
Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.




Mundo 11.02.2025
En un mundo cada vez más definido por identidades fluidas y nociones complejas de pertenencia, las historias de dos jóvenes futbolistas en Corea destacan las profundas preguntas que rodean la nacionalidad y la ciudadanía. Bato Samuel e Isaac Osei, ambos de 19 años, están navegando sus caminos en una sociedad que a menudo delimita la inclusión a través de las rígidas líneas de las leyes de nacionalidad, que en Corea están fuertemente basadas en el principio de jus sanguinis, o ciudadanía por linaje.
Samuel, nacido en Seúl de padres marfileños, comenzó su viaje en una ciudad donde desarrolló una pasión por el fútbol desde una edad temprana. Sus años formativos los pasó en los patios de Yongsan, donde rápidamente se hizo un nombre, llevando a su equipo de fútbol de la escuela secundaria a notables victorias. Su talento llamó la atención de entrenadores, y continuó sobresaliendo en la Escuela Secundaria Osan, llevando finalmente a su equipo a un campeonato nacional. A pesar de sus logros, Samuel posee un pasaporte marfileño, un hecho que contrasta marcadamente con el sentido de pertenencia que siente dentro de la sociedad coreana.
De manera similar, el viaje de Isaac Osei comenzó en Ghana antes de que su familia se mudara a Corea cuando él tenía solo cinco años. Inspirado por su hermano mayor, Isaac se adentró en el fútbol, donde rápidamente mostró sus habilidades, anotando 32 goles en solo 18 partidos durante sus años de escuela secundaria. Su éxito continuó en la Escuela Secundaria Suwon Gyeongmyeong, donde ha expresado su inquebrantable compromiso con Corea, declarando: "Corea es mi hogar." Sin embargo, al igual que Samuel, la identidad de Isaac como ciudadano ghanés complica sus aspiraciones de integrarse plenamente en el tejido de la vida coreana, particularmente en un contexto futbolístico donde las regulaciones sobre jugadores extranjeros han dificultado históricamente que jugadores como él persigan carreras profesionales.
Este año, sin embargo, el panorama cambió con la introducción del "sistema de jugadores de formación nacional" por parte de la K League. Esta política permite que los ciudadanos extranjeros que han jugado para equipos domésticos registrados durante períodos específicos sean tratados como jugadores nacionales. Los contratos exitosos de Samuel y Osei con el FC Seúl y el Daegu FC marcan un hito significativo, permitiéndoles perseguir sus sueños sin la etiqueta de "mercenarios extranjeros". Este cambio representa un paso prometedor hacia la inclusividad en un deporte que durante mucho tiempo ha sido visto a través de una lente estrecha de nacionalidad.
Más allá del ámbito deportivo, sus historias resuenan con problemas sociales más amplios, particularmente en lo que respecta a los niños migrantes indocumentados en Corea. En 2020, la Comisión Nacional de Derechos Humanos de Corea instó a reformas para proteger a estos niños, muchos de los cuales han pasado sus vidas en el país sin la debida documentación. Las medidas de alivio temporal propuestas fueron un desarrollo bienvenido, sin embargo, siguen siendo precarias y están a punto de expirar pronto, dejando a muchos niños en un limbo.
Mientras Samuel y Osei persiguen sus sueños, simbolizan el potencial de cambio en la sociedad coreana—una que abraza la diversidad y reconoce las contribuciones de todos los que llaman a Corea su hogar, independientemente de sus orígenes. Sus trayectorias nos instan a reflexionar sobre la naturaleza de la pertenencia, la importancia de políticas inclusivas y el imperativo moral de permitir que cada niño tenga la oportunidad de soñar y prosperar libre de las ataduras de definiciones obsoletas de nacionalidad.
Mientras el mundo del fútbol observa, los éxitos de estos jóvenes podrían servir como un catalizador para una reflexión y un cambio social más amplios, fomentando una Corea más inclusiva donde la pregunta de "¿Quién pertenece?" se responda con un rotundo "Todos lo hacemos."
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