Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
En la mañana del 22 de enero, un pequeño terremoto sacudió la tranquila aldea de Dehesas Viejas, situada a 30 millas al norte de Granada. El temblor, que ocurrió a las 6:35 AM, registró un modesto 3.0 en la escala de Richter, según el Instituto Geográfico Nacional (IGN) de España. Afortunadamente, la profundidad del sismo—ocho kilómetros—significó que no se produjeron daños significativos y los residentes de Granada, a unos 50 kilómetros de distancia, estaban completamente ajenos a la actividad sísmica que ocurría cerca. Los terremotos, aunque a menudo alarmantes, son un fenómeno común en Andalucía, una región que se encuentra en una de las zonas tectónicas más activas del mundo. Solo en la última década, se han registrado 172 terremotos con magnitudes superiores a 4.0, siendo 2016 un año particularmente activo con 55 temblores. Notablemente, el terremoto más significativo en la historia reciente golpeó Málaga en enero de 2016, aunque su epicentro se encontraba en alta mar, lo que salvó a la ciudad de efectos devastadores. El terremoto más grande en la memoria viva ocurrió en Granada en marzo de 1954, alcanzando una magnitud de 7.8, mientras que el terremoto de Lorca en 2011, aunque de menor magnitud (5.1), trágicamente resultó en nueve muertes. La actividad sísmica en Andalucía se puede atribuir a la posición de la región a lo largo del límite de la placa tectónica africana, que se está empujando hacia el norte a un ritmo de aproximadamente cinco milímetros por año. Esta realidad geológica significa que los terremotos no son solo una posibilidad, sino una certeza estadística en el área, y la historia ha demostrado que las consecuencias pueden ser graves. En 1806, un terremoto local cobró 13 vidas, y el catastrófico temblor de 1884 resultó en 1,200 fatalidades en Granada. A esta historia de eventos sísmicos se suma el notorio Terremoto de Lisboa de 1755, que reverberó a través de la Península Ibérica. Con una magnitud estimada de 7.7, causó una destrucción generalizada y cobró decenas de miles de vidas tanto en Portugal como en Marruecos. El terremoto no solo remodeló el paisaje, sino que también transformó inadvertidamente regiones como Isla Cristina, que emergió como una sólida masa de tierra apta para la habitación tras el sismo. Los ecos de esta trágica historia nos recuerdan que, aunque el reciente temblor en Dehesas Viejas pudo haber sido menor, la amenaza de un terremoto más grande sigue siendo una preocupación constante. El desastre de 1755 es particularmente significativo en Andalucía, ya que también llevó a la destrucción de la catedral gótica de Ronda, una estructura que solo se mantuvo en pie durante 130 años. Hoy, los visitantes de Ronda pueden admirar la iglesia de Santa María la Mayor, que incorpora restos tanto de la mezquita que la precedió como de la catedral gótica que se perdió ante la furia de la tierra. Mientras los residentes y visitantes disfrutan de la belleza y la cultura de Andalucía, es vital mantener la conciencia sobre el potencial de actividad sísmica. Se deben tomar medidas para asegurar la preparación ante futuros eventos, ya que la historia de la región sirve como un poderoso recordatorio de la capacidad destructiva de la naturaleza. Esperemos que las próximas décadas traigan paz desde el suelo, permitiendo que el rico tapiz de la vida en Andalucía continúe sin interrupciones.