
Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.




Desastres Naturales 29.01.2025
La resiliencia de los propietarios de viviendas frente al cambio climático sigue siendo un fenómeno desconcertante, especialmente a medida que los eventos meteorológicos extremos se vuelven más frecuentes y severos. La historia de Robert Sawyer, un piloto de aerolínea retirado de Madeira Beach, Florida, ilustra vívidamente esta lucha. Tras el paso del huracán Helene, Sawyer regresó a su hogar gravemente dañado, navegando entre escombros y restos para evaluar el impacto que la tormenta había causado. No se trataba simplemente de una pérdida financiera; fue un desasosiego emocional, mientras contemplaba la destrucción de recuerdos preciados encapsulados en fotografías y pertenencias personales.
La situación de Sawyer no es única. En regiones costeras y áreas propensas a desastres, los propietarios enfrentan el aumento de las primas de seguros y la creciente probabilidad de que sus propiedades se vuelvan inasegurables. Los costos de seguro de Sawyer casi se habían duplicado en solo una década, y cuando su póliza fue cancelada inesperadamente, se encontró luchando por asegurar una cobertura que se alineara con los requisitos de su hipoteca. Las secuelas de la tormenta trajeron no solo devastación física, sino también un recordatorio contundente de la precariedad de invertir en lugares tan vulnerables.
Estimaciones recientes indican que la carga financiera de los desastres relacionados con el clima en EE. UU. alcanzó los 320 mil millones de dólares en 2023, con los aseguradores cubriendo solo una fracción de estas pérdidas. Esto ha llevado a una desaceleración significativa en los mercados de propiedades, particularmente en áreas devastadas por desastres naturales. El impacto es evidente en lugares como Valencia, España, donde los prestamistas están retrasando las aprobaciones de hipotecas, a la espera de tasaciones de propiedades revisadas para determinar los niveles de riesgo tras el desastre.
En el Reino Unido, los propietarios de viviendas también sienten la presión, ya que las primas de seguros aumentan drásticamente debido al creciente número de reclamaciones por desastres naturales. Los residentes en áreas como Hertfordshire enfrentan aumentos pronunciados en sus costos de seguro, especialmente para propiedades con riesgos únicos. Este endurecimiento de los mercados de seguros ha dejado a muchos sintiéndose atrapados en hogares que son tanto una carga financiera como cada vez más difíciles de asegurar.
Sin embargo, a pesar de los riesgos, un sorprendente número de individuos elige permanecer en estos entornos de alto riesgo. Alisa Ruby Bash, residente de Los Ángeles, perdió su hogar debido a un incendio forestal, pero planea reconstruir, sin dejarse intimidar por la amenaza de futuros desastres naturales. Bash ejemplifica una tendencia más amplia donde el atractivo de lugares hermosos y culturalmente ricos supera los posibles peligros que plantea el cambio climático. Este fenómeno es respaldado por expertos que lo comparan con inversores que ignoran posibles caídas en favor de ganancias actuales.
Justin Angle, un académico que estudia la psicología de la percepción del riesgo, señala que muchos propietarios están condicionados a desestimar la inminente amenaza del cambio climático. Argumenta que esta mentalidad es similar a ignorar riesgos fundamentales en inversiones financieras, donde la gratificación a corto plazo eclipsa las consecuencias a largo plazo. La tendencia humana a construir barreras emocionales y psicológicas contra la posibilidad de pérdida complica el proceso de toma de decisiones para los propietarios que viven en áreas propensas a desastres.
El desafío de abordar el riesgo climático se complica aún más por las dinámicas sociales. A medida que las comunidades enfrentan la realidad del cambio climático, las conversaciones sobre preparación y gestión del riesgo a menudo no logran avanzar. La experiencia de Vaillant en Vancouver ilustra esta desconexión; a pesar de vivir en una zona de alto riesgo, encuentra una renuencia entre los vecinos a discutir medidas de seguridad contra incendios. Esta distancia psicológica puede obstaculizar la acción colectiva, dejando a los individuos para navegar sus vulnerabilidades en aislamiento.
La historia de Sawyer ofrece un vistazo al futuro de la vida en áreas costeras. Mientras contempla sus renovaciones en curso, reconoce que, aunque su hogar podría resistir futuras tormentas, la realidad más amplia es que lugares como San Petersburgo podrían enfrentar inundaciones severas en las próximas décadas. Sin embargo, para él y muchos como él, la decisión de reconstruir es un testimonio de su conexión con la tierra y una negativa a sucumbir al miedo.
Frente a un futuro incierto moldeado por el cambio climático, la resiliencia de los propietarios de viviendas se convierte en una narrativa central. Sus decisiones de permanecer en regiones vulnerables destacan una conexión humana arraigada con el lugar, incluso cuando se enfrentan a los riesgos que lo acompañan. La yuxtaposición de peligro y apego sin duda definirá la relación entre las personas y sus hogares a medida que el cambio climático continúe remodelando el paisaje de riesgo y recompensa.
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