Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La reciente celebración de las cabalgatas de Reyes en Ibiza y Formentera ha dejado un sabor amargo en la boca de muchos asistentes, quienes han expresado su descontento en redes sociales debido a la notoria falta de caramelos. Este tradicional evento, que debería ser un momento de alegría y magia para los más pequeños, se ha visto empañado por la decepción y el malestar de padres y abuelos que esperaban ver a sus hijos disfrutar de la festividad como se acostumbra. Las quejas se han multiplicado, con una ciudadana que compartió su frustración al ver a su nieto con las manos en alto y sin recibir ningún caramelo. "¡Qué vergüenza!", exclamó, anunciando que el próximo año llevará sus propios dulces para evitar que su nieto se quede sin la experiencia de recoger caramelos. Esta situación ha resonado con muchos padres que comparten la misma inquietud y añoranza por los tiempos en que la cabalgata rebosaba de golosinas. Algunos comentarios en las redes han comenzado a apuntar el dedo hacia otros asistentes, acusándolos de acaparar los pocos caramelos que se lanzaron. Una madre expresó su indignación al ver que algunas familias, equipadas con grandes bolsas, acaparaban la mayor parte de los dulces mientras que otros niños se quedaban sin nada. Este fenómeno, de buscar "más y más" caramelos, ha desatado un debate sobre la falta de civismo en eventos festivos. Por otro lado, un comentario que se repite entre los asistentes apunta a la responsabilidad de la organización del evento. Una mujer, que estuvo presente con su familia, destacó que los Reyes Magos apenas pudieron lanzar caramelos, ya que carecían de suficientes para satisfacer a todos los niños. "No es culpa de ellos que no les hayan dado un buen presupuesto para hacer felices a los más peques", lamentó, reflejando la percepción de que los encargados de la cabalgata no habían cumplido con las expectativas. Una crítica recurrente se refiere a la picaresca que se ha observado en las cabalgatas, donde algunos niños, al parecer, lograron reunir una cantidad abundante de juguetes al inicio del recorrido. Esto ha generado malestar entre quienes se esforzaron por llegar a la cabalgata con la esperanza de que todos los niños tuvieran la misma oportunidad de disfrutar de los regalos que el evento podía ofrecer. Sin embargo, la controversia no solo se ha centrado en la escasez de caramelos. Algunos asistentes han expresado su alegría y agradecimiento por el evento, describiéndolo como "brillante y muy bonito". Estos comentarios resaltan que, a pesar de las críticas, el espíritu festivo sigue presente en muchos corazones, y que para algunos niños, el simple hecho de ver a los Reyes Magos ya es motivo de felicidad. La polarización de opiniones pone de manifiesto la dificultad de satisfacer a todos en un evento de esta magnitud. Mientras algunos ansían una cabalgata repleta de caramelos y dulces, otros valoran más la experiencia de compartir el momento en familia, sin importar la cantidad de golosinas que se repartan. Lo que es indiscutible, no obstante, es que las expectativas en torno a las cabalgatas de Reyes son altas. Muchos ibicencos y formenterenses han crecido disfrutando de esta tradición, y la nostalgia por esos momentos de felicidad infantil se traduce en exigencias más concretas en el presente. La presión para mantener el nivel de satisfacción de la comunidad será un reto para los organizadores de eventos futuros. Las cabalgatas, que deberían ser un símbolo de alegría y generosidad, han puesto sobre la mesa la necesidad de una mejor planificación y presupuesto para garantizar que la experiencia sea memorable para todos, especialmente para los niños. La celebración de la llegada de los Reyes Magos debería ser una ocasión mágica donde la alegría y el reparto de caramelos fluyan con abundancia, asegurando así que todos los pequeños regresen a casa con una sonrisa y un puñado de dulces.