Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La escena de los conciertos se ha visto recientemente empañada por una tendencia inquietante que plantea preocupaciones sobre la seguridad de los artistas. Billie Eilish, la sensación del pop ganadora de un Grammy, se convirtió en la última víctima de este fenómeno perturbador cuando fue golpeada en la cara por un objeto durante su actuación en Glendale, Arizona, la noche del viernes. El objeto en cuestión, que se cree que era una pulsera azul, fue lanzado desde el público mientras Eilish estaba profundamente concentrada en su canción "What Was I Made For?" de la banda sonora de Barbie. Imágenes del incidente revelan un momento de shock cuando la pulsera hace contacto con la cara de Eilish, lo que la lleva a hacer una mueca y girar momentáneamente la cabeza. Sin embargo, mostrando una notable compostura y profesionalismo, rápidamente volvió a concentrarse y continuó su actuación, desechando momentáneamente la pulsera. Tras el incidente, Eilish parecía no haber sufrido daños, pero el suceso resalta una tendencia preocupante en la industria de los conciertos, una que ha dejado a otros artistas no tan afortunados. El año pasado se ha visto una serie de incidentes similares en los que músicos han sido heridos en el escenario debido a objetos arrojados desde el público. En junio, la cantante Bebe Rexha necesitó tres puntos de sutura después de ser golpeada en la cara por un iPhone. Justo el mes pasado, el artista de música country Zach Bryan se vio obligado a pausar su concierto en Portland tras ser impactado por un objeto cilíndrico, y su guitarrista también enfrentó un destino similar durante la misma gira. Estas ocurrencias no son solo incidentes aislados; apuntan a un problema creciente del comportamiento del público que pone en peligro la seguridad de los artistas. Eilish, quien ha sido vocal sobre esta tendencia, expresó sus sentimientos encontrados acerca del fenómeno en una entrevista anterior. "No sé por qué esto es, como, nuevo. La gente simplemente se emociona y puede ser peligroso", comentó. Si bien reconoce el entusiasmo de los asistentes a los conciertos, también destacó los riesgos inherentes que conlleva cuando los fanáticos expresan su emoción a través de objetos físicos. Este incidente plantea preguntas críticas sobre la responsabilidad de las audiencias durante las actuaciones en vivo. Si bien el deseo de conectar con los artistas es comprensible, es vital que los asistentes reconozcan los límites del comportamiento aceptable. Lanzar objetos al escenario no solo representa una amenaza física, sino que también resta valor a la experiencia compartida de la música que tanto artistas como fanáticos atesoran. A medida que la industria musical lidia con estos desarrollos inquietantes, es imperativo que los promotores y los lugares consideren implementar medidas de seguridad más estrictas y educar al público sobre la conducta apropiada durante las actuaciones. La seguridad de los artistas debe ser siempre una prioridad, permitiéndoles compartir su talento sin temor a ser dañados por los mismos fanáticos que los adoran.