
Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.




Mundo 12.02.2025
A medida que Tailandia navega por las turbulentas aguas de su paisaje político, el año 2024 ha ilustrado los desafíos profundamente arraigados que persisten en la búsqueda de la estabilidad democrática. Tras los tumultuosos acontecimientos de 2023, que señalaron un posible cambio en el paradigma político con el ascenso del Partido Mover Hacia Adelante (MFP) y su agenda reformista, el año siguiente ha visto un regreso a dinámicas políticas más familiares, aunque con una turbulencia significativa.
El MFP, impulsado por su éxito en las elecciones de 2023, tenía como objetivo desmantelar la restrictiva ley de lesa majestad y promover la transparencia dentro de las instituciones gubernamentales. Sin embargo, tanto la monarquía como el ejército, bastiones tradicionales de autoridad en Tailandia, han mostrado resistencia a tales reformas, aferrándose a sus poderes mientras enfrentan una legitimidad decreciente. El precario equilibrio de poder fue puesto a prueba cuando un acuerdo controvertido negociado en 2023 trajo de vuelta al ex primer ministro Thaksin Shinawatra del exilio. Este arreglo, que vio a Thaksin alinearse con partidos afines al ejército, sirvió para neutralizar al MFP y mantener una apariencia de gobernanza constitucional, evitando la necesidad de un golpe militar mientras perpetuaba un statu quo que favorece al establecimiento conservador.
Con el gobierno de coalición liderado por Srettha Thavisin, se podría haber esperado un enfoque en revitalizar la economía y abordar reformas educativas. Sin embargo, la inestabilidad subyacente es una característica persistente del tejido político de Tailandia. Esta inestabilidad puede atribuirse a tres factores interrelacionados que continúan socavando la gobernanza efectiva.
El primero es el marco legal que facilita la maniobra política en contra de los oponentes. La Constitución de 2017 contiene disposiciones que permiten la destitución de funcionarios por motivos éticos vagos, que pueden ser utilizados como armas por adversarios políticos. La infame Sección 112 del Código Penal agrava aún más este entorno, permitiendo acusaciones infundadas de difamación contra la monarquía, un cargo que deja poco margen para la defensa.
El segundo factor es la aparición de "emprendedores illiberales", élites de menor rango que operan dentro del sistema político y que se involucran en políticas faccionales para promoverse a sí mismos y mostrar lealtad al establecimiento gobernante. Esta competencia a menudo conduce a la inestabilidad, ya que estos actores explotan vías legales para desafiar a los líderes del gobierno. La reciente destitución del primer ministro Srettha por una coalición de senadores leales al antiguo intermediario de poder Prawit Wongsuwan ejemplifica esta peligrosa tendencia.
Por último, la presencia de una "sociedad incivil", elementos conservadores que reaccionan violentamente a las ideas liberales, juega un papel crítico en la configuración del discurso político en Tailandia. En 2024, estos grupos han atacado a jóvenes activistas que desafían los prerrogativas reales, aumentando las tensiones dentro de la sociedad. Incluso Thaksin, una vez una figura dominante, no ha escapado a la ira de estas facciones conservadoras, con desafíos legales en curso que amenazan su legado político.
A medida que 2024 se acerca a su fin, el paisaje político sigue estando cargado de incertidumbre. El Senado dominado por los conservadores, establecido a través de un proceso de selección turbio, mantiene un poder significativo, nombrando jueces e influyendo en asuntos constitucionales. La disolución del MFP y la posterior prohibición de sus líderes para participar en política destacan la continua represión de los movimientos reformistas dentro del país.
Curiosamente, el liderazgo dentro del partido Pheu Thai, incluyendo a Thaksin y su hija, la primera ministra Paetongtarn Shinawatra, ha demostrado una aguda conciencia de las reglas profundamente arraigadas que rigen la política tailandesa. Su rápida acción para sofocar propuestas internas que podrían provocar una reacción negativa del ejército y el palacio refuerza la noción de que el discurso político aceptable debe operar dentro de parámetros restringidos.
En resumen, la escena política de Tailandia en 2024 ha revelado las complejidades y contradicciones de una democracia que aún lucha con su identidad. La continua influencia del ejército, la monarquía y las facciones conservadoras asegura que el camino hacia una verdadera estabilidad democrática esté lleno de obstáculos. A medida que la nación se prepara para entrar en otro año, la interacción de estas fuerzas probablemente dictará la futura trayectoria de la política tailandesa, particularmente bajo las rígidas limitaciones de la Constitución de 2017. La esperanza de reforma y rendición de cuentas sigue presente, pero debe enfrentarse a los intereses arraigados que moldean la realidad política de la nación.
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