Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La presencia de los Reyes de España en la inauguración de la Feria Internacional de Turismo (Fitur) ha generado un ambiente de confusión y críticas, que se ha vuelto habitual en este evento anual. En esta ocasión, Felipe VI y Letizia han sido el centro de atención, pero no precisamente por la calidez de su recibimiento, sino por las incomodidades y rifirrafes que han rodeado su llegada. La jornada, marcada por un ambiente gris y caótico, ha dejado más quejas que alabanzas entre los asistentes, que en su mayoría esperaban un ambiente más propicio para el desarrollo de sus actividades turísticas. Desde el momento en que los Reyes hicieron su entrada, se notó una palpable tensión en el ambiente. Los cordones de seguridad, las aglomeraciones y los cortes de tráfico causados por su presencia han resultado en un desfile de inconvenientes para los periodistas y visitantes de la feria. Aunque algunos monárquicos se mostraron emocionados al ver a Felipe y Letizia tan de cerca, muchos otros manifestaron su frustración al verse obligados a modificar sus trayectos debido al protocolo real. Así, Fitur se ha convertido en un escaparate de situaciones incómodas que han sido notadas incluso por los propios Reyes. Los Reyes realizaron un recorrido por los diferentes estands de la feria, deteniéndose brevemente en exposiciones de diversas comunidades autónomas, así como en representaciones de otros países. Sin embargo, la mayoría de las detenciones fueron rápidas, como si de una visita al médico se tratara. En un momento emotivo, Felipe y Letizia fueron obsequiados con un cuadro que representaba la bandera de Valencia, elaborado con la técnica de trencadís por personas con discapacidad intelectual. Este gesto de agradecimiento subrayó la importancia de la implicación de la Corona en causas sociales, pero no logró eclipsar los momentos de tensión que se vivieron a lo largo del día. Uno de los episodios más comentados se produjo en el estand de Aragón, donde un dron captó la atención de Letizia, quien empezó a hacer preguntas sobre su funcionamiento. En un intento por apurar el tiempo, Felipe interrumpió a su esposa, exclamando que debían continuar. Sin embargo, irónicamente, fue el propio Rey quien, más tarde, se tomó su tiempo para saludar a un conocido, el actor Juan Carlos Delgado, lo que provocó un retraso adicional en su agenda. Este tipo de situaciones han llevado a cuestionar la efectividad de su protocolo y la coordinación de su equipo. Mientras tanto, Letizia, al ver que su marido no seguía el guion establecido, decidió aprovechar la ocasión para sacarse un selfie con otros visitantes, lo que no pasó desapercibido para el jefe de protocolo, quien poco después le pidió que continuara con el recorrido. Esta escena ilustra la falta de sincronización entre ambos miembros de la pareja real, dejando entrever una dinámica que, aunque a veces puede ser simpática, también refleja la presión y las expectativas que enfrentan en este tipo de eventos. La jornada en Fitur, lejos de ser un momento de celebración y conexión con el sector turístico, se transformó en un cúmulo de situaciones tensas, donde la interacción entre los Reyes y el público no siempre fue la esperada. Las quejas de los asistentes no solo se referían al despliegue de seguridad, sino también a la falta de fluidez en la agenda real, que se vio interrumpida por momentos de distracción y anécdotas personales. La crítica hacia la presencia de la monarquía en un evento de estas características ha resurgido, planteando preguntas sobre la relevancia de sus visitas y su capacidad para conectar con el público. Muchos asistentes se cuestionaron si realmente aportan valor al evento o si su presencia solo genera una serie de inconvenientes que restan protagonismo al turismo y a los expositores. Con el paso de los años, la relación entre la feria y la monarquía ha evolucionado, pero la sensación de incomodidad parece persistir. Mientras que algunos ven en la presencia de los Reyes un símbolo de apoyo y reconocimiento al sector, otros lo perciben como un mero espectáculo que distorsiona el verdadero propósito de una feria que busca promover el turismo. La controversia generada en torno a su visita a Fitur no es un caso aislado; refleja una tensión más amplia entre la percepción pública de la monarquía y su papel en la sociedad contemporánea. Con cada aparición, la familia real se enfrenta al reto de reconciliar su imagen con las expectativas de un público diverso, que no siempre encuentra en ellos el reflejo de sus propias aspiraciones y necesidades. En un mundo que sigue cambiando rápidamente, la monarquía deberá encontrar su lugar y relevancia en un contexto que demanda más que una simple presencia.