Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La monarquía española, bajo el reinado de Felipe VI, se encuentra en un momento crítico marcado por tensiones políticas y un desapego creciente de varios sectores de la sociedad. La figura del monarca, que en su día fue considerada un símbolo de unidad, ha visto cómo su imagen se ha erosionado, en parte por las decisiones tomadas durante su reinado y en parte por el contexto político en el que se desenvuelve. Desde su ascenso al trono, la relación entre la Corona y el Gobierno ha sido objeto de análisis y crítica, especialmente en el actual escenario político liderado por Pedro Sánchez. Desde que Sánchez llegó al poder tras la moción de censura contra Mariano Rajoy en 2018, la relación entre el presidente y el rey ha estado marcada por la desconfianza. Felipe VI no oculta su descontento con el Gobierno, sobre todo considerando los aliados de Sánchez en el parlamento. La presencia de partidos independentistas y de izquierda en su mayoría republicanos ha hecho que la figura del rey se vea cuestionada, no solo por los sectores más críticos, sino también por los propios miembros del Gobierno. Esto contrasta notablemente con la relación que su padre, Juan Carlos I, mantenía con los gobiernos del PSOE en el pasado. El panorama se complica aún más cuando observamos la reacción de los nacionalistas catalanes y vascos hacia Felipe VI. La distancia entre el rey y estos movimientos ha aumentado desde su discurso del 1-O, donde adoptó una postura firme en contra del referéndum. Desde entonces, el desdén por la institución monárquica ha crecido, no solo entre los partidos de izquierda, sino también entre aquellos partidos que, aunque no son de extrema izquierda, han comenzado a alejarse de la figura monárquica en favor de sus propios ideales. A pesar de este panorama hostil, la monarquía siempre ha encontrado formas de mantener su relevancia. Sin embargo, este "juego" de supervivencia política parece estar destinado a volverse en su contra. La estrategia de Felipe VI parece orientada a posicionarse como un rey que actúa con independencia, aunque esto pueda ser interpretado como una falta de respeto hacia las dinámicas políticas actuales. Ejemplos como su visita a Valencia durante las recientes inundaciones, en desacuerdo con el Gobierno, son solo un indicativo de cómo está intentando establecer una narrativa que lo distinga de la agenda política de Sánchez. Por otro lado, la ausencia de Sánchez en momentos críticos, como las inundaciones en Valencia, ha generado un vacío que Felipe VI ha decidido llenar. Esta decisión, aunque puede parecer un intento de ganar simpatías populares, podría ser perjudicial a largo plazo. La percepción de que la monarquía toma partido en un conflicto político podría deslegitimar aún más su figura, alejándola de la neutralidad que se suponía debía mantener. La crítica hacia la actuación del Gobierno no justifica la intromisión de la monarquía en el ámbito político. Históricamente, la Corona ha tratado de mantenerse al margen de la política activa, aunque es innegable que en ciertos momentos críticos, su intervención ha sido necesaria. Pero hoy, esa línea se ha difuminado, y el riesgo de que la monarquía se convierta en parte del enredo político es cada vez mayor. Algunos analistas argumentan que esta situación es resultado de un juego de poder en el que tanto el Gobierno como la Monarquía buscan reafirmar su relevancia. No obstante, este "juego" puede terminar con el debilitamiento de la institución monárquica, al quedar registrada en la memoria colectiva como un actor político sesgado. Una percepción que, si se consolida, podría provocar un rechazo aún más amplio hacia la figura del rey. También es pertinente considerar cómo la monarquía se ha enfrentado a la crítica mediática. Durante años, los medios han jugado un papel en la construcción de la imagen del rey, presentándolo como un individuo cercano y comprensivo. Sin embargo, este relato se enfrenta a la dura realidad de un panorama político cambiante y a una ciudadanía que demanda más transparencia y responsabilidad. A medida que la situación política se vuelve más volátil, queda la pregunta de si la monarquía puede adaptarse a este nuevo contexto. La falta de legitimidad en sus acciones podría llevar a una crisis de identidad que, de no ser abordada con cuidado, podría resultar en un cambio significativo en la percepción pública de la Monarquía en España. En un país donde la historia reciente está marcada por tensiones entre diferentes identidades, el papel de la Corona se convierte en un tema crucial que merece una reflexión profunda y un análisis cuidadoso. La monarquía, en su intento de hacer un hueco en esta compleja dinámica política, podría estar jugando una partida que podría tener consecuencias imprevisibles para su futuro.