Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
En el contexto del último discurso de Navidad del rey Felipe VI, se ha abierto un intenso debate sobre la naturaleza y el papel que juega la monarquía en la sociedad española contemporánea. A lo largo de este año, la Casa Real ha sido objeto de críticas por su aparente acercamiento al populismo, un fenómeno que, en ocasiones, parece más un intento de ganar popularidad que un acto genuino de servicio público. La reciente visita del rey a las áreas afectadas por la DANA ha dejado una impresión de insensatez, con cuestionamientos sobre la idoneidad de su presencia en un momento de crisis. La decisión de visitar un lugar donde la tragedia estaba a la orden del día y las autoridades intentaban hacer frente a una emergencia ha sido vista por muchos como un gesto de soberbia. ¿Acaso la Casa Real no se percató de que su presencia podría entorpecer las labores de rescate? La imagen de un rey rodeado de autoridades en medio de una crisis humanitaria plantea más preguntas que respuestas. La falta de consideración hacia las circunstancias adversas que enfrentaban los ciudadanos y los servicios de emergencia es difícil de justificar. A medida que la situación se tornaba caótica y se reportaban agresiones, la reacción de la comitiva fue igualmente inquietante. La falta de una respuesta firme ante la violencia y el descontrol sugiere un profundo desacierto en la gestión de su propia seguridad y, por extensión, en la percepción de su papel como figura institucional. La expectativa de que el rey debería ser un símbolo de unidad y estabilidad se convierte en una ironía amarga cuando se le ve simplemente como un actor más en un escenario lleno de tensión social. El reciente discurso navideño del rey ha agudizado aún más las críticas. En un entorno diseñado para evocar tradición y solemnidad, Felipe VI optó por un enfoque que muchos han calificado de vacío. El énfasis en una escenografía que parecía alejada de la realidad cotidiana de los ciudadanos contrasta drásticamente con la profundidad de los problemas que enfrenta la sociedad. La ausencia de menciones a temas cruciales, como la violencia de género, ha sido recibida con desdén, sugiriendo que el monarca aún no ha calibrado adecuadamente el pulso de la sociedad que pretende representar. La elección de centrarse en la inmigración, un tema que ha sido políticamente explotado por partidos como Vox, plantea interrogantes sobre las intenciones detrás de sus discursos. ¿Es una estrategia para congraciarse con sectores de la sociedad que podrían ver en él un defensor de sus posiciones? La sensación de que ciertos temas son tratados con más atención que otros revela una posible falta de equilibrio en su enfoque, lo que a su vez alimenta la percepción de que la monarquía no es capaz de representar a todos los españoles. La historia reciente de la monarquía española ha estado marcada por altibajos, pero el actual reinado de Felipe VI enfrenta un reto mayor: la necesidad de adaptarse a un panorama social y político en constante cambio. La percepción de la Casa Real como una institución anacrónica puede ser peligrosa si no se toman medidas para reconectar con la ciudadanía. La sensación de desconexión entre la monarquía y las preocupaciones de la población se ha amplificado, y el riesgo de que la institución se convierta en un símbolo de la indiferencia frente a los problemas sociales es cada vez más latente. El dilema que enfrenta Felipe VI es considerable. Por un lado, necesita mantener el apoyo de aquellos que lo ven como un bastión de la tradición y la estabilidad; por otro, es imperativo que reconozca la creciente diversidad de opiniones y necesidades en la sociedad. La falta de un discurso inclusivo y reflexivo podría llevar a que la monarquía sea vista como un relicario de un pasado que ya no resuena con los ciudadanos modernos. El rey, en su búsqueda de legitimidad, podría beneficiarse de un análisis crítico de su papel y de la forma en que sus acciones son percibidas por la población. A medida que se aproxima un nuevo año, la oportunidad de reflexionar sobre su legado y su relevancia en la sociedad actual se convierte en una imperiosa necesidad. La posibilidad de un cambio, aunque incierta, podría ser la clave para evitar que la monarquía se convierta en un vestigio de un tiempo que ya ha pasado. Mientras la Casa Real navega por un mar de incertidumbres y críticas, queda por ver si Felipe VI será capaz de abordar los retos que enfrenta con la sensibilidad y la visión necesarias. El futuro de la monarquía en España puede depender de su habilidad para trascender el populismo monárquico y convertirse en una verdadera representación de todos los sectores de la sociedad. Sin un cambio de rumbo claro, el riesgo de que esta institución se convierta en un capítulo olvidado de la historia española sigue acechando.