Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La reciente inundación provocada por el huracán Helene ha planteado importantes preguntas sobre la influencia del cambio climático en los eventos meteorológicos extremos, particularmente en las intensas lluvias. David Easterling, un científico del clima de NOAA, se encontró reflexionando sobre el impacto de la lluvia solo después de que su esposa le alertara sobre el pronóstico del tiempo la tarde del 24 de septiembre. Lo que siguió fue un catastrófico aguacero de tres días que inundó comunidades, con algunas áreas recibiendo más de 30 pulgadas de lluvia. El propio Easterling midió 15 pulgadas en su propio patio trasero, un total asombroso que indica la ferocidad de la tormenta. Easterling, quien coautorizó el Informe de Ciencia Climática de Carolina del Norte en 2020, expresó incredulidad ante la severidad de la inundación. "Incluso entonces, simplemente no me di cuenta de que la inundación sería tan severa", admitió. A medida que científicos como Easterling profundizan en el análisis de datos tras el huracán Helene, buscan determinar cuánto de la lluvia extrema puede atribuirse al cambio climático. Las implicaciones de esta investigación podrían influir significativamente en cómo la región se prepara para futuros eventos meteorológicos extremos. La iniciativa de Atribución del Clima Mundial realizó un estudio de atribución climática en octubre que determinó que la lluvia de Helene fue aproximadamente un 10% más intensa debido al cambio climático. Este estudio utilizó técnicas de modelado sofisticadas, analizando la lluvia en regiones afectadas por el huracán para discernir la influencia del calentamiento global en tales precipitaciones intensas. Es notable que, aunque no se puede vincular directamente a los huracanes con el cambio climático debido a las complejidades involucradas en su formación, los estudios aún pueden resaltar cómo los factores climáticos contribuyen a eventos de lluvia extrema. Easterling señaló que las inusuales altas temperaturas de la superficie del mar en el Golfo de México jugaron un papel crucial en la intensidad de Helene, proporcionando una fuente significativa de calor y humedad. Como explicó, una atmósfera más cálida tiene la capacidad de retener más humedad, lo que lleva a tormentas más poderosas cuando ocurren. Sin embargo, criticó el amplio área que la WWA eligió para sus promedios de lluvia, sugiriendo que un enfoque más pequeño podría proporcionar información más matizada. Los estudios de atribución han enfrentado algunas críticas por eludir el proceso tradicional de revisión por pares, pero la urgencia de sus hallazgos no puede ser subestimada. Como afirma Friederike Otto, cofundadora de WWA, en su libro "Angry Weather", la investigación oportuna puede influir significativamente en las respuestas públicas y políticas a los fenómenos climáticos. La necesidad de evaluaciones precisas sobre cómo el cambio climático exacerba las lluvias es crucial no solo para los esfuerzos de recuperación, sino también para la preparación futura. Easterling aboga por una mejor comprensión de las tendencias de lluvia, enfatizando la necesidad de estadísticas sólidas que informen las decisiones políticas sobre infraestructura. A medida que presenciamos los efectos del cambio climático desarrollarse en tiempo real, subraya la importancia de predicciones de lluvia más precisas. Tal información podría mejorar la planificación de evacuaciones y el diseño de infraestructuras, ayudando a mitigar los impactos de eventos meteorológicos extremos. Los Apalaches del Sur, particularmente vulnerables debido a su geografía, pueden experimentar aumentos dramáticos en la lluvia a medida que el aire húmedo interactúa con el terreno montañoso. Este fenómeno de precipitación orográfica puede llevar a una rápida condensación y aguaceros intensos, lo que tiene importantes implicaciones para la gestión de inundaciones y la resiliencia de la infraestructura. A medida que las temperaturas globales continúan en aumento, impulsadas principalmente por las emisiones de gases de efecto invernadero, la necesidad de acción inmediata se vuelve cada vez más clara. Easterling advierte que seguir con los negocios como siempre podría llevar a un aumento de temperatura de 5 a 12 grados Fahrenheit para el año 2100, presentando un pronóstico sombrío si no se toma en serio el cambio climático. Las lecciones aprendidas del huracán Helene sirven como un recordatorio contundente de la urgencia que rodea la adaptación climática y la necesidad de medidas proactivas para salvaguardar a las comunidades contra futuros eventos meteorológicos extremos.