
Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.




Desastres Naturales 23.02.2025
A medida que los residentes de la costa oeste de los Estados Unidos llevan a cabo sus vidas diarias, permanecen bajo la sombra de un posible evento sísmico devastador. La serie de terremotos de la semana pasada, que sacudió California y más allá, ha amplificado las advertencias de los científicos sobre la inevitabilidad de un gran terremoto a lo largo de la Zona de Subducción de Cascadia, una característica geológica que se extiende 700 millas desde el norte de California hasta el noroeste del Pacífico.
Expertos líderes, incluyendo a Harold Tobin, director de la Red Sísmica del Noroeste del Pacífico, han alertado al público sobre los peligros que presenta esta falla, capaz de producir terremotos de hasta 9.0 de magnitud. Tal evento no solo sacudiría el suelo, sino que también podría desencadenar tsunamis catastróficos que impactarían a las comunidades costeras. “Esta es una falla que podría producir un terremoto que devastaría toda la costa”, declaró Tobin, enfatizando la urgente necesidad de concienciación y preparación.
Las repercusiones de un gran terremoto son asombrosas. Según estimaciones de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA), un evento sísmico significativo a lo largo de la Zona de Subducción de Cascadia podría resultar en la muerte de aproximadamente 14,000 individuos y dejar a más de 100,000 heridos solo en Oregón y Washington. El último gran terremoto de esta magnitud ocurrió hace más de 300 años, cuando un terremoto de 9.2 de magnitud en 1700 desató un tsunami que llegó hasta Japón.
El Departamento de Manejo de Emergencias de Oregón ha indicado que hay un 37% de probabilidad de experimentar un terremoto de magnitud 7.1 o mayor en los próximos 50 años. Robert Ezelle, director del manejo de emergencias del estado de Washington, refuerza la naturaleza alarmante de esta estadística, calificando a un posible megaterremoto como "el peor desastre natural en la historia de nuestro país".
Si la Zona de Subducción de Cascadia desatara 'El Grande', las consecuencias no solo implicarían una gran pérdida de vidas, sino también daños extensos a la propiedad. Tobin predice que un gran terremoto podría llevar a la destrucción de más de 620,000 edificios, incluidos hospitales y escuelas, y aislar el acceso a vecindarios enteros. Con la probabilidad de líneas de energía caídas y rupturas de gas y agua, los residentes se enfrentarían a un escenario catastrófico con un apoyo limitado de los servicios de emergencia.
La historia reciente sirve como un recordatorio de la devastación potencial de los eventos sísmicos. El terremoto de Nisqually en 2001 en Washington, aunque de magnitud 6.8, resultó en $4 mil millones en daños y cientos de heridos. En comparación, las consecuencias esperadas de un terremoto de la falla de San Andrés en California, otra zona sísmica clave, podrían llevar a un estimado de 1,800 muertes y hasta $200 mil millones en daños.
La posición geográfica de Washington lo hace particularmente vulnerable. El estado alberga no solo la Zona de Subducción de Cascadia, sino también múltiples fallas activas que podrían desencadenar una actividad sísmica significativa en cualquier momento. Tobin señala: “Mientras que Cascadia produce los terremotos más grandes, los terremotos más pequeños a lo largo de estas fallas activas aún pueden causar daños enormes”.
La amenaza de un tsunami, aunque generalmente asociada con una actividad sísmica significativa, no puede ser pasada por alto. El último gran tsunami que golpeó Washington y Oregón fue en 1964, provocado por un terremoto en Alaska, que vio olas alcanzar alturas de 55 pies. Tales eventos subrayan la realidad de que la costa oeste no solo es susceptible a terremotos, sino también a los devastadores tsunamis que pueden generar.
Si bien se están llevando a cabo esfuerzos de preparación, los expertos advierten que muchos residentes siguen sin estar preparados para la magnitud del desastre que podría ocurrir. Ezelle enfatiza que las personas pueden tener que depender de sí mismas y de sus vecinos durante al menos dos semanas después de un evento importante, destacando la importancia de la preparación personal y la planificación comunitaria.
A medida que la comunidad científica continúa monitoreando la actividad sísmica, el mensaje es claro: la costa oeste está en tiempo prestado. La inevitabilidad de un evento sísmico significativo se cierne, y cada temblor sirve como un recordatorio sobrio de lo que podría suceder cuando la tierra finalmente se mueva bajo nuestros pies. Con vidas y medios de subsistencia en juego, la llamada a la concienciación, la preparación y la resiliencia comunitaria nunca ha sido más urgente.
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