Justin Baldoni demanda a Blake Lively y Ryan Reynolds por 400 millones de dólares

Justin Baldoni demanda a Blake Lively y Ryan Reynolds por 400 millones de dólares

Justin Baldoni demanda a Blake Lively y Ryan Reynolds por 400 millones, acusándolos de difamación y apropiación de su película. La disputa genera gran atención mediática.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

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La reciente demanda presentada por Justin Baldoni contra Blake Lively y su esposo Ryan Reynolds ha captado la atención de los medios y del público. Baldoni, quien es conocido por su carrera como director y actor, ha solicitado la impresionante suma de 400 millones de dólares, argumentando que la pareja buscó “destruirlo” a él y su carrera al apropiarse de su película, "It Ends With Us". Este conflicto legal marca un nuevo capítulo en una saga que ha revelado tensiones profundas en el mundo del entretenimiento. La demanda, que consta de 179 páginas, fue presentada en el Distrito Sur de Nueva York y no solo incluye a Baldoni, sino también a su compañía Wayfarer Studios, su socio productor, su gerente de crisis y otros colaboradores. En su contenido, Baldoni sostiene que Lively, al ser una figura de gran renombre, utilizó su influencia para tomar el control de la película, que fue no solo dirigida, sino también producida por Baldoni. Este alegato pone de manifiesto la complejidad de las relaciones de poder en la industria cinematográfica. Uno de los aspectos más impactantes de la demanda es la acusación de que Lively orquestó una campaña de difamación contra Baldoni. Según los documentos legales, se afirma que Lively destruyó la reputación personal y profesional de Baldoni y que buscó acabar con su negocio tras las negativas de este a ceder ante sus demandas. Este tipo de alegaciones no son comunes y sugieren una lucha encarnizada por el control narrativo de la situación. Por otro lado, el equipo legal de Lively ha respondido vigorosamente a las acusaciones. Describieron la demanda de Baldoni como un intento de un “abusador” de cambiar la narrativa, afirmando que Lively fue la víctima de acoso sexual durante la producción de la película. Este enfrentamiento ha escalado rápidamente, con Lively acusando a Baldoni de conducta inapropiada y de represalias tras su denuncia. El conflicto se intensificó aún más cuando Lively presentó una queja de derechos civiles en diciembre, alegando acoso sexual y represalias. Baldoni, por su parte, negó contundentemente estas afirmaciones. A medida que la situación ha avanzado, se ha revelado que la batalla legal ha expuesto conflictos internos dentro de los equipos de relaciones públicas de ambos lados, lo que añade una capa de complejidad a la narrativa pública. Otra faceta interesante de esta disputa es la reacción del New York Times, que fue el primero en informar sobre las acusaciones de Lively. Baldoni ha demandado al periódico por 250 millones de dólares, alegando que su artículo estaba sesgado y que trabajó en conjunto con el equipo de Lively para difundir información manipulada. El New York Times ha defendido su cobertura, lo que sugiere que esta confrontación no solo es un conflicto personal, sino también un debate más amplio sobre la ética en el periodismo. A medida que las demandas se apilan, tanto Baldoni como Lively han tratado de presentar su versión de los hechos al público. Baldoni afirma que Lively y su equipo planearon una campaña de difamación en su contra, mientras que el equipo de Lively sostiene que Baldoni intenta desviar la atención de sus propias acciones. Este tira y afloja ha creado un espectáculo mediático que trasciende el ámbito del cine y se adentra en temas más amplios de abuso de poder y manipulación en la industria. El abogado de Baldoni, Bryan Freedman, ha manifestado su confianza en que la evidencia apoyará su caso, afirmando que Lively intenta manipular la situación a su favor. La lógica detrás de las acusaciones de ambos lados es compleja y, en última instancia, depende de la interpretación de hechos que aún están por esclarecerse en los tribunales. La batalla legal entre Baldoni, Lively y Reynolds está lejos de concluir. La atención que esta disputa ha generado no solo ha puesto de relieve las tensiones en el set de una película, sino que también ha abierto la caja de Pandora sobre la cultura del entretenimiento en Hollywood. Con cada nueva revelación, se plantea la pregunta de hasta dónde están dispuestos a llegar los involucrados para proteger sus intereses y reputaciones. Mientras tanto, el público sigue con interés el desarrollo de esta complicada saga legal, que promete tener repercusiones más allá de lo personal y profesional. A medida que ambas partes continúan desnudando sus conflictos en la esfera pública, la industria del cine observa con atención las ramificaciones que esta batalla podría tener en sus prácticas y en la forma en que las voces de poder son escuchadas y respondidas.

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