Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
Mientras los wellingtonianos celebraban su fin de semana de aniversario, la atmósfera se llenó del habitual espíritu festivo: amigos se reunieron, eventos deportivos ocuparon el centro del escenario y la emoción de las carreras de barcos y caballos creó un vibrante telón de fondo. Sin embargo, al caer la noche, el ambiente cambió de la juerga a la reflexión, marcando un importante recordatorio histórico del poder impredecible de la naturaleza. Hace exactamente 170 años, el feriado del aniversario de Wellington dio un giro drástico con el terremoto más grande registrado en Nueva Zelanda, el terremoto de Wairarapa de magnitud 8.2, ocurrido el 23 de enero de 1855. El temblor se produjo justo cuando las familias estaban terminando sus celebraciones, dejándolas en estado de shock mientras navegaban por el caos posterior. Los informes describieron cómo los violentos temblores arrojaron a las personas al suelo y causaron una devastación generalizada, alterando permanentemente el paisaje de Wellington al desplazar la ciudad aproximadamente 16 metros hacia el noreste y elevar la tierra costera en más de seis metros. Pero la furia del terremoto no terminó allí. Pocos minutos después, un tsunami irrumpió en el puerto de Wellington, exacerbando la destrucción. La ola, que fue más alta a lo largo de la costa sur, arrasó áreas como Lambton Quay, dejando un rastro de devastación y una escena surrealista de costas altas y secas, cubiertas de miles de peces muertos. Esta consecuencia menos conocida del terremoto sirve como un recordatorio contundente de la vulnerabilidad de la región tanto a eventos sísmicos como a tsunamis. Si bien Wellington es a menudo reconocida por su actividad sísmica, es crucial recordar que los tsunamis también son una amenaza significativa. Las intrincadas fallas de Strait Cook y los empinados cañones submarinos crean condiciones propicias para tsunamis inducidos por terremotos y deslizamientos de tierra. Con los registros históricos revelando que tsunamis destructivos, aunque poco frecuentes, han ocurrido, es esencial que los residentes permanezcan alerta y preparados. El Modelo Nacional de Peligro de Tsunami de Nueva Zelanda proporciona información sobre los riesgos de tsunamis en la región, indicando que, aunque los tsunamis grandes son raros, pueden ocurrir con poco aviso, especialmente cuando son causados por eventos sísmicos cercanos. A diferencia de los tsunamis que se originan en costas lejanas, que pueden ofrecer hasta 14 horas de aviso, los tsunamis locales pueden llegar en cuestión de minutos, lo que requiere una respuesta inmediata basada en señales naturales en lugar de alertas oficiales. Las lecciones de los tsunamis pasados, como el tsunami del Día de San Esteban en 2004 y el tsunami de Tōhoku en 2011, destacan la importancia de la autoevacuación. Una respuesta rápida a las señales naturales, como el retumbo de un terremoto o sonidos inusuales del mar, podría salvar vidas. Los estudios indican que la evacuación rápida de la comunidad puede reducir significativamente el posible número de víctimas, un punto crucial dado que miles pueden estar en riesgo en caso de un gran tsunami. Reflexionar sobre el aniversario de 1855 también sirve como un llamado a la acción para los wellingtonianos. La experiencia del terremoto de Kaikōura en 2016 destacó la urgente necesidad de mejores estrategias de evacuación, ya que la congestión del tráfico y los cuellos de botella se hicieron evidentes cuando los residentes intentaron huir a un lugar seguro. Es vital que las personas evalúen sus rutas de evacuación, exploren métodos de transporte alternativos e identifiquen lugares seguros, como centros comunitarios, para reagruparse durante una emergencia. La memoria del tsunami de 1855 actúa como un poderoso recordatorio de que, aunque estos eventos son poco frecuentes, la preparación es clave. Se alienta a los residentes a participar activamente en iniciativas de preparación, como ShakeOut, que promueve respuestas efectivas a terremotos y tsunamis, integrando estas acciones en la vida diaria. A medida que este fin de semana de aniversario llega a su fin, se presenta una oportunidad para que los wellingtonianos no solo conmemoren el pasado, sino que también aseguren su preparación para futuros desafíos. Ya sea a través de esfuerzos comunitarios organizados o de preparación personal, transformar un fin de semana festivo en un recordatorio significativo de vigilancia puede fomentar una cultura de seguridad frente al poder de la naturaleza. Después de todo, las colinas de Wellington no son solo una característica geográfica; son una parte vital de la estrategia de respuesta de la comunidad, listas para ofrecer refugio en un momento dado.