La dictablanda de Berenguer y el camino hacia la proclamación de la República

La dictablanda de Berenguer y el camino hacia la proclamación de la República

El 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República en España, marcando el fin de la "dictablanda" de Berenguer y el autoritarismo.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Mundo 14.02.2025
El 28 de enero de 1930, la España de los años treinta se encontraba en una encrucijada política de dimensiones históricas. Tras la dimisión del teniente general Miguel Primo de Rivera, el rey Alfonso XIII se enfrentó a la difícil tarea de decidir el camino a seguir para restaurar el orden en un país profundamente polarizado y agotado por años de dictadura. Sin embargo, optó por una solución que pronto demostraría ser insostenible: nombrar al teniente general Dámaso Berenguer como presidente del Consejo de Ministros, iniciando así un período conocido como la "dictablanda". Berenguer, un militar con un pasado marcado por fracasos, entre ellos el desastre de Annual en 1921, asumió la tarea de devolver a España a la "normalidad constitucional". Su programa de gobierno, ambicioso en teoría, se centraba en la reconstrucción de las viejas organizaciones políticas y en la atención a los problemas sociales y económicos que había generado la crisis de 1929. Sin embargo, su falta de habilidades políticas y el desprestigio que arrastraba desde su vinculación con la dictadura hacían que su elección fuese, en muchos sentidos, un acto de desesperación. La respuesta de los viejos líderes políticos fue, en su mayoría, negativa. Aquellos que habían sufrido bajo la autocracia de Primo de Rivera mostraron reticencia a colaborar con Berenguer. Solo una facción de la derecha más radical se alineó con él, lo que llevó a la formación de un gabinete aislado de la realidad del país y de sus verdaderas necesidades. La prensa, con ironía, acuñó el término "dictablanda" para referirse a este gobierno que, lejos de restaurar la democracia, se mostraba incapaz de enfrentar los desafíos económicos y sociales que asediaban a la nación. Mientras tanto, la oposición comenzaba a reorganizarse. Antiguos monárquicos, cansados del régimen de Alfonso XIII, se declararon republicanos, dando lugar a la fundación de nuevos partidos y movimientos que abogaban por un cambio radical en el sistema político. Este proceso no solo se limitó a las esferas políticas; las organizaciones nacionalistas en Cataluña y Galicia también comenzaron a inclinarse hacia la opción republicana, buscando la autonomía que no habían podido conseguir bajo la monarquía. Incluso dentro del Ejército, el republicanismo encontraba eco, sobre todo entre los oficiales de la Aeronáutica Militar. La reunión de San Sebastián, en agosto de 1930, marcó un hito en la historia del país al acordar la creación de un comité revolucionario para derrocar la monarquía. Este era un momento en el que la violencia empezaba a ser vista como un medio legítimo para alcanzar fines políticos, rompiendo con la tradicional búsqueda de consenso que había caracterizado a la política española en las décadas anteriores. A medida que se acercaban las elecciones municipales de abril de 1931, la presión sobre el gobierno de Berenguer aumentaba. La falta de apoyos para su propuesta de restaurar la democracia se hizo evidente, lo que lo llevó a dimitir el 14 de febrero de ese año. Alfonso XIII, sin un rumbo claro, optó por formar un nuevo gobierno, pero nuevamente cometió el error de elegir a un líder sin experiencia política, el capitán general Juan Bautista Aznar, lo que resultó en un agravamiento de la crisis. Las elecciones municipales se convirtieron en un plebiscito sobre la monarquía. La Conjunción Republicano-Socialista logró un éxito sin precedentes, ganando en 42 de las 50 capitales de provincia. A pesar de que los monárquicos obtuvieron un mayor número de concejales, la contundencia del triunfo republicano fue innegable y dejó al gobierno de Aznar en una posición precaria y desmoralizada. Ante esta situación, los miembros del comité revolucionario proclamaron su victoria y exigieron la renuncia del rey. Alfonso XIII, al principio reacio, se vio obligado a reconsiderar su posición. La falta de apoyo de sus generales y la presión popular lo llevaron a suspender sus "prerrogativas regias" el 13 de abril de 1931, un gesto que sellaría el destino de la monarquía. El 14 de abril, mientras el rey se preparaba para abandonar el país, la Segunda República era proclamada en todas las localidades de España. Este momento histórico marcó el final de un largo periodo de autoritarismo y el inicio de una nueva era, llena de promesas y desafíos, que cambiaría para siempre el rumbo de la nación. La "dictablanda" de Berenguer, que pretendía ser un puente hacia la estabilidad, se convirtió en el último intento de una monarquía que ya no contaba con el apoyo de su pueblo.
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