
Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.




Desastres Naturales 16.12.2024
La temporada de huracanes del Atlántico de 2024 ha dejado una marca indeleble en la industria de seguros, caracterizada por una serie de eventos climáticos extremos que han reconfigurado el panorama de la gestión de riesgos y la preparación ante desastres. Con la temporada finalizando oficialmente el 30 de noviembre, se produjeron asombrosos 18 tormentas nombradas, 11 huracanes y cinco huracanes que tocaron tierra en los Estados Unidos, lo que resultó en una devastadora destrucción y pérdida de vidas. Al reflexionar sobre esta extraordinaria temporada, hay tres lecciones críticas que los aseguradores deben tomar en cuenta.
Primero, el fenómeno de la intensificación rápida ha surgido como una amenaza significativa. Solo en esta temporada, siete tormentas experimentaron intensificación rápida, siendo el huracán Milton un ejemplo de esta alarmante tendencia al fortalecerse en más de 90 mph en solo 24 horas. Esta imprevisibilidad complica los esfuerzos de pronóstico para los meteorólogos y deja a las comunidades con poco tiempo para prepararse para las tormentas que se avecinan, aumentando así el riesgo de mayores pérdidas. Para los aseguradores, esto subraya la urgente necesidad de modelos predictivos avanzados y estrategias proactivas que puedan ayudar a mitigar las reclamaciones de regiones que están desprovistas de preparación o carecen de recursos adecuados.
En segundo lugar, los crecientes riesgos que enfrentan las áreas interiores se han vuelto cada vez más evidentes. El impacto del huracán Helene ilustró esta preocupación de manera vívida. Aunque Helene tocó tierra como una formidable tormenta de categoría 4, los daños más severos se sintieron a 500 millas tierra adentro en Georgia, donde ráfagas de viento de 100 mph causaron estragos en estructuras con códigos de construcción obsoletos. La disparidad en los requisitos de diseño de velocidad del viento—132 mph en la costa de Tampa frente a solo 105 mph en Albany, Georgia—destaca la necesidad de que los aseguradores realicen análisis de cartera más detallados, particularmente en lo que respecta a la antigüedad y resiliencia de las propiedades en regiones interiores. La mejora en la recolección de datos sobre estándares de construcción y exposición al riesgo será esencial a medida que estas áreas enfrenten una creciente intensidad de tormentas.
Finalmente, el aumento del costo de las inundaciones ha surgido como un problema urgente que demanda atención inmediata. Como se vio con el huracán Helene, las secuelas resultaron en inundaciones catastróficas que devastaron la región de los Apalaches en Carolina del Norte. Un estudio de World Weather Attribution señaló que el 10 por ciento de la lluvia fue atribuible al cambio climático inducido por el ser humano, complicando aún más la capacidad de los aseguradores para gestionar las pérdidas relacionadas con inundaciones. Muchas pólizas residenciales en los EE. UU. excluyen daños por inundación, dejando a los propietarios dependientes del Programa Nacional de Seguro contra Inundaciones, que a menudo puede quedarse corto en tiempos de desastre generalizado. A medida que las inundaciones inducidas por huracanes se vuelven más frecuentes, los aseguradores deben desarrollar estrategias para diferenciar entre las reclamaciones relacionadas con inundaciones y los daños por viento, una tarea desafiante pero necesaria.
De cara al futuro, aunque la temporada de huracanes puede haber terminado oficialmente, las lecciones aprendidas de 2024 tendrán un peso significativo en los años venideros. La creciente imprevisibilidad de los patrones climáticos extremos, sumada a las temperaturas récord de la superficie del mar, sugiere que los aseguradores y las comunidades deben permanecer vigilantes y preparados para enfrentar mayores desafíos en 2025 y más allá. Adoptar estas lecciones será vital para mejorar la resiliencia, refinar los modelos de riesgo y, en última instancia, reducir las pérdidas futuras. A medida que la industria lidia con estas realidades, mantenerse un paso adelante del clima sigue siendo un objetivo formidable pero esencial.
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