Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
A medida que Nueva Zelanda continúa lidiando con la potencial amenaza de tsunamis, un distinguido profesor de la Universidad de Otago está sonando la alarma sobre la respuesta histórica del país a tales desastres naturales. David Johnston, un reconocido experto en gestión de desastres, destaca la urgencia de abordar las lecciones aprendidas de eventos pasados de tsunamis en Nueva Zelanda y sigue preocupado por el riesgo de que la nación repita errores históricos. El enfoque de Johnston se centra particularmente en los eventos de 1960 y 1947, que él califica como "oportunidades perdidas" para mejorar la preparación del país ante desastres. El tsunami de 1960, provocado por el masivo terremoto de 9.5 grados en Chile, golpeó la costa este de Nueva Zelanda horas después, causando daños significativos en áreas como Napier, Gisborne y Lyttelton. Notablemente, no hubo fatalities, un hecho que Johnston atribuye más a la suerte que a una preparación efectiva. “Nos libramos no por nuestra preparación, sino por la marea”, afirmó, subrayando la precariedad de depender de la fortuna en lugar de estrategias robustas de gestión de desastres. Los tsunamis de 1947, provocados por dos terremotos separados cerca de Gisborne, también sirven como un recordatorio contundente de los peligros que acechan bajo el Pacífico. Los relatos de testigos de esa época describieron olas alcanzando alturas de hasta 12 metros, causando estragos en la costa; sin embargo, nuevamente, la ausencia de fatalities se atribuyó a la suerte. Funcionarios locales, como Ben Green, gerente del grupo de Defensa Civil y Gestión de Emergencias de Tairāwhiti-Gisborne, expresaron su incredulidad ante el hecho de que la región escapara ilesa, dada la fuerza de las olas. Con evaluaciones recientes que indican un 26% de probabilidad de un terremoto significativo a lo largo de la zona de subducción de Hikurangi en los próximos 50 años, la necesidad de un enfoque proactivo hacia la preparación para tsunamis se vuelve cada vez más crítica. Graham Leonard, un científico principal en GNS Science, refuerza la noción de que las experiencias pasadas de Nueva Zelanda no son meras notas al pie de la historia, sino lecciones esenciales para el presente y el futuro. “Necesitamos estar listos para ello. Porque esas olas son grandes”, advirtió Leonard, enfatizando las realidades geológicas que podrían llevar a eventos catastróficos similares a los vistos en 2004 en el océano Índico y en Japón en 2011. Para combatir la complacencia, Johnston y sus colegas investigadores planean profundizar en los archivos del tsunami de 1947, con el objetivo de entender lo que ocurrió durante ese tiempo y trazar paralelismos con eventos futuros potenciales. Él cree que compartir historias de las comunidades puede fomentar una mejor comprensión de los riesgos asociados con los tsunamis, empoderando así a las personas para prepararse ante posibles desastres. Green ha señalado que aumentar la conciencia pública es fundamental para fomentar una cultura de preparación. Iniciativas como las campañas de “shake-out” y hīkoi de tsunami sirven como recordatorios anuales para que los ciudadanos se familiaricen con las rutas de evacuación y los mapas de inundación por tsunami. Además, nuevas mejoras en las capacidades de respuesta ante emergencias, que incluyen unidades de desalación y tecnología de comunicación avanzada, son pasos en la dirección correcta, asegurando que las comunidades estén mejor equipadas para manejar las secuelas de un desastre. A medida que el espectro de los tsunamis se cierne sobre las regiones costeras de Nueva Zelanda, el llamado colectivo a la acción resuena más fuerte que nunca. Reconocer las lecciones del pasado no solo es una cuestión de honrar a aquellos que vivieron eventos históricos, sino también una parte crucial para salvaguardar el futuro. Nueva Zelanda debe atender estas advertencias y tomar medidas decisivas hacia una preparación integral ante desastres, porque como concluye acertadamente Johnston, “Es algo que si no lo vemos en nuestra vida, nuestra próxima generación verá una iteración de ello”.