Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
A raíz del asesinato del CEO de UnitedHealthcare, Brian Thompson, el 4 de diciembre, la nación se ha visto inmersa en un complejo diálogo sobre la atención médica, la justicia y las narrativas que moldean nuestra comprensión de estos problemas entrelazados. El asesinato de Thompson, presuntamente cometido por Luigi Mangione, ha desatado una protesta pública no solo contra el acto individual de violencia, sino también contra las injusticias sistémicas inherentes al actual sistema de salud. El incidente subraya dos narrativas fundamentales que han surgido de esta tragedia. La primera es la alarmante normalización de la violencia armada como respuesta a agravios percibidos, particularmente en el contexto de un sistema que muchos sienten que no satisface las necesidades básicas de atención médica. Las armas, como instrumento de desesperación, se han vuelto demasiado familiares en la cultura estadounidense, llevando a una insensibilidad colectiva ante sus consecuencias. Las acciones de Mangione, por controvertidas que sean, resonaron con aquellos que han sufrido a manos de una industria de salud implacable. Sin embargo, más urgente es la narrativa sobre la injusticia sistémica entrelazada en el tejido del sistema de salud de EE. UU. El modelo de atención médica, predominantemente dominado por compañías de seguros privados, ha sido criticado durante mucho tiempo por priorizar el lucro sobre la atención al paciente. A medida que emergen historias de negaciones, retrasos y ruina financiera, el público se está despertando a las realidades que han dejado a millones sin atención adecuada. El caso de Mangione no se trata meramente de las acciones de un individuo, sino que refleja una frustración social más amplia con una industria que ha priorizado repetidamente las ganancias corporativas sobre las vidas humanas. La importancia de las palabras inscritas en los casquillos de bala—“negar”, “defender” y “deponer”—no puede subestimarse. Estos términos encapsulan las tácticas empleadas por las compañías de seguros de salud, mostrando un acto deliberado destinado a transmitir un mensaje de resistencia contra una industria percibida como explotadora e inhumana. Este acto de violencia, aunque moralmente condenable, es emblemático de una ira más amplia y latente contra un sistema que muchos creen que está diseñado para favorecer los intereses corporativos sobre el bienestar individual. La reacción del público ante la muerte de Thompson ha sido una mezcla de indignación y una preocupante admiración por Mangione, reflejando un anhelo desesperado de justicia en un contexto de fracaso sistémico. Las plataformas de redes sociales han visto un aumento de sentimientos que, si bien reconocen el horror del acto, también expresan una frustración profunda con el estado actual de la atención médica. Algunos incluso han llegado a crear carteles de “más buscados” para otros CEOs del sector salud, un testimonio de la rabia colectiva contra un sistema que se percibe como dañino para innumerables individuos a través de sus políticas rígidas y motivaciones orientadas al lucro. Históricamente, las narrativas que apoyan a la industria de la salud han eclipsado a menudo los llamados a la reforma, sofocando movimientos destinados a lograr un sistema más equitativo. Los intentos pasados de reforma integral de la atención médica, como la Ley de Cuidado Asequible del presidente Obama, no lograron abordar los problemas de fondo, permitiendo que la industria de seguros de salud prosperara en detrimento de los pacientes. La narrativa predominante de que los modelos de seguros de salud privados con fines de lucro son inherentemente superiores continúa persistiendo, en gran medida debido a poderosas contranarrativas que han reforzado el status quo. Mientras nos encontramos en este cruce de caminos, es imperativo aprovechar el momento para impulsar una solución sistémica que abogue por una atención médica financiada públicamente. La urgencia de una demanda colectiva por un sistema de Medicare para todos nunca ha sido mayor. Defensores como el senador Bernie Sanders han argumentado sobre la necesidad de unirse en torno a la idea de que la atención médica es un derecho humano, no un privilegio. Tal cambio en la narrativa—hacia el reconocimiento de la atención médica como un servicio esencial similar a la educación pública—podría allanar el camino para un cambio transformador. Sin embargo, la ventana para la acción puede ser efímera. El riesgo de caer nuevamente en narrativas arraigadas que apoyan el sistema actual es considerable. La muerte de un CEO, aunque trágica, no debería eclipsar las luchas de millones que han enfrentado las duras realidades de un sistema de salud defectuoso. A medida que surge el miedo a represalias contra los líderes de seguros, es crucial redirigir la narrativa hacia soluciones sistémicas en lugar de actos violentos de desesperación. En este momento crucial, debemos unirnos no solo en nuestro desprecio compartido por un sistema depredador, sino también en nuestra visión de una alternativa equitativa. El desafío que tenemos por delante es articular y abogar por demandas concretas que redefinan nuestra comprensión de la atención médica en América. Solo a través de la acción colectiva y un compromiso para abordar las causas profundas de la injusticia podemos esperar lograr un cambio significativo. El momento para una nueva narrativa—una que defienda la salud como un derecho humano fundamental—es ahora.