo entre democracia y educación es complejo. Mientras algunos argumentan que la gobernanza democrática fomenta la inclusión educativa, otros sostienen que la educación misma es un motor para el compromiso democrático.
La lucha de América Latina por aprovechar la educación para un crecimiento económico equitativo ejemplifica estos desafíos. A pesar de tener una tasa de alfabetización del 95 por ciento en México y del 93 por ciento en Brasil, problemas como la desigualdad y la corrupción persisten, obstaculizando el progreso. Las universidades públicas de Argentina y Chile enfrentan problemas de financiamiento y acceso, lo que subraya la necesidad de reformas integrales.
En África, aunque naciones como Sudáfrica y Egipto cuentan con sistemas universitarios desarrollados, muchos países de África subsahariana siguen atrapados en problemas de acceso educativo. La pandemia de COVID-19 ha exacerbado estas disparidades, revelando la urgente necesidad de soluciones equitativas de aprendizaje digital. No obstante, las tasas de alfabetización global han mejorado, gracias en parte a los esfuerzos concertados de gobiernos y organizaciones internacionales.
Al mirar hacia el futuro, está claro que la educación seguirá siendo la piedra angular del avance económico y social. Si bien las tendencias históricas demuestran el vínculo crítico entre educación e industrialización, la economía del conocimiento contemporánea exige un énfasis en el aprendizaje continuo y la adaptabilidad. En una era definida por el cambio tecnológico rápido y la globalización, la importancia de fomentar la innovación, la equidad y el compromiso político a través de la educación sigue siendo primordial. El camino a seguir requerirá un compromiso colectivo para asegurar que todos los individuos tengan las herramientas y oportunidades para prosperar en un mundo en constante evolución.
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