La Navidad nos llama a abrazar la humildad y el amor por encima del poder y la violencia.

La Navidad nos llama a abrazar la humildad y el amor por encima del poder y la violencia.

La esencia de la Navidad enseña que la verdadera fortaleza reside en la humildad y el amor, desafiando la búsqueda del poder a través de la compasión y el perdón.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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En un mundo a menudo caracterizado por el conflicto y la búsqueda de poder, la esencia de la Navidad nos recuerda una verdad profunda y paradójica: la verdadera fuerza no reside en la dominación, sino en la humildad, la ternura y el amor. La celebración de la Navidad se centra en la imagen de un frágil infante, nacido en un humilde pesebre, una encarnación de la esperanza en el contexto de un mundo tumultuoso. Esta poderosa narrativa desafía los valores contemporáneos que equiparan la influencia con la fuerza y el poder. F.W. Boreham, un predicador de principios del siglo XX, expresó esta idea de manera elocuente al afirmar: "Nos imaginamos que Dios solo puede gestionar Su mundo con grandes batallones... cuando, en realidad, lo está haciendo con hermosos bebés." Es en las formas más humildes donde lo divino nos invita a replantear la naturaleza de la influencia y el cambio. El nacimiento de Cristo sirve como un testimonio de que los mansos pueden provocar transformaciones poderosas, ofreciendo un camino alternativo a la narrativa predominante que glorifica la agresión y el poder. El reciente asesinato del CEO de United Healthcare, Brian Thompson, por Luigi Mangione ilustra de manera contundente las trampas de una búsqueda mal orientada de justicia a través de la violencia. Mientras que Mangione fue inicialmente romantizado como un Robin Hood moderno, su falta de verdadero espíritu revolucionario y la futilidad de sus acciones revelan una verdad más profunda: el ciclo de violencia a menudo no genera más que dolor adicional. A raíz de la trágica muerte de Thompson, la sociedad corre el riesgo de romantizar la venganza en lugar de buscar soluciones genuinas y compasivas a problemas sistémicos. Como sugieren encuestas recientes, muchos estadounidenses están desilusionados con líderes políticos que parecen más interesados en superarse unos a otros que en abordar problemas urgentes. Lo que la gente desea no es una revolución nacida de la violencia, sino un liderazgo basado en el servicio y el desinterés, resonando con los valores que Cristo ejemplificó. La historia de Jesús, quien provino de orígenes humildes y cuyas enseñanzas se centraron en el amor, la misericordia y el perdón, contrasta marcadamente con las narrativas de poder que dominan hoy en día. La historia nos ha mostrado que la influencia de Cristo trascendió la fuerza de los gobernantes y los regímenes. Los héroes celebrados en la historia de la natividad son los humildes pastores y los sabios que reconocieron la importancia del rey recién nacido, mientras que el poderoso gobernante Herodes, consumido por el miedo y los celos, finalmente encontró un destino mucho menos notable. Esta narrativa atemporal sirve como un recordatorio conmovedor de que la esencia de la influencia no se encuentra en la autoridad, sino en la capacidad de tocar corazones y mentes a través de la compasión y la humildad. En una sociedad que a menudo exalta la postura confrontativa, se nos llama a considerar las virtudes de la gentileza y la fuerza que se encuentra en la vulnerabilidad. El verdadero mensaje de la Navidad nos invita a reflexionar sobre nuestras respuestas al conflicto y la injusticia. ¿Estamos dispuestos a poner la otra mejilla, a encarnar el amor y el perdón, incluso hacia aquellos que percibimos como enemigos? El camino trazado por Cristo nos desafía a reevaluar nuestro enfoque hacia la rectitud, instándonos a alejarnos de la vindicta y hacia la misericordia. A medida que navegamos nuestras vidas marcadas por la lucha y la división, debemos reconocer que el llamado a seguir al Príncipe de Paz no es un llamado a la pasividad, sino a un compromiso transformador con el mundo. Abrazar la ternura y la compasión requiere valentía, ya que a menudo exige que confrontemos nuestros prejuicios y nos abramos a la comprensión y la reconciliación. A la luz de esto, el mensaje navideño se convierte en un grito de unión para aquellos que anhelan un impacto más gentil pero más profundo en la sociedad. En última instancia, el espíritu de la Navidad sostiene la promesa de que, a pesar del caos que nos rodea, el amor y la humildad pueden prevalecer. Al celebrar esta temporada, recordemos que la verdadera fuerza se manifiesta en nuestra capacidad de responder a las necesidades de los demás con amabilidad y gracia. En un mundo que constantemente nos invita a luchar por nuestros derechos, la invitación de la Navidad nos recuerda que a veces, la elección más radical que podemos hacer es encarnar una ternura que puede cambiar corazones y sanar heridas, allanando el camino hacia una existencia más pacífica.

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