Terrorismo redefinido: Un choque de narrativas desde el crimen corporativo hasta los civiles de Gaza.

Terrorismo redefinido: Un choque de narrativas desde el crimen corporativo hasta los civiles de Gaza.

Los eventos recientes revelan el uso contradictorio del término "terrorismo", destacando la indignación por las acciones de Mangione en comparación con las muertes de civiles en Gaza, lo que pone en cuestión el control de la narrativa.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Mundo 20.12.2024

En una impactante yuxtaposición de narrativas, los eventos recientes destacan las formas complejas y, a menudo, contradictorias en que se emplea el término "terrorismo" en el discurso contemporáneo. Por un lado, tenemos el caso de Luigi Mangione, acusado de "asesinato como acto de terrorismo" tras haber supuestamente disparado al CEO de una aseguradora de salud, Brian Thompson. Este incidente, enmarcado en un contexto de lucha de clases, está recibiendo una atención generalizada, presentando a Mangione como un terrorista cuyo acto violento se considera particularmente atroz debido a su ataque a un emblema de la América corporativa. Simultáneamente, un informe de Haaretz arroja luz sobre las sombrías realidades que enfrentan los civiles en Gaza, donde soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) han admitido el asesinato arbitrario de no combatientes, etiquetándolos retroactivamente como terroristas para justificar sus acciones. El testimonio de un oficial recientemente dado de baja revela una verdad escalofriante: vidas inocentes se pierden y luego se clasifican como objetivos legítimos, una táctica que distorsiona el marco moral que rodea el conflicto y plantea profundas preguntas sobre la validez de la narrativa empleada por aquellos en el poder. Estas dos historias convergen para desvelar una inconsistencia fundamental en la aplicación de la etiqueta de "terrorista". Mientras que el presunto crimen de Mangione provoca indignación y se posiciona como una grave amenaza para la sociedad, las muertes de civiles en Gaza, incluso cuando se cometen con un desprecio flagrante por sus vidas, escapan a la misma clasificación. La ironía se vuelve palpable al considerar las designaciones cambiantes de grupos que anteriormente se etiquetaban como terroristas en función de intereses geopolíticos. Por ejemplo, los afiliados de al-Qaeda en Siria, que alguna vez se consideraron terroristas, ahora disfrutan de un estatus más favorable como aliados de EE. UU., mostrando cómo la narrativa se moldea para servir a los objetivos de quienes ostentan el poder. En su esencia, la manipulación del término "terrorismo" sirve para mantener el control sobre la narrativa en torno a la violencia y la agresión. Las acciones que resultan en sufrimiento y muerte a menudo son desinfectadas, desestimadas o invisibilizadas cuando son ejecutadas por actores estatales o entidades corporativas. En contraste, cualquier respuesta de represalia a tal agresión es rápidamente designada como terrorismo, enmarcando la narrativa para posicionar al agresor como víctima de una violencia injustificada. Esta aplicación selectiva del término invita a un discurso más amplio sobre el significado de la agresión en sí. Como argumenta elocuentemente Caitlin Johnstone, los actos de agresión se manifiestan en múltiples formas, incluyendo la violencia sistémica como la negación de atención médica y el mantenimiento de regímenes opresivos. Las consecuencias de estas acciones repercuten en la sociedad, afectando a los más vulnerables mientras permanecen en gran medida no reconocidas en las conversaciones convencionales sobre la violencia. Para construir una sociedad más saludable, es imperativo ampliar nuestra comprensión de la agresión y reconocer que todas las formas de violencia—ya sean abiertas o estructurales—merecen escrutinio y responsabilidad. Esto implica reconocer el impacto de la explotación económica, la degradación ambiental y la manipulación política, todas las cuales contribuyen a un ciclo de sufrimiento que a menudo pasa desapercibido. A medida que navegamos por las complejidades de nuestro paisaje actual, se vuelve esencial desafiar las narrativas que buscan borrar el contexto histórico de la violencia y privilegiar ciertas vidas sobre otras. Las luchas en curso por la justicia y la verdad deben tener en cuenta todas las formas de agresión, asegurando que aquellos que ostentan el poder ya no puedan manipular la narrativa para satisfacer sus intereses. En esta búsqueda, podemos encontrar la posibilidad de un mundo más equitativo, uno donde todas las vidas sean valoradas y el ciclo de la violencia se rompa finalmente.

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