Juan Brignardello Vela
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En 2024, la comunidad católica de EE. UU. demostró una notable resiliencia y compasión ante una serie de devastadores desastres naturales, según el arzobispo Nelson J. Pérez de Filadelfia, quien preside la junta de Catholic Relief Services (CRS). El arzobispo destacó el apoyo inquebrantable ofrecido por los católicos de todo el país a aquellos afectados por eventos catastróficos, incluidos deslizamientos de tierra en Etiopía, el huracán Beryl en el Caribe y seis tifones sucesivos en el sudeste asiático. Los esfuerzos liderados por CRS, la agencia oficial de ayuda y desarrollo en el extranjero de la Iglesia Católica en EE. UU., han llegado a un impresionante total de 255 millones de personas en 122 países. Como parte de la red más amplia de Caritas Internationalis, CRS juega un papel fundamental en la respuesta a crisis humanitarias en todo el mundo. El arzobispo Pérez enfatizó que cada vez que ocurre una tragedia, los fieles responden con "oración, acción y generosidad", encarnando el mandamiento de Cristo de amarnos unos a otros. La urgencia de estos esfuerzos fue subrayada por las alarmantes estadísticas de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), que reportó al menos 24 eventos confirmados de desastres climáticos en EE. UU. solamente, cada uno resultando en pérdidas que superan los 1,000 millones de dólares. El costo de estos desastres fue asombroso, con 418 vidas perdidas mientras tormentas severas, ciclones tropicales, incendios forestales y tormentas invernales causaban estragos en varios estados. Particularmente notables fueron los impactos de los huracanes Helene y Milton, que azotaron el sureste casi de manera consecutiva, causando inundaciones catastróficas y destrucción. Las secuelas dejaron a las comunidades de luto por la pérdida de vidas y luchando por recuperarse del extenso daño. En respuesta, Catholic Charities USA inició campañas dedicadas de ayuda en desastres, canalizando tanto donaciones monetarias como asistencia material a aquellos en necesidad urgente. El papel de la oración fue igualmente significativo, con muchas parroquias ofreciendo apoyo espiritual a sus comunidades. Por ejemplo, la Diócesis de St. Thomas compartió una "oración por los huracanes" a través de las redes sociales a medida que se acercaba el huracán Beryl, reforzando el sentido de unidad y esperanza entre los feligreses. En Ketchikan, Alaska, la Parroquia del Santo Nombre se unió en torno a una familia devastada por un deslizamiento de tierra, proporcionando refugio temporal y apoyo en su momento de necesidad. A medida que la tormenta tropical Ernesto amenazaba a Puerto Rico, el arzobispo Roberto O. González aseguró a los feligreses que podían confiar en los grupos locales de Caritas para recibir asistencia, enfatizando el compromiso de la iglesia de brindar cuidado en momentos de emergencia. La respuesta a los incendios forestales en lugares como Nuevo México también mostró la dedicación de la comunidad católica para ayudar a los afectados. En Roswell, los feligreses y los Caballeros de Colón locales organizaron apoyo para las familias desplazadas por los incendios South Fork y Salt, abriendo sus puertas a las víctimas y proporcionando suministros esenciales. El Centro Franciscano de la Parroquia San Juan Bautista se convirtió en un centro crítico de ayuda, demostrando el poder de la acción colectiva en tiempos de crisis. A nivel internacional, los obispos de Bolivia destacaron la urgente necesidad de acción contra los desastres ecológicos causados por la actividad humana, pidiendo una respuesta rápida para proteger tanto a las personas como al medio ambiente. A medida que el año llegaba a su fin, el arzobispo Pérez ofreció una oración para que la paz y la alegría llenaran los corazones y hogares de todos, instando a los fieles a continuar respondiendo al llamado de Cristo a servir y amarnos unos a otros. Los esfuerzos colectivos de los católicos de EE. UU. en 2024 no solo proporcionaron alivio inmediato, sino que también fortalecieron los lazos de comunidad y fe ante la adversidad.